lunes, 29 de septiembre de 2014

Una mujer en las Montañas Rocosas

Una mujer en las Montañas Rocosas

Isabella L.Bird
Erasmus, 2014
189 pp.

El nombre de Isabella Bird no acostumbra a aparecer entre los de las más famosas viajeras. Y es una lástima porque relatos como "Una mujer en las Montañas Rocosas" son de lo más estimulantes y del mayor interés aún ahora.



Isabella L.Bird
Erasmus, 2014
189 pp.





No descubro nada reconociendo que las mujeres están de moda y que, en esa misma tendencia, las mujeres viajeras lo están también. Resulta que un selecto club de mujeres se atrevió, lo mismo que un selecto club de hombres, a salir de casa para recorrer el planeta por caminos poco convencionales y traer noticias de mundos desconocidos.

Isabella Bird forma parte de ese grupo de mujeres aunque su nombre no acostumbra a aparecer entre los de las más famosas. Y es una lástima que sea así porque sus relatos son de lo más estimulantes y del mayor interés aún ahora. De ahí que haya que hacer caso a la edición en castellano de Una mujer en las Montañas Rocosas y que haya que recomendar su lectura a todos los aficionados al género de los viajes.

Tanto como hablar del libro, merece la pena hablar de la autora. Su sola trayectoria dispara el interés del lector y explica el del contenido del libro. Cuenta una de las solapas del libro que Isabella Lucy Bird nació en Gran Bretaña a mediados del XIX, hija de un clérigo y con una salud enfermiza. Una salud enfermiza pero que debió ser de hierro porque murió con casi ochenta años. Y que le sirvió para que, en lugar de una vida normal para una señorita de la época, su padre estuviera dispuesto a financiar unos viajes que la alejaran del duro pelear de la vida diaria en Inglaterra. Cuenta el libro que su primer viaje fue a Australia. Luego visitó Hawai y las islas Sándwich. A continuación viajó por el Oeste americano. Más tarde conoció Japón, China y Vietnam. Y también fue a Corea y a Marruecos donde convivió con los bereberes. Además, tuvo tiempo de aprender medicina e ir a la India para ejercer en este terreno y luego, con el ejército, a Bagdad cumpliendo también con funciones médicas.

Currículum impresionante y suficiente para advertir al lector que se encuentra ante una escritora con experiencia y de talento excepcionales. Una escritora de mentalidad práctica, viajera por vocación y sin interés por la literatura. Lo suyo es el viaje, sus penurias y sus recompensas y las reflexiones que le despierta todo aquello que ve. Isabella Bird no viaja a cargo de ninguna fundación ni sociedad geográfica o académica que exija un informe sobre sus andanzas o un ciclo de conferencias al regreso. Viaja por su cuenta y lo que escribe son cartas que envía a su hermana poniéndola al corriente de sus periplos. De ahí que su relato sea especialmente espontáneo y se desarrolle sin el filtro de lo que se supone correcto cuando lo van a leer los demás.

Una Mujer en las Montañas Rocosas es el relato de un viaje por el Oeste norteamericano. Ese Oeste que hemos vivido en las películas mediatizado por la imagen que Hollywood y la ‘historia’ americana habían construido para el propio consumo. El relato de Isabella Bird es un relato ‘en directo’, a pie de realidad y desde la óptica de una mujer educada en la buena sociedad. Mujer dura, hecha a las penalidades del viaje, resistente y atrevida, que se aventura en un mundo hosco, donde no hay espacio para sutilezas porque la supervivencia es dura y la brutalidad forma parte de las herramientas para manejar el día a día.

La sensibilidad femenina está presente a lo largo del libro en las descripciones de la belleza del paisaje, de los colores, del aroma de la atmósfera, de los tonos de la luz, de la variedad de las plantas, de la grandeza de los horizontes… Y están también presentes los prejuicios de la época que hoy suenan como políticamente muy incorrectos. “Esas gentes –dice de los indios squaws- representaban una impresionante incongruencia en medio de los signos de una omnipotente civilización (como era la del hombre blanco)”. O cuando se alinea con las ideas del juez Lynch a favor de los métodos más expeditivos –a la horca me refiero- para poner orden y ejercer, sin remilgos de ninguna clase, la justicia.

El Oeste que nos deja ve la autora son las dos cosas, brutalidad y extraordinaria belleza, pero es, sobre todo miseria. Y eso es seguramente lo màs interesante del libro. La imagen de la vida cotidiana de los primeros pobladores de ese enorme territorio arrebatado a los indios y que los blancos empiezan a domesticar a base de ingentes sacrificios y penalidades. Vida miserable, niños miserables, hambre, trabajo de sol a sol, moscas, cucarachas, calor abrasador en verano y frío insoportable en invierno, casas inhóspitas, privaciones constantes forman la rutina de muchos de los que buscan en el Oeste un medio de vida. Y además una terrible soledad para las familias que fueron ganando territorio estableciéndose en lugares cada vez más remotos, con la inquietante presencia de los indios, tocados todavía con plumas, merodeando con sus rebaños y poniendo en contacto mundos absolutamente ajenos.

Granjeros, cazadores, mineros, bandidos va encontrando Isabelle Bird lo mismo que encuentra la degradación moral que acompaña a los lugares donde la cultura no se ha asentado y donde la dura supervivencia obliga a los hombres a superar los límites de la decencia. La ‘astucia’, se queja, domina por todas partes las relaciones. Una astucia que ha derivado de la suspensión de las reglas de la honestidad para obtener beneficios ilícitos en cualquier trato con los demás. Y que responde a una ley que se ha impuesto en ese enorme territorio de frontera: la ley del dinero a la que rinden culto sin limite hombres y mujeres.

La América ´salvaje´ se abre paso en este libro singular, el libro de una viajera atípica dispuesta a viajar sola para conocer de primera mano aquello de lo que los demás conocían de oídas. Un libro excelente, interesante y totalmente recomendable para quien quiera conocer de primera mano cómo era ese territorio mítico que hoy llamamos el Oeste Americano.

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jueves, 11 de septiembre de 2014

En la Patagonia

En la Patagonia

Bruce Chatwin
Península, 2014
246 pp.

Una nueva edición en español del clásico relato de Chatwin vuelve a ponerlo de actualidad y el lector descubre que no ha perdido nada de la frescura que tuvo cuando se publicó por primera vez.


Bruce Chatwin
Península, 2014
246 pp.





Desde su primer libro, En la Patagonia, Chatwin se encumbró como el gran escritor de viajes del siglo XX, un siglo en el que todavía había cosas que contar de algunas partes recónditas del mundo. Se trataba de relatos que los lectores leían con avidez como noticias venidas de algún lugar inaccesible del planeta. Y, por consiguiente, como noticias, también, traídas por un escritor atrevido y con arrestos suficientes para perderse por mundos desconocidos.

En la Patagonia se publicó por primera vez en 1988 y ni lo avanzado del siglo ni el lugar, en países tan civilizados como eran la Argentina o Chile, permitían comparar a Chatwin con un doctor Livingstone. El éxito de Chatwin no venía de la exploración inédita ni de las penurias –que las hubo- sufridas durante el viaje. Venía de su capacidad narrativa, de su simpatía personal, de su extraordinaria cultura y de la proximidad que lograba con el lector al narrar sus experiencias como si se tratara de lo más natural del mundo.

La cultura a Chatwin le venía de familia, de su educación, de su curiosidad y la inteligencia que le permitió escalar a las alturas de la casa de subastas Sotheby’s... hasta que se cansó y decidió que lo suyo eran los viajes. La Patagonia había sido hasta entonces un sueño que se disponía a realizar.

Una nueva edición en español del clásico relato de Chatwin vuelve a ponerlo de actualidad y el lector descubre que no ha perdido nada de la frescura que tuvo cuando se publicó por primera vez. Notará el gozo de enfrentarse a una lectura fácil y fluida que discurre sin que se dé cuenta, una lectura donde lo extraordinario aparece de un modo natural y donde los hechos cotidianos van apareciendo tratados con sensibilidad para envolverlos siempre de una atmósfera de calidez en el fondo.

Chatwin es el protagonista, su voz está siempre presente a lo largo del relato. En realidad lo que escribe es un diario de viajes, pero sin días. Una narración organizada por escenas que suceden a lo largo del camino, como un mosaico donde se van disponiendo encuentros, noticias o recuerdos. Y que Chatwin matiza con el tono reflexivo y sencillamente culto que lo caracteriza.

Paisajes, aromas, sensaciones, gentes… acompañan el relato de viaje por la Patagonia que discurre sin prisa y transmite una sensación de calma en el lector. El viaje de Chatwin es como los de antes, con tiempo, pero sin aparente sufrimiento, sin esfuerzo, por caminos seguros, en autobús o en la furgoneta de un vecino que se ofrece encantado a llevar de un sitio a otro al viajero.
Y para resultar atractivo, Chatwin juega con historias que combina con el viaje real  y lo animan con cierto aire de novela. El olvidado reino de la Araucaria, las correrías de los pistoleros americanos que buscaron refugio en los más recóndito de la América del sur, el fraude de los descubridores de maravillas prehistóricas o la vida de los galeses o alemanes instalados en  haciendas perdidas van trazando líneas argumentales que acompañan al viaje real y le van dando, paso a paso, colores distintos.

No hay heroísmo en Chatwin, no hay penalidades porque eso no va con él. Como buen viajero en la tradición inglesa, asume las incomodidades de manera natural. Forman parte del viaje y son uno de los componentes de su atractivo. Son parte de la tierra áspera por la que ha elegido viajar y también de  la vida que rodea a la gente con quienes se encuentra y con quienes se mezcla. Porque si algo distingue a Chatwin es su carácter sociable, su enorme capacidad para conectar con las personas y para intimar con ellas y conseguir que le cuenten algo de  sus vidas.

En la Patagonia es un clásico que no ha caído en el olvido. Se acaba de reeditar en castellano. Con él, acercarse de nuevo a Chatwin y a cómo eran el sur de Argentina y de Chile treinta años atrás será un excelente ejercicio de lectura para el aficionado a la buena literatura de viajes.

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