miércoles, 26 de diciembre de 2012

Los sordos

Los sordos


Rodrigo Rey Rosa
Alfaguara, 2012
240 pp.

Guatemala es la protagonista de esta novela de intriga gruesa, cuya trama se desarrolla en la actualidad. Una Guatemala necesariamente exagerada ...


Los sordos
Rodrigo Rey Rosa
Alfaguara, 2012
240 pp.





Guatemala es la protagonista de esta novela de intriga gruesa, cuya trama se desarrolla en la actualidad. Una Guatemala necesariamente exagerada porque mantener la tensión y crear un mundo de ficción que enganche al lector desde el principio hasta el final del libro obliga a extremar las luces y las sombras. Pero al fin y al cabo de lo que habla Los sordos es de un país que se parece al que conocemos por los periódicos y al que la novela nos acerca y deja ver, cómodamente desde la butaca, como si estuviéramos viendo una película.

Los Sordos es una narración que bordea los extremos. Nos habla de una sociedad de ricos -banqueros unos, altos profesionales otros- envueltos en un entorno incierto y peligroso y en actividades, tal y como corresponde al mundo de los ricos, muchas veces sospechosas. Los atentados, los secuestros están presentes en la atmósfera donde se ha instalado la violencia de forma habitual. La inseguridad y la seguridad son polos que se alimentan y se contaminan de manera recíproca. Guardaespaldas, policías, exmilitares -del ejército o de alguna guerrilla- están presentes en la novela porque forman parte de este país que se ha ido deslizando hacia el descontrol y se ha vuelto cada vez más peligroso. Y unos personajes 'legales' y otros rufianes o medio rufianes se mezclan también para crear la salsa de una aventura confusa en la que el lector se ve inmerso y en medio de las dudas se pregunta sobre lo que va a pasar.

Rodrígo Rey Rosa juega con los diversos mimbres que articulan hoy su país. Los ricos viven, como corresponde, en la capital. Pero en la misma trama asoman también los rincones donde la población es menos blanca y donde el mestizaje crea preocupaciones y parámetros de convivencia distintos. La relación entre unos y otros -ricos y pobres, blancos e indios-, la comunicación entre ellos, las fidelidades diversas... se dibujan de una manera turbia que alimenta la desconfianza, los resentimientos y las sospechas. Además, y para el lector, la incursión en el mundo aymara en el que viven todavía las comunidades indias, envueltas en sus viejas tradiciones, enfrentadas al mundo oficial y protagonistas de oscuros y violentos conflictos abre un espacio en el que es difícil penetrar y que sorprende por lo desconocido.

Los sordos saca a la luz una Guatemala opaca y lastrada por la violencia. El título anuncia al lector que en el origen de la historia -y en las raíces del país- hay un vicio de comunicación, una sordera que condiciona a todos y los aísla. Por supuesto, vuelvo a decir, la novela carga las tintas y resulta una exageración, pero un buen entendedor sabrá extraer de ella los reflejos de una realidad que se ha ido imponiendo en los últimos años y que condiciona el curso del país. Quien quiera respirar los aires de una Guatemala de ficción, pero también percibir a través de ellos una realidad compleja y llena de contradicciones hallará en Los sordos una buena manera de hacerlo, siempre con el gusanillo de la intriga y las ganas llegar al próximo capítulo para saber cuál será el desenlace.

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domingo, 16 de diciembre de 2012

Al este de Occidente

Al este de Occidente

Miroslav Penkov
Seix Barral, 2012
285 pp.

Se dice de algunos países que no existen en la realidad. Bulgaria -lo mismo que algunos lo han dicho de Albacete- podría ser uno de ellos.Pero está ahí y Miroslav Penkov se ocupa muy bien de recordárnoslo.



Miroslav Penkov
Seix Barral, 2012
285 pp.





Se dice de algunos países que no existen en la realidad. Bulgaria –lo mismo que algunos lo han dicho de Albacete- podría ser uno de ellos. Suena en el imaginario colectivo, está relativamente cerca, pero no ocupa un lugar relevante en las noticias de los periódicos ni parece que ningún conocido, por aficionado a los viajes que sea, haya estado nunca en él.

Aunque lo cierto es que está ahí y Miroslav Penkov se ocupa muy bien de recordárnoslo con un libro compuesto de ocho relatos, lleno de talento, de imaginación y de buena escritura. Un libro que se lee a gusto y que explica que el autor, muy joven, reciba con justicia el piropo de ‘estrella literaria’.

Miroslav Penkov, tratando asuntos distintos, creando personajes, dejando fluir afectos y situaciones, nos habla de su país. Un país donde el presente está condicionado por una historia que asoma por todas partes y por toda la región que lo rodea y con la que comparte buena parte de su destino. Bulgaria no es nada sin los Balcanes. Y los Balcanes tampoco se entienden sin echar la mirada a ese mosaico de países medio hermanos y siempre en conflicto que comparten fronteras y que pelearon por ellas a lo largo de los siglos.

No es de extrañar que en muchos de los relatos esté presente el peligro, la lucha por la supervivencia, la guerra con el enemigo… Y es que enemigos lo han sido todos y los ha habido en cada generación. Bulgaria, como toda la región de los Balcanes, es tierra de frontera y como tal ha sido el campo de mil batallas. Batallas entre países vecinos, batallas entre las grandes potencias que movieron allí sus peones y batallas personales y familiares por seguir viviendo y por recuperar un lugar en la historia.

Los relatos que componen Al este de Occidente muestran la complejidad de esta Bulgaria y lo hacen con enfoques muy distintos unos de otros, pero con un telón de fondo que el lector reconoce enseguida, que les da unidad a todos ellos y que construye una imagen del país tan rica como agitada. Una Bulgaria turca surge en el recuerdo, fiel a la tradición musulmana y sujeta a la crueldad arbitraria del sultán, una Bulgaria rebelde aparece, también, con los combatientes que esperan recuperar Macedonia y recobrar la grandeza de cuando hubo zares búlgaros y un verdadero imperio bajo su manto, otra Bulgaria habla de los albores de la revolución y de la lucha por el comunismo, una Bulgaria más es la que resulta de la caída del muro de Berlín al lado de una Serbia aparentemente próspera y de una Europa todavía lejana y que se perfila como la tierra prometida.

Dos siglos de la vida de Bulgaria es lo que nos trae Miroslav Penkov mediante unos personajes que adquieren enseguida un tono familiar y cuyas vidas transcurren por situaciones dramáticas a veces, absurdas y con un toque de humor otras, pero siempre tan únicas que se diría que solamente podían haber ocurrido en este país. En la estela de Joyce con Dublineses o de Pamuk con Estambul -dice la contraportada del libro- Miroslav Penkov nos habla de su tierra en un ejercicio de excelente literatura. Sin dudarlo, va a mercer la pena dejarse llevar por sus relatos para disfrutar de un buen rato de la mejor lectura.

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lunes, 3 de diciembre de 2012

Cerrado 24 horas. Crónica de un viaje a Corea del Norte

Cerrado 24 horas

Beatriz Pitarch
Laertes, 2012
242 pp.

¿Alguien conoce a alguien que haya estado en Corea del Norte? Seguramente no y de ahí que Cerrado 24 horas tenga, de entrada, el mayor interés...



Beatriz Pitarch
Laertes, 2012
242 pp.





¿Alguien conoce a alguien que haya estado en Corea del Norte? Seguramente no y de ahí que Cerrado 24 horas tenga, de entrada, el mayor interés. Porque quien lo escribe, Beatriz Pitarch, contactó por internet con una agencia de viajes que programaba recorridos por la Corea al norte del paralelo 17, se sacó un billete de avión hasta Pekín, no cuenta si se encomendó o no a algún santo, pero el hecho es que consiguió el visado y vio como se allanaba el camino para su objetivo de visitar el país más aislado del mundo.

Es verdad que tuvo que asegurar que nunca había roto un plato, según el modo que los coreanos tienen de entender lo que es eso. Dijo que no escribía libros, que no se dedicaba al periodismo y que no le interesaba la fotografía. Y con este currículum convenció a quien hizo falta de que le abrieran las puertas de la muralla.

Cerrado 24 horas es el relato de este viaje, de un viaje de diez días por Corea del Norte. Diez días es verdad que no son muchos, pero son una eternidad comparada con quienes solo han podido escribir asomándose a los periódicos y al testimonio de los desertores del paraíso comunista. Diez días de viaje y además con limitaciones porque quien va a la Corea de la que estamos hablando debe hacer el recorrido que las autoridades marcan y debe andar siempre de la mano de los 'guías' que acompañan al grupo y que tienen el loable cometido de velar por la 'seguridad' de su rebaño.

Pero aquí las limitaciones son también parte del país. Forman uno más de los componentes que hacen de la Corea comunista un país tan extraño y sorprendente. Un país tan milimétricamente controlado y tan puntualmente riguroso que Beatriz cuenta que se parece más a un videojuego que a la realidad. Las normas a las que se compromete el viajero forman parte del exotismo que acompaña al país y obligan a quien viaja a participar en esa enorme ficción que representan a diario millones de coreanos adoctrinados desde la cuna y convertidos en algo parecido a robots.

¿Está Beatriz Pitarch reproduciendo el discurso de quienes decían lo mismo de la Rusia soviética o de Cuba? Podría sonar parecido pero no tiene nada que ver. Y ahí está la gracia de su libro, que parece a ratos una excursión por el surrealismo más exagerado.

Sólo llegar a Corea le advierten de que tiene que estar pendiente de no doblar los periódicos. ¿Y eso? Es que los periódicos contienen siempre fotografías del Querido Líder y doblarlas, aún inconscientemente, es un signo de desatención que se interpreta como un desprecio. Y los desprecios en Corea se tratan con la expulsión del extranjero o con un campo de reeducación cuando uno es nacional. También aprende que al máximo dirigente llamarlo Querido o Amado Líder no es un simple cariño, sino una obligación cuyo olvido tampoco augura nada bueno a quien incurre en él. Sabe que si se salta una de las visitas programadas, en un gesto inocente que no implique desquerer hacia el país y sus dirigentes, se quedará encerrada en el autobús bajo la atenta vigilancia del conductor sin poder pisar la calle. Y está avisada de que debe llevar en la maleta un vestido elegante porque la visita al mausoleo del Eterno Presidente exige vestido elegante a las mujeres y traje y corbata a los varones.

¿El Eterno Presidente? Aunque aparente ser una extravagancia, el lector aprenderá que el Eterno Presidente es eso: eterno. Lo sigue siendo del país a pesar de haber fallecido hace años y sería un gesto de pésima consideración nombrar a otro por el simple hecho de haber pasado a la otra vida. ¿Y el presidente actual? El que hay ahora es un digno sucesor de su padre y de su abuelo, pero el Presidente sigue siendo el primero y lo será hasta el final de la Historia.

Beatriz Pitarch decide, para contar su aventura, dar también voz a los que formaban su pequeño grupo de compañeros de viaje, una argentina, un mejicano, un belga, una joven y despampanante rusa, un norteamericano... con lo que los puntos de vista se ensanchan y el país asoma desde opiniones diversas. Y pone en primera línea de fuego a los guías del grupo, que como a nadie se le oculta, son los comisarios políticos y resultan la imagen viviente del inquebrantable espíritu de la revolución coreana.

El relato es tan interesante como insólito y divertido. La escritura es distendida y fresca. Beatriz Pitarch asegura a quien quiera oírla que no está dotada para la ficción, que lo suyo es contar lo que ha visto y de la forma que le ha parecido que han transcurrido las cosas. La verdad es que lo consigue con gracejo y que el tema de Corea del Norte sopla a su favor porque el país tiene miga.

Es muy probable que ningún lector de Cerrado 24 horas haya tenido verdadero propósito de viajar a Corea. No estoy seguro de que después de leer el libro no haya más de uno a quien se le hayan resquebrajado las convicciones. Beatriz consiguió viajar a Corea del Norte y cuenta de su viaje cosas extraordinarias que parecen venir de otros mundos. ¿Quién diría que no a la posibilidad de ser testigo, él también, de semejantes maravillas?

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martes, 27 de noviembre de 2012

Elogio del odio



Khaled Khalifa
Lumen, 2012
389 pp.





Nada hace presentir, al principio de la lectura, la deriva que tomará la historia que nos cuenta Khaled Khalifa y que nos acerca al drama de la represión violenta que sufre la población siria a manos de las fuerzas del gobierno.

Al contrario, el relato empieza en tono intimista y nos introduce en el mundo de sombras que rodea a la vida de la mujer musulmana. Estamos en Alepo y la mayor parte del tiempo en el interior de una casa que es donde la mujer encuentra su entorno natural, lejos de la aspereza de la calle. Una calle que da espacio al deseo en la mirada de los hombres, una calle tensa y que obliga a guardar rigurosamente las formas, una calle que exige que se mantenga sin concesiones el decoro.

La casa y la familia son el refugio donde la mujer cultiva su vida. Khaled Khalifa nos habla de ellas con minuciosidad y nos familiariza, a los lectores también, con un universo de sensaciones lleno de sentimientos, de fantasías místicas, de devoción, de amor a las tradiciones que definen el mundo doméstico de la mujer en el islam. Pero en el que asoman, también, a través de los olores, en las transparencias en los vestidos, en el frufrú de una falda, en el sonido de las voces o en el reflejo del agua en una fuente las contradicciones de una sensualidad contenida que la mujer debe guardar para el marido.

"Esperar la espera" es el destino desesperanzado de la mujer, dividida entre la oscuridad religiosa, teñida de devoción y de forzada poesía, y la alegría de la vida que exige gozar del mundo y romper los lazos que la atan. ¿Pero cómo romper con esa prisión deseada y bendecida, y al mismo tiempo rechazada?

El odio acaba por convertirse en un sentimiento con poder suficiente como para abrir el camino de la liberación. Un odio compartido que germina en la sociedad, que se extiende y que sirve a la protagonista para sentirse viva. Tan pronto llega a la escuela, el mundo ordenado de la casa y de las veneradas tradiciones se derrumba para dejar al descubierto el dominio mafioso que ejerce el estado. Para mostrar la degradación de un ideario laico que rechaza los valores del Corán y se hunde en la corrupción. Si hubo un tiempo en que reinaba la convivencia ahora se descubre en el otro el origen de todos los males, se busca refugio en las enseñanzas del Profeta y se refuerza el rigor en el cumplimiento de los deberes religiosos. La calle fragmenta la unidad de la familia y el vecindario explota en comunidades ajenas y enemigas.  Los cristianos, los judíos, los alauitas del partido Baas... todos se convierten en sujetos impíos y por consiguiente en una amenaza a batir.

Una auténtica guerra comienza y, a la par que despega la intolerancia religiosa, el estado muestra sus instintos peores y se convierte en una máquina de muerte y represión.

Así, el odio es la energía que alimenta a una sociedad enferma, que necesita levantarse cada día y que pide razones para mantenerse en la lucha. Un odio que invade las conciencias, que cubre el espacio doméstico y que domina a las familias a quienes un bando u otro han arrasado la casa o asesinado a algún miembro. Y también un odio que ha anidado en el estado y lo ha convertido en un monstruo dictatorial que sólo cree en intereses privados e inconfesables y en la fuerza.

El mosaico de tensiones que martirizan hoy a Siria emerge en este Elogio del odio como fruto del primer acto de una tragedia a la que no se ve un fin. Y emerge a través de personas. No es el análisis político el que lo desvela. Es en la intimidad de la protagonista, una adolescente, en sus años de estudiante y en su entorno más próximo como se va definiendo y cómo cobra vida para convertirse en el centro de una obsesión.

Elogio del odio sorprende y sobrecoge. Bajo el manto de la ficción es el retrato de una Siria subterránea que el forastero intuye pero no ve. Es una novela excelente, llena de sensibilidad, atenta a los detalles y sobre todo amarga porque muestra a Siria como un país donde, el autor nos dice, el odio es casi un deber.

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lunes, 19 de noviembre de 2012

Cómo preparar un gran viaje. El manual de los trotamundos



Itziar Marcotegui y Pablo Strubell
Edición de los autores, 2012
269 pp.






Cómo preparar un gran viaje es un manual de ayuda. Un manual exhaustivo con el que abordar el proyecto de viajar, casi, casi, sin plazo fijo, con mucho tiempo por delante, cambiando la vida ordenada y urbana por otra distinta, en movimiento de un lugar a otro, y con otras reglas y condicionamientos. Aborda cómo hacer un viaje que va a suponer, al mismo tiempo, afrontar el reto de una forma de vivir distinta, en lugar de continuar con la vida de siempre, como ocurre cuando se viaja por unos días, a pesar de cambiar de escenario.

El índice del libro muestra una planificación al detalle, toca los temas más diversos. Pero la utilidad de un manual depende tanto del índice de temas como del criterio de quien escribe sobre ellos y ahí radica el interés y la ‘personalidad’ de este Cómo preparar un gran viaje. Itziar Marcotegui y Pablo Strubell llevan a cuestas una amplia experiencia como profesionales y como viajeros. Itziar es psicóloga y Pablo economista. Ambos han trabajado en sus respectivas disciplinas durante tiempo y con éxito. De ahí que sepan de lo que hablan cuando aseguran que una de las etapas de la preparación de un gran viaje es el encaje del cambio de vida que supone dejar el trabajo para entrar en otro el mundo –el del viaje- con sus ritmos distintos y con perspectivas vitales igualmente diferentes. Y que sean conscientes también de que todo lo bueno se acaba y que la reentrada en la atmósfera sedentaria que supone el regreso exige igualmente una cuidadosa planificación para hacerla suavemente y sin los traumas de los aterrizajes bruscos.

Pero si los autores son gente razonable y que sabe lo que significa trabajar y a la vez cultivar la ilusión de hacerle un hueco a la aventura y al deseo de ver mundo, son también experimentados viajeros y escriben su libro después de haber acumulado una larga experiencia.

Pablo Strubell recorrió en solitario la Ruta de la Seda, una aventura que contó en ¡Te odio Marco Polo! y en la que hubo, como en la vida misma, tiempos buenos y también difíciles. Vivió en Turquía y en Malasia y luego, junto a Itziar Marcotegui, emprendió un largo viaje con el que ambos recorrieron África de sur a norte improvisando, desplazándose con los medios de transporte locales y alojándose allí donde encontraban una habitación, fuera medio buena o directamente mala en muchas  ocasiones.

¿Improvisando he dicho? Improvisando pero también después de haber planificado las cosas, porque un viaje largo exige pensarlo bien, anticipar las necesidades y medir los recursos que van a hacer falta. Y este es justamente el origen de este ‘manual de los trotamundos’ que es como se subtitula el libro.

La contraportada no puede ser más explícita ni reflejar mejor el tono directo y la intención práctica del contenido del libro. “¿Cómo elijo la ruta?¿Maleta o mochila?¿Me llevo saco de dormir?... Si sueñas con hacer la Ruta de la Seda, recorrer el Sudeste Asiático, visitar rincones perdidos de América Latina o, en definitiva, emprender una aventura, seguro que te han surgido estas y otras muchas preguntas.”

Y en Cómo preparar un gran viaje están, por supuesto las respuestas a éstos y a muchos más interrogantes. Respuestas de sentido común muchas veces, pero también basadas en la experiencia, que es lo que cuenta. Una experiencia larga y extensa porque a la de los autores se une la de muchos viajeros a los que han preguntado y que han contribuido al libro con sus puntos de vista y con sus opiniones.

Cómo preparar un gran viaje era un libro necesario. Responde a la necesidad de preguntar que siente quien se plantea salir de su casa para recorrer mundo durante un largo período. Y a la necesidad de hallar respuestas fundadas y razonables. Todo ello es lo que ofrecen Itziar Marcotegui y Pablo Strubell en este libro extenso e intenso que ayudará incluso a quienes sin proyectos tan rompedores sientan en su fuero interno el gusto de viajar.

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lunes, 12 de noviembre de 2012

Youma



Lefcadio Hearn
Errata naturae, 2012
122 pp.





Lefcadio Hearn, de familia irlandesa, nació en Grecia a mitad del siglo XIX y fue un personaje extremadamente singular. Escritor excelente, sensible para captar la atmósfera y el detalle de la vida de lugares que no eran lo suyos, vivió en los Estados Unidos antes de emigrar a Japón donde escribió con éxito y donde encontró el país de adopción en el que terminaría sus días.

Durante su etapa americana vivió en Nueva Orleáns y se casó –entonces, además de resultar poco menos que una herejía era una acción ilegal- con una mujer negra. Y allí se familiarizó con la realidad del mundo afroamericano y se interesó por la vida de los negros en el Caribe, cuyo misterio y exotismo le absorbió.

Youma, una novela corta pero de sabor intenso, da testimonio de ello. Se ambienta en la Martinica francesa, una isla que con sus particularidades, era también una muestra de esas Antillas donde se mezclaban blancos, propietarios de las tierras, y negros, la mayor parte de las veces esclavos, para formar una sociedad tan estable y ordenada como insostenible por injusta y condenada a desaparecer.

La contraportada del libro cuenta: “Martinica, una pequeña isla del Caribe bajo el protectorado de Francia, era un paraíso natural donde la vida transcurría despreocupadamente, en mitad de una exuberante vegetación y de un paisaje excepcional. En 1848, cuando el gobierno republicano se hizo con el poder en París, los rumores sobre el final de la esclavitud recorrieron la isla, despertando el miedo y la incertidumbre en los amos y una felicidad llena de esperanza en los esclavos.
Youma es una guapa y joven esclava criada en la lujosa ciudad de Saint-Pierre, ahijada de su ama, la aristócrata Madame Peyronnette, e íntima amiga de la hija de ésta. Cuando estallen las primeras revueltas de los esclavos (…) Youma habrá de decidir si unirse a los de su raza o mantenerse fiel a la que ha sido siempre su única familia”.

Lefcadio Hearn no habla desde la distancia. Escribe poco después de los acontecimientos que narra, cuando están todavía en el recuerdo de muchos y cuando las secuelas de la esclavitud no están resueltas no sólo en las islas sino en los mismos estados del sur de los Estados Unidos. Y trata el tema, se diría que con afecto, desde puntos de vista distintos, desde las posiciones incompatibles que separan a blancos de negros.

Lefcadio Hearn es un escritor ‘moroso’. Se detiene en las texturas del momento, en los paisajes tanto exteriores como interiores, en la belleza de las figuras, de los personajes, de los gestos, de los deseos y de las intenciones tanto como en la de las plantas, los caminos o el cielo. El mundo colonial que presenta en la novela es un mundo grato no sólo para el patrón, que ejerce de patriarca. Lo es también para quienes trabajan para él, para los esclavos a los que protege y a los que ofrece un espacio donde vivir y un trato humano. Se trata de un mundo deliberadamente idílico porque conviene a la tensión que surgirá cuando haya que elegir entre fidelidades opuestas, cuando haya que ponerse del lado de la familia del patrón o del de la familia de los de la propia raza. Pero también es idílico porque el autor quiere destacar lo bueno del mundo colonial que cae hecho añicos con los vientos de revancha que suceden a la emancipación, alentados por el resentimiento, la ignorancia y el interés de quienes esperan sacar partido del final de la esclavitud.

Lefcadio Hearn va en busca de sentimientos íntimos, desvela las aspiraciones y los deseos de todos y al hacerlo los legitima porque todos ellos están cargados de razones. El amor, la fidelidad, la obligada protección de los más débiles, forman parte de las secretas intenciones de cada uno y conviven con un mundo de injusticia que acabará por desbocarse y por imponer el caos.

El Caribe de hoy es el heredero de ese otro Caribe de antiguas plantaciones, de señores y de esclavos. Libros de historia, más críticos y analíticos hablan del mismo momento en el que transcurre la historia de Youma y lo hacen con menos azúcar. Sin duda, el rigor está con ellos, pero la verdad está también con Lefcadio Hearn que, desde la ficción, desarrolla un relato sobre un hecho singular, la extinción de la esclavitud. Un relato con el que abre también los ojos a la vida cotidiana de una época y a la compleja relación entre personas en una sociedad que no pudo sobrevivir. Una sociedad asentada en la injusticia, que había quedado fuera de su tiempo.

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lunes, 5 de noviembre de 2012

Afganistán. Crónica de una ficción



Mònica Bernabé
Debate, 2012
398 pp.





Se supone que la guerra es una excepción y que los países que la padecen abren una especie paréntesis en lo que debiera ser la normalidad para retornar a ella cuando el conflicto se resuelve. Pero el caso de Afganistán no parece ser ese. Lleva treinta años de guerras y todo hace pensar que la vuelta a este estado natural que debiera ser la paz va para largo.

Seguramente por ello hablar de Afganistán es referirse al conflicto. Si el interés de la literatura de viajes es presentar un país tal como es, en este caso no queda más remedio que hablar de esta variedad del infierno que ha marcado la vida cotidiana durante décadas y que ha modelado a varias generaciones.

Y justamente esto es lo que hace el Afganistán que escribe Mònica Bernabé, periodista, interesada al principio en el país, comprometida luego en iniciativas solidarias y convertida finalmente en testigo de primera fila cuando decide fijar su residencia en Kabul. Es muy probable que el interés de libro –que es mucho- radique en este prolongado interés de Mònica, que se mantiene a lo largo del tiempo, y que le permite desmenuzar la situación a medida que pasan los años.

Cualquiera que haya leído los periódicos tiene una idea cabal de lo que ocurre en Afganistán. La caída de un rey, la llegada de una república, la invasión rusa, la resistencia de los guerrilleros, el ascenso de los talibanes, la intervención americana … Todo es relativamente reciente y todo resulta conocido. Pero la realidad es que, como en tantas cosas, la información ha sido parcial y sobre todo confusa. Confusa porque el paso del tiempo ha ido cambiando los parámetros del conflicto y sin darnos cuenta las imágenes que nos habíamos formado han dejado de ajustarse a la realidad y el conjunto se ha convertido en un embrollo.

De aquí el acierto de Mònica Bernabé que parte de la línea del tiempo como eje de su explicación y nos muestra desde el año 2000 hasta el 2012, capítulo a capítulo, o lo que es lo mismo año a año, la evolución del país, la de la vida de sus gentes y la del frustrante intento de normalizar una situación que permita la convivencia pacífica.

Las mujeres son el colectivo sobre el que pone la mirada la autora para hilar el discurrir del tiempo. ¿Y por qué las mujeres? Porque es el grueso de la sociedad sobre el que cae de repente el peso de la represión que ejercen los talibanes. Es tal el exceso de los musulmanes radicales que toman el poder en Afganistán que deja prácticamente a la mitad de la población encerrada en casa, sin escuelas, sin atención médica, sin trabajo, sin espacio en la sociedad, sin derechos de ninguna clase. Pero esta situación insólita, que nace del mismo radicalismo que lleva a sostener a Al Qaeda y que conduce a la intervención occidental, no se resuelve cuando se expulsa por la fuerza al gobierno de los ‘estudiantes islámicos’. Poco a poco, las fuerzas extranjeras que son recibidas con alegría por la población se van enfangando en una realidad compleja en la que pierden el favor de las gentes y también la legitimidad.

El Afganistán en el que perdieron dos guerras los ingleses, cuando estaban en la cumbre de su poder, el mismo país del que la poderosa Rusia tuvo que retirarse después de desplegar cientos de miles de soldados y de intentar fórmulas de progreso con las que atraerse a la población, vuelve a la escena a pesar de los esfuerzos y de las ingentes cantidades de dinero invertidas en nombre de la democracia.

Los avatares políticos entre señores de la guerra, o entre etnias, las alianza naturales y contra natura que se tejen y destejen a lo largo de los años, el aumento de la inseguridad a pesar de los teóricos progresos de la intervención militar y también de instituciones civiles y de innumerables ongs se van desgranando a lo largo del libro y ayudan a comprender cómo, paso a paso, la situación se envenena en lugar de arreglarse.

Pero no todo es política, la vida en las casas y en los pueblos aparece y llama la atención porque es por donde respira el país entero. Los noviazgos y los casamientos se muestran como una realidad dramática que pesa sobre los jóvenes y que condena literalmente a las mujeres. La corrupción, que se ha instalado en todos los ámbitos debido a las tensiones, a las necesidades y también a las oportunidades que genera la prolongada situación de conflicto, aparece con toda evidencia. La vida de los militares, de los extranjeros y de los nacionales, amenazados por ataques y atentados, la presencia de criminales de guerra en el parlamento o en puestos de responsabilidad en el gobierno dibujan un país áspero por un lado, desasistido por otro y para el que no hay soluciones.

Mónica Bernabé lo conoce bien porque lo ha vivido de cerca y porque en su papel de periodista y en el de colaboradora comprometida con los derechos de las mujeres ha tenido que jugar a distintas bandas y que mirar la realidad con ojos y desde intereses diversos. No es cuestión de hacer turismo hoy en Afganistán, pero ello no quita que sea quizás más necesario que nunca conocer el país y las razones del fracaso de cuanto los países occidentales han hecho. La retirada del grueso de las fuerzas norteamericanas anunciada para 2013 abre un escenario nuevo y lleno de incertidumbre. No estará de más hacer inventario, conocer lo que pasó e imaginar lo que está en puertas. Afganistán, crónica de una ficción servirá para ello y ayudará a abrir los ojos al lector sobre una realidad cada vez más confusa, y también apasionante, para quien esté interesado en la historia de esta complicada región de Asia.

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martes, 30 de octubre de 2012

Hacia el trono de los dioses. Por los caminos y senderos de Afganistán, la India y el Tíbet




Herbert Tichy
Altair, 2012
280 pp.





Literatura de viajes cien por cien, ágil, entretenida sin lugar a dudas, fresca, interesante todo el tiempo... Todo esto, y más, nos ofrece Hacia el trono de los dioses, un nuevo título de la colección Heterodoxos, que nos tiene acostumbrados, ya, a textos de lectura grata y siempre recomendables.

¿Y cuál es el secreto de este nuevo libro, escrito hace muchos años y que podría ser uno más de los que escribieron los viajeros en el primer tercio del siglo XX para contar sus aventuras por el Oriente exótico? Pues el primero de estos secretos es sin duda la juventud del autor que comunica al texto arrojo, ganas de conocer mundo, capacidad de sacrificio ilusionada y sin queja, e ingenio para moverse a lo largo del viaje y para contarlo al regreso.

Llama la atención lo actual que resulta este Hacia el trono de los dioses que cumplirá antes de que pase mucho tiempo un siglo. Herbert Tichy tiene veintitrés años y acaba de terminar la universidad cuando decide salir de Viena. “Comprendí -nos cuenta- lo absurdo de limitarme a soñar constantemente en las maravillas de las tierras remotas: debía vivirlas”. Pero como cualquier joven necesita financiación y es consciente de que la edad no lo ayuda, de modo que tiene que sacarse de la manga un proyecto académico por un lado, periodístico por otro y aventurero por el de más allá, que le permita juntar el dinero y conseguir una moto que los fabricantes austriacos Puch ponen a su disposición después de modificarla adecuadamente para afrontar las penalidades del viaje.

La pasión juvenil de Tichy derriba las barreras de entrada. Y pone una sonrisa a los duros sacrificios que debe afrontar con los calores agobiantes del monzón y con los fríos heladores de las alturas en el Tíbet. La juventud allana los caminos con buen humor.

Pero el autor -y es el segundo de los secretos del libro- además de joven se muestra sorprendentemente culto, reflexivo y también 'largo' en sus consideraciones. Juega con el lector y se ríe de los libros que otros autores han escrito contando tremendas aventuras tal y como se espera de quien visita los lugares más exóticos. A pesar de que huye de las exageraciones hace un guiño de advertencia y avisa: “Este es un libro de aventuras en tierras remotas y yo me siento obligado a contar algo emocionante y si es posible truculento”. No hay que defraudar al lector, que espera escuchar del viajero grandes portentos.

La realidad es que Herbert Tichy evita ambas amenazas y traza un relato pegado a tierra donde trata temas que hoy nos resultan actuales y sobre los que Tichy nos da pistas desde su atalaya situada en los años treinta. Nos habla de la situación en Turquía, Irán y Afganistán y de las oportunidades distintas de progreso de los tres países. Nos habla de sus dirigentes convencidos de que hay que modernizar sus países, pero atados por el peso de las tradiciones poco compatibles con los cambios. Comenta la mala imagen que para los de fuera tienen los afganos, a quienes se atribuye un indómito carácter y que él, a través de su experiencia como viajero solitario, encuentra hospitalarios y amistosos a pesar de su aspecto fiero y de sus rudas costumbres. Describe el paso Khyber fuertemente protegido por fortines y alambradas electrificadas por el que hay que moverse en caravana, en un relato que resulta un antecedente del mismo paso estratégico que recorren hoy con protección los camiones aliados que hacen la ruta desde Pakistán a Afganistán. Como se refiere también a la pobre condición de las masas de obreros industriales maltratados por sus empleadores, pero objeto de programas por parte de las instituciones del gobierno indio para alojarlos de acuerdo con los parámetros de una sociedad avanzada.

Pero si la perspectiva social o la política asoma en la narración del viaje, la aventura está también presente y muestra que el recorrido de Tichy es casi una epopeya. Tras la sonriente Birmania, nuestro hombre viaja al Tíbet como un peregrino para alcanzar el sagrado monte Kaylash. Con poquísimos medios y envuelto en toda clase de penalidades efectúa a pie un largo recorrido por las tierras del Himalaya por caminos difíciles y casi inexplorados hasta el momento por los viajeros occidentales que le permiten conocer las tribus perdidas en las montañas, la vida en los lugares más extremos y la devoción más sentida de la infinidad de peregrinos dispuestos a encontrar a sus dioses en las cumbres heladas de la gran cordillera.

Variado y agudo, Hacia el trono de los dioses se convierte para el propio lector en una aventura por la India, por tierras de lo que hoy es Pakistán y Cachemira, por Afganistán, Birmania y Tíbet. Resulta un gran viaje, animado y animoso, al que la colección Heterodoxos de Altair nos invita y que merece la pena aprovechar.

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sábado, 20 de octubre de 2012

Día de visita. Fantasmas depravados, gatos de amor y otros secretos de una cárcel de mujeres





Marco Avilés
Libros del K.O., 2012
187 pp.





Viajar supone moverse. El espacio es fundamental. Por ello, si hablamos de literatura de viajes, puede sorprender un libro como Día de visita que transcurre en una cárcel. De la primera a la última página el relato tiene como protagonistas a mujeres encerradas en la cárcel de Santa Mónica, en Lima. Pero ¿quién ha dicho que un penal no refleje el mundo que hay fuera? ¿Quién puede asegurar que la vida en él no sea una réplica de la que transcurre en su exterior, destacando rasgos que pasan desapercibidos para quienes viven fuera de sus muros y que en su interior se hacen visibles porque la vida es distinta y cambia las sensibilidades?

Marco Aviles, el autor, viene de la escuela del periodismo. Pero se aparta del oficio para entrevistarse, a lo largo del tiempo, con una serie de mujeres encarceladas y para contar sus vidas. Porque en Santa Mónica hay vida. Hay penadas, cada una con su historia pasada, pero sobre todo con una historia presente que muestra que no se detiene la vida. En este caso, una vida asentada en el Perú, donde todo transcurre y donde se materializan ilusiones, deseos, afectos, proyectos y también sufrimientos.

La vida en Santa Mónica es para muchas reclusas como un viaje. Es un paréntesis en el tiempo donde todas viven en un lugar que no les corresponde, lejos de de su ciudad, de sus familias, del entorno que conocen. Pero por ello mismo abierto a aventuras nuevas, a transgresiones, a comportamientos que la necesidad de adaptación pone en bandeja como medio para sobrevivir.

A través de cada una de las reclusas con las que habla y de las que habla Marco Avilés se vislumbra un pedazo de realidad. Pero lo mismo que ocurre en el viaje real, cuando se empieza a hablar el otro deja de ser el extranjero para convertirse en humano -casi en hermano. Nada hay en las mujeres que se expresan a través de Avilés de ajeno o de terrible. En todos los casos aparece una persona que cuenta su vida, su realidad.

Los días de visita en el penal son los días-río que aportan el agua a la vida que discurre en la cárcel. Son los días que tiene Avilés para hablar con las mujeres a las que pregunta, por las que se interesa y a las que pide que le escriban acerca de sus vidas y de sus circunstancias. Aunque, sobre todo, son los días en que entran las visitas, las visitas de hombres, porque en los días de visita de mujeres Avilés no está. Y los hombres, en la cárcel, son mas que nada los maridos, los novios y los amantes. Y también algunos que no son nada de eso pero que van a probar fortuna con las mujeres por aquello de ver si con pequeños regalos y zalemas resulta algún amorío. Porque la necesidad de afecto, la falta de maridos, la vida exclusivamente entre mujeres es lo que más desquicia a las internas en Santa Mónica y lo que convierte los dias de visita en una feria con destellos de luz y también de profundo desencanto.

Sobre todo Perú, pero también Sudamérica entera, asoman tras los muros de Santa Mónica. El tráfico de drogas está detrás de demasiadas de las historias que recoge Marco Avilés y tras él la necesidad de dinero en una sociedad con amplias capas de población sometidas a una vida difícil y presas fáciles para el arriesgado negocio de hacer de soldados de a pie de las organizaciones que se dedican al tráfico.

Día de visita no es un libro estremecedor porque Marco Avilés consigue convertirlo en un relato humano. No hay aleccionamiento moral de ninguna clase en él, sólo una voz -o muchas voces, cada una en su momento- y la mirada del autor que dibuja el entorno y termina de pintar el cuadro que la protagonista en cada caso ha dibujado solamente marcando las líneas maestras.

Día de visita se lee muy bien. Es, sin duda un libro insólito. Representa una mirada diferente sobre una sociedad y es una llamada a favor de las mujeres. Es un libro más que recomendable para quien quiera, acercarse desde un punto de vista ‘excéntrico’ a Perú, pero sobre todo para quien desee conocer mejor el mundo en que vivimos desde una de sus partes: desde esta extraña periferia que es la cárcel.

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lunes, 15 de octubre de 2012

Diario de Rusia

Diario de Rusia

John Steinbeck y fotografías de Robert Capa
Capitán Swing, 2012
235 pp
Al final de la Segunda Guerra Mundial Steinbeck decidió viajar a Rusia no para hablar de política, sino para hablar de personas y de la vida día a día....



John Steinbeck y fotografías de Robert Capa
Capitán Swing, 2012
235 pp





No está mal la idea de acercarse a la Rusia de hoy dando un salto atrás para saber de donde viene. Para conocer cómo era el país hace bien pocos años, porque la política ha condicionado la información y la propaganda de un lado y del otro acabó por crear una imagen confusa e interesada.

Algo parecido es lo que debió pensar Steinbeck cuando, al final de la Segunda Guerra Mundial decidió viajar a Rusia para contar cómo era el país y cómo era la gente. No para hablar de política, sino para hablar de personas y de la vida en el día a día.

Cuenta que la gran diferencia entre los escritores soviéticos y los americanos o los ingleses estaba en que los primeros debían apoyar al gobierno para que prosperara la revolución, mientras que los segundos debían vigilar al gobierno para evitar que el poder acabara perjudicando a la sociedad a la que debía servir.

Esta sospecha frente al poder es la que lleva a Steinbeck a querer conocer de primera mano esta sociedad soviética en la que los americanos veían al auténtico demonio. Y es la que le lleva a escribir el libro menos literario de su carrera porque más que a la razón se atiene a la descripción de los hechos, lugares y situaciones tratando de evitar las disgresiones que hubieran sido la salsa pero que hubieran quitado la neutralidad que deseaba.

Poco literario es efectivamente este viaje a Rusia, pero animado e interesante lo es sin ninguna duda. Y a ello contribuyen dos cosas. Una es la compañía de Capra el legendario fotógrafo que ha estado en la guerra de España, que ha cubierto todos los frentes y que ahora se apunta también a conocer la Rusia de Stalin. Y la otra, esa manera de Steinbeck juvenil y desenfadada, crítica consigo mismo, que le hace lamentarse con humor de sus propias desgracias y que parece más propia de un escritor principiante que de un autor consagrado que recibiría el Nobel poco tiempo después.

Con buen humor y dispuestos a la aventura se enfrentan Steinbeck y Capa a un viaje por la Rusia comunista, un país en situación precaria por su régimen político cuya burocracia lo organiza todo y dificulta muchas cosas también y por el tremendo destrozo de una guerra que ha diezmado a su población y se ha cebado en la destrucción del campo y de las ciudades.

Moscú, Stalingrado, Kiev, Tbilisi forman parte de las etapas que componen el viaje y de esa panorámica que pretende ser un resumen de la vida en Rusia. Cada lugar es distinto porque las gentes son distintas y viven de manera diferente en cada uno de ellos. Moscú es fría, la gente seria y resulta difícil encontrar una sonrisa. Stalingrado ha sido el escenario de una dramática resistencia frente a los alemanes y muestra la vida sorprendente de los habitantes que viven aún entre ruinas y salen de los mismos refugios que los protegían de las bombas para ir ahora a sus trabajos instalados en una aparente normalidad. Kiev, destruida también con una crueldad que sorprende a nuestro autor tiene sin embargo la alegría de la gente meridional, con vestidos de colores en las calles y una cordialidad en los hombres y en las familias desconocida en las gentes del norte. Y Tbilisi y Georgia entera descubren otra parte del país, marcada por tradiciones distintas, por un profundo respeto hacia la poesía, por la fama de gente indomable y de hombres seductores como sólo podían surgir en las confusas tierras del Cáucaso, en el confín de las fronteras al borde del mar Negro.

La Rusia de que nos habla Steinbeck no es, por supuesto, la Rusia que encontraríamos hoy. Es la de una generación anterior, pero es la que ha alumbrado el país que ahora vemos y la que da las claves de mucho de lo que nos sorprende hoy.

La lectura de este Diario de Rusia ayudará a situarnos en el pasado y el presente y será en muchas cosas aleccionadora. Además, y a pesar de su ‘ligereza’ literaria, será también una lectura enormemente entretenida que ofrecerá la oportunidad de curiosear en algunas fotografías de Capa que ilustran el libro y la vida de la gente de la que Steinbeck habla.

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lunes, 8 de octubre de 2012

Bizancio y Venecia. Historia de un Imperio

Bizancio y Venecia. Historia de un Imperio

Giorgio Ravegnani
Antonio Machado, 2012
278 pp
¿cuál es el misterio que se esconde Venecia para conseguir llegar a ser lo que fue, para mantener su prosperidad durante tanto tiempo?...



Giorgio Ravegnani
Antonio Machado, 2012
278 pp





Venecia, la república de comerciantes, rica, rodeada de lagunas y plagada de palacios forma parte de esas maravillas que nos ha dejado el pasado. Pero ¿cuál es el misterio que se esconde tras ella para conseguir llegar a ser lo que fue, para mantener su prosperidad durante tanto tiempo? ¿Por qué su magnífica catedral de San Marcos está rematada por cúpulas de apariencia oriental, por qué sus mosaicos respiran los aires de una tradición bizantina o ese león alado que ha sido su enseña y mira más a Oriente que a Occidente?

Venecia es una excepción entre los estados de su entorno y buena parte de esta excepción viene determinada porque su historia aparece ligada al imperio bizantino con una intensidad que no ha tenido parecido en ningún otro reino o república del Mediterráneo.

Bizancio y Venecia nos habla de ello en un detallado repaso de los acontecimientos que sucedieron desde la caída del Imperio Romano hasta la de Constantinopla y que nos muestran a Venecia como un estado cuyas políticas desbordaron con mucho el marco de la ciudad y se extendieron al conjunto del Mediterráneo. Milagro no hubo ninguno para explicar el éxito de la república veneciana, más bien al contrario. Lo que hubo fue una interminable sucesión de movimientos para asegurar su supremacía comercial y para convertirse en una auténtica potencia marítima.

Con la mirada puesta en Roma, el occidente mediterráneo perdió de vista este gran imperio que fue el bizantino y que se mantuvo hasta el siglo XV. Venecia, en cambio lo tuvo siempre presente y estableció con él una alianza que duró siglos y que le reportó una enorme riqueza. Los venecianos fueron tan prácticos en su política como poco fiables. Conscientes de su reducido tamaño, defendieron sus intereses comerciales con uñas y dientes y con la eficacia de quien aprovecha todos los resquicios para sacar ventaja de la situación. A pesar del enorme poder de Imperio de Oriente, Venecia supo siempre aprovechar las debilidades de éste y venderle su apoyo al precio más elevado. ¿Y cuál podía ser el apoyo que Venecia podía ofrecer al gigante oriental? Los venecianos, como buenos comerciantes, se convirtieron en maestros de la diplomacia, pero comprendieron enseguida que no había diplomacia sin poder militar. De ahí que crearan una marina de guerra capaz de defender sus propios intereses y de ponerse al servicio de su gran aliado cuando hiciera falta.

Para Venecia la seguridad de la navegación y el acceso a los puertos y a instalaciones sobre las que asentar el comercio era vital. Y no era fácil de mantener cuando la aparición de nuevos actores cambiaba continuamente el reparto del poder a orillas del mar. Por un lado, los musulmanes que hacían su aparición por el norte de África, por otro, los piratas y señores que recalaban en la costa Dálmata, por el de más allá, los normandos asentados en Sicilia y en media Italia y con los ojos puestos en Constantinopla, desde tierra adentro, el Imperio de Occidente ávido de riquezas, desde el conjunto de Europa, los distintos reinos y señoríos asociados en las cruzadas y que no dudaron en apoderarse de las tierras del imperio bizantino, desde oriente, los zares búlgaros que entraron en acción presionando sobre el Mediterráneo, de la propia Italia, las repúblicas de Génova y de Pisa declaradas enemigas … todo convertía al escenario marítimo en el que se asentaba Venecia en un espacio peligroso e inestable donde era preciso mantener las posiciones. Embajadas, maniobras políticas y alianzas unas veces con unos y otras con otros, unidas a una flota de guerra de primer orden fueron las herramientas sobre las que los venecianos basaron su capacidad de convicción.

Venecia, durante siglos, supo manejar los hilos que le permitieron ocupar un espacio privilegiado y con los que consiguió atraer las riquezas que la hicieron una ciudad extraordinaria. Bizancio y Venecia nos cuenta detalladamente el cómo ocurrió todo ello y al hacerlo nos dibuja también una historia del Mediterráneo en buena parte desconocida.

La visita a las magníficas ciudades italianas, guía en mano, acaba reduciendo la mirada a escenarios muy pequeños, urbanos o regionales como máximo. Giorgio Ravegnani, el autor del libro, expande la visión y hace del Mediterráneo entero el teatro donde se mueven los actores y se ventilan los intereses de unos y otros. Intereses vitales por los que transita la Edad Media y que ponen las bases de la Europa del Renacimiento.

Bizancio y Venecia es una lección de historia que sitúa a la ciudad de los dogos y, con ella, a todo el Mediterráneo oriental en contexto. Sin duda, ayudará al viajero a ver con ojos más expertos no solo a Venecia sino a toda esta región que va desde Italia hasta Constantinopla y le permitirá disfrutar más todavía de este conjunto único de ciudades y lugares que reúnen un pasado común y un patrimonio histórico y cultural inigualable.

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lunes, 1 de octubre de 2012

Un dragón en el corazón

Un dragón en el corazón

Olivier Page
Altair, 2012
227 pp.

Un dragón en el corazón sorprende, interesa desde la primera página y se lee con rapidez. Difícil será que después de tenerlo entre las manos, el lector no sienta el deseo de visitar Vietnam...



Olivier Page
Altair, 2012
227 pp.





“Si vertimos la influencia china taoista, confucionista, budista, francesa cristiana, el ascendiente del bloque socialista y la globalización en un tubo de ensayo y lo calentamos (…) el resultado es Vietnam.”

Se acostumbra a presentar Vietnam como un país de gente distante, no áspera, pero tampoco cálida. Sin duda, la falta de comunicación entre un occidental cualquiera y un vietnamita, la distancia que separa la cultura de unos y otros, la diferencia de costumbres y de vida ayudan poco a que se establezca una relación fluida y a que surja este entendimiento espontáneo que leemos como cordialidad. Vietnam cae muy lejos y pudiera resultar un mundo opaco. Por eso Un dragón en el corazón sorprende, interesa desde la primera página y se lee con rapidez. Difícil será que después de tenerlo entre las manos, el lector no sienta el deseo de visitar el país y difícil también que no vea Vietnam con ojos distintos de aquellos con los que hubiera visto el país antes de la lectura.

Olivier Page es un profesional de la literatura de viajes. Un profesional en el sentido más positivo. Sabe cómo introducir al lector en el tema, sabe sacarle partido al lugar, sabe moverse para encontrar temas, personas y situaciones relevantes para el lector y es un hábil escrutador de la realidad para hacerla comprensible e interesante. Pero además, por encima de un profesional, es un escritor humano. El concepto de humanidad lo lleva en su escritura y también en su mirada.

Casi nunca, la literatura de viajes es objetiva. Todo lleva a sentir aprecio sobre aquello de lo que se escribe, sobre el país, sobre la gente… y en este caso no podía ser de otro modo. Olivier Page reconoce su admiración por los valores de los vietnamitas, por su tenacidad, por su capacidad de sacrificio, por su industriosidad y también por su humanismo. Un humanismo que hay que entender como un sentido de humanidad profundo que percibe en las gentes con quienes se encuentra y que da al texto que escribe y a las sensaciones que transmite un tono contenidamente poético.

Nada más sorprendente que descubrir que hay poesía en Vietnam cuando la experiencia del país ha sido históricamente –y sin necesidad de remontarse a muchos años atrás- tan traumática. Vietman hoy es un país luminoso. Así nos lo describe Page, que habla de Hanói o de la antigua Saigón como ciudades jóvenes y vitales con los ojos puestos en el futuro y envueltas en una prosperidad nunca antes conocida. Los cambios rapidísimos en las ciudades y en las familias y en las condiciones de vida no rompen sin embargo el hilo que permite mirar a un pasado reciente donde la guerra y sus secuelas aparecen con fuerza.

Oliver Page juega a dos bandas, cuenta lo que ve, pone las cosas en contexto, da información y argumentos, pero reserva una buena parte del libro a las voces de otros. Se retira del primer plano y muestra cómo son los numerosos personajes con los que se encuentra. Personajes que conocía ya como resultado de viajes anteriores o que conoce de nuevas porque son singulares y se las arregla para que lo reciban. Intelectuales, ancianos ya pero de mente viva, viejos comerciantes que fueron ricos antes del socialismo y que se adaptaron al presente, artistas de vanguardia que vivieron las contradicciones de la ortodoxia en la ideología, modelos de revista y de alta costura, campesinos, viejos militares que se dejaron la piel luchando por la independencia del país y contra los norteamericanos… Un largo desfile de personas muestra la realidad de este nuevo Vietnam, renacido y optimista. Y da pie a descubrir estas virtudes que Page destaca y entre las que sobresale la falta de rencor hacia el pasado.

Vietnam rueda ya a toda velocidad en esta pista de despegue que supone abandonar la pobreza y entrar en la modernidad. Dentro de unos años, dice Page, seguramente Hanoi o Ho Chi Minh no se distinguirán de Seul o de Bangkok saturadas de coches y de edificios altos. Pero hoy no hemos llegado todavía a este punto y el país que encontramos conserva muchos de los aromas heredados del pasado. Por eso la lectura  de Un dragón en el corazón es oportuna. Lo es porque nos da las pistas para reconocer un Vietnam que se acaba y que tal como es hoy resulta admirable y lleno de atractivos.

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lunes, 24 de septiembre de 2012

El viaje a Persia, desde la antigüedad hasta nuestros días

El viaje a Persia

Alfred G. Kavanagh
Olañeta e Indica Books, 2012
330 pp

Kavanagh va a hablarnos en este nuevo libro de los que viajaron a Persia a lo largo de los tiempos, de las noticias que nos trajeron y también del contexto en el que hicieron sus viajes...



Alfred G. Kavanagh
Olañeta e Indica Books, 2012
330 pp





Alfred Kavanagh se estrenó en el tema de Irán con un libro imprescindible para quienes quieran conocer el país, su historia y su cultura. Irán por dentro es un libro enciclopédico y sin embargo manejable. Llamarlo enciclopédico es tanto como disuadir al lector ante la perspectiva de un texto monumental e inabordable. Nada de eso es Irán por dentro, que, sin embargo, abarca un sinnúmero de aspectos, todos ellos de interés, cuya suma, a la manera de un mosaico, retrata a ese Irán complejo, profundo y de larguísima historia, y siempre apasionante para el lector.

Alfred Kavanagh sigue ahora dándole vueltas a Irán con un libro más ligero. Un libro que como objeto es un regalo por su formato y por lo cuidado de una edición que tiene en Olañeta asegurada la atención a los pequeños detalles y al gusto por lo perfecto. El pequeño formato de El viaje a Persia indica, ya, que estamos en algo próximo al juego, es decir, que nos acercamos al territorio del capricho.

Por otro lado, si Irán por dentro centraba la mirada en el mensaje, que en este caso era Irán, en El viaje a Persia lo relevante es el mensajero. Kavanagh va a hablarnos en este nuevo libro de los que viajaron a Persia a lo largo de los tiempos, de las noticias que nos trajeron y también del contexto en el que hicieron sus viajes.

Si El viaje a Persia he asegurado que es un libro más ligero que hermano mayor, Irán por dentro, no quiere decir por ello que sea un libro liviano. Kavanagh se muestra en él como un conocedor exhaustivo del tema, un tema que va desde la Antigüedad, desde Jenofonte o Herodoto, hasta nuestros días lo que significa un arco en el tiempo que cubre la historia entera y que al cubrirla suscita temas variados y complejos.

Para empezar, trae a primer plano el significado de la diferencia entre Europa y Asia que se plantea desde los griegos. Porque esta diferencia, en buena parte real, tiene también mucho de imaginario. Surge desde antiguo en cada viaje tanto a través de los prejuicios que lleva consigo el viajero como de la digestión que hace Europa de las noticias que trae a la vuelta. Las particularidades geográficas, las políticas, las culturales... conforman un relato que se va acumulando a lo largo del tiempo a través de sucesivas idas y venidas. En determinados momentos es el afán de conquista lo que mueve al viajero, en otros el de obtener beneficio a través del comercio, en otros las alianzas políticas que buscan canales diplomáticos para asentarse, en otros el gusto por aventura o la curiosidad intelectual... El foco del viajero se va desplazando y el viaje a Persia se convierte en el fondo en un juego de miradas que como tantas relaciones son miradas a dos, es un juego recíproco que alimentan todas las partes y que se convierte en un ejercicio vivo que sólo en apariencia se ha mantenido igual a lo largo del tiempo.

Con rigor, con información exhaustiva, con pequeños descubrimientos que amenizan la lectura, Alfred Kavanagh nos lleva de la mano en ese viaje en el que aparecen escritores, geógrafos, comerciantes, militares, cortesanos, religiosos... y que termina en el Irán de hoy.

Con tanto viajero como ha ido acumulando la historia, el autor no ha querido olvidar el presente. Y para ello le dedica un espacio al viajero de hoy y en la última parte del libro le trae noticias del Irán actual lo mismo que las trajeron los viajeros antiguos cuando escribieron el relato de su periplo. Un apéndice titulado Guía de Irán para el viajero moderno ofrece indicaciones y consejos de todo tipo. Unos consejos, además, que serán bien recibidos en la medida en que una 'teocracia democrática' constituye un exotismo en el mundo de hoy que requiere claves para su comprensión. Kavanagh ha vivido en Irán y lo conoce a fondo. Lo suyo, además de la historia, es el presente también y acercándose a él, los lectores tendrán ocasión de conocer el país real con informaciones muy diversas y oportunas con las que satisfacer su curiosidad.

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lunes, 17 de septiembre de 2012

Suicidio perfecto

Suicidio perfecto

Petros Márkaris
Tusquets, 2012
400 pp.

Grecia merece salir a la luz, y es bueno que sea a través de la literatura, para que su imagen recupere el equilibrio...



Petros Márkaris
Tusquets, 2012
400 pp.





Otra vez Grecia y no será la última, porque acaba de aparecer el último libro de Márkaris -La espada de Damocles-, esta vez de artículos que ha escrito para periódicos y que no va a tener desperdicio para situarnos en la Grecia de hoy.

Y esa es justamente la intención –la de situarnos en la Grecia de hoy- que nos lleva a hablar del que hasta el momento era último libro publicado en España que protagoniza el comisario Jaritos. La maltratada Grecia, la que carga hoy con la imagen de poco fiable, la que votó a políticos tramposos, la que vivió de cigarra cuando sus vecinos del norte hacían de hormiga, la que hizo de mangas capirotes a la hora de presentar las cuentas a unos socios que pensaban estar invirtiendo en desarrollo cuando el dinero se evaporaba al sol, esa Grecia merece salir a la luz, y es bueno que sea a través de la literatura, para que su imagen recupere el equilibrio entre puntos de vista encontrados y, sin duda, exagerados.

E interesa hablar de ella cuando Europa empieza a ver España con ojos parecidos a los que ha empleado para Grecia y cuando España empieza a comprender las penalidades por las que pasa su vecina del otro lado del Mediterráneo y observa con incredulidad y en carne propia el repentino discurrir hacia la pobreza.

¿Cómo es Grecia hoy? En realidad quedaba explicado en la anterior novela de Márkaris, que refleja por todos los poros el alcance de la crisis. Con el agua al cuello, en melodía de intriga policiaca, retrataba la cotidianidad del país hundido en los recortes, con manifestaciones y protestas encendidas, con miseria en las calles, con el desasosiego de no poder pagar una buena educación a los hijos, con las quitas en los salarios y en las pagas de trabajadores que cumplían con su trabajo… También mostraba el rencor hacia esta Europa de tinte alemán y maneras dictatoriales, que contribuyó al desaguisado y que mira ahora a los griegos como los únicos responsables sobre los que cargar los platos rotos y la miseria moral que suele acompañar a quien no ha hecho lo suficiente para ser rico.

Dura reprobación hacia los hombres de negro destilaba Con el agua al cuello y también una premonitoria solidaridad con España. La familia Jaritos, apuesta sin condiciones por la Roja que se juega el título en el Mundial y cuya victoria celebra como si a través del fútbol la justicia redimiera a los débiles frente a los poderosos. Y tiene gestos de solidaridad como la compra de un Seat Ibiza por aquello de que, puestos a comprar, que sea el coche de otro de los países en capilla el elegido en lugar de darle negocio a los opulentos de Centroeuropa endiosados e insolidarios.

¿Pero cómo se llegó a esta situación de la que nos habla Con el agua al cuello? Nos lo cuenta Suicidio perfecto. Pero aquí la campaña de prensa de la editorial ha jugado con la confusión interesada, porque este nuevo titulo, que se ha presentado como una nueva incursión de Márkaris en la crisis griega, es en realidad un libro anterior a Con el agua al cuello que no había sido editado en español y del que no había noticias en nuestras librerías.

Y a pesar de ello, es un antecedente, más que interesante, de la Grecia de hoy. Trata de los años previos a los Juegos Olímpicos de Atenas y, por consiguiente, de la época de los grandes negocios, del dinero abundante y de las burbujas que daban vida al país. Es decir, de unos negocios, un dinero y unos despilfarros que daban a unos griegos más vida que a otros y que abren el camino a la situación a la que hemos llegado hoy. Porque si algo tiene la novela negra es la capacidad de desvelar las zonas oscuras que la apariencia superficial no deja ver. La Grecia de Suicidio perfecto es ya una Grecia en crisis. Todo parece ir bien, pero la historia reciente, las sombras de la corrupción, la ficción de las grandes obras olímpicas traslucen una abundancia con pies de barro.

Jaritos es el prototipo del policía mediterráneo. No vive como sus colegas nórdicos en un sórdido apartamento, no madruga ni malvive en una atmósfera fría y oscura, no encuentra por la noche una nevera vacía o un plato insulso que meter en el microondas. Nuestro comisario se asa de calor, maldice el desorden de la ciudad, tiene mujer e hija, le gusta la comida, piensa en las vacaciones… y sufre las deficiencias que conoce bien de la Grecia donde vive.

Políticos, hombres de negocios, periodistas, viejos militantes se mezclan en Suicidio perfecto con el minúsculo equipo de Jaritos que debe desentrañar una extraña sucesión de muertes de personajes ilustres, que se producen en vivo y en directo, y que acaban por inquietar al gobierno. La vida cotidiana, el ambiente en Atenas, los temas que preocupan en la calle y las reflexiones certeras unas veces y desconcertadas otras de Jaritos muestran una Grecia de ficción pero más real que la que nos dejan hoy las imágenes que vienen de Berlín o de los portavoces de las instituciones económicas de Europa.

Suicidio perfecto constituye un antecedente que ayuda a poner orden al desconcierto de hoy, a la esquemática e injusta imagen con la que cargan los griegos. Pero es también, y quizás había que haberlo dicho al principio, una divertida intriga con sus correspondientes sorpresas que tendrá al lector entretenido mientras trata de adivinar, de la mano del entrañable comisario Jaritos, el misterio que se oculta tras esa extraña ola de suicidios.

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lunes, 10 de septiembre de 2012

Chico zigzag

Chico zigzag

David Grossman
Debolsillo, 2012
381 pp.

En Chico zigzag Grossman presenta a Israel como sería cualquier país del mundo, como si fuera otro país. Y eso es justamente la noticia ...



David Grossman
Debolsillo, 2012
381 pp.





Es tal el peso de la política, del conflicto en que vive, de la violencia sobre la que se ha instalado, que es difícil pensar sosegadamente sobre Israel. Pensar sin que asome y sin que domine el horizonte la particular situación que a los ojos del de fuera hace del país una especie de infierno.

Por ello es relevante lo que en cualquier otro lugar no lo sería. Es importante mostrar el lado humano, un Israel humano donde nada habla de la tensión que enfrenta al país con sus vecinos, ni de la crueldad que acompaña al estado judio.

En Chico zigzag Grossman presenta a Israel como sería cualquier país del mundo, como si fuera otro país. Y eso es justamente la noticia y el punto principal para quien quiere acercarse a Israel tanto como seguir la trama de una narración imaginativa, entrañable y con puntos de gran carga emotiva.

El centro del relato es un niño. Él es quien cuenta la historia, tan poco real que el lector se pregunta si no será un sueño. No lo es. Empieza el libro como una aventura. Nono, el personaje principal, debe ir de Jerusalén a Haifa en vísperas de su Bar-Mitsvá, la gran celebración judía que a los trece años da la bienvenida a los chicos al mundo de los adultos y convierte a los chicos en hombres responsables. El viaje es en tren y todo aparece en contra de los deseos de Nono.

Decir que Nono es hiperactivo es decir poco. Es insoportable para sí mismo, lo siente y lo explicita al lector a través de sus ocurrencias y reflexiones de manera magistral. Pero el viaje se tuerce y despega hacia una aventura alocada en la que nada parece encajar con la realidad. Un personaje sorprendente, un anciano, se entromete en el curso del viaje y con él arrancan una sucesión de sorpresas que empiezan pareciendo juegos atrevidos para la diversión de un chaval predispuesto a cualquier travesura y siguen por vericuetos mucho más profundos que ni el niño ni el lector imaginan.

La vida de Nono, cambia con el encuentro con tan singular personaje. No es la celebración judía la que hace de él un adulto. Es todo lo que va conociendo de su propia vida en una enfebrecida huída hacia delante lo que abre el espíritu de Nono y le hace reconocerse distinto y mucho más rico humanamente de cómo se veía antes.

Chico zigzag no es un libro ‘edificante’ ni dulzonamente moral. Es un libro duro como la vida, además de divertido y sorprendente. Es un homenaje a Nono, insoportable y con una vida que no ha sido fácil, pero agudo, reflexivo, sensible y consciente desde su curiosa marginalidad. Y es un ejercicio literario –uno más- de Grossman que consigue con unos insólitos elementos de ficción armar un relato intrigante y emotivo.

Israel no aparece en el libro. O sí. Aparece tan calladamente, con tanta normalidad, envuelta en aventuras tan humanas y tan ficticias que parece un país distinto del que conocemos por las noticias. Esa es la novedad de Chico zigzag y esa puede ser la excusa para dejarnos llevar a un mundo de aventuras que sin duda nos entretendrá a lo largo de todas las páginas del libro.

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lunes, 3 de septiembre de 2012

La Toscana en tren de vapor

La Toscana en un tren de vapor

Carlo Collodi
Gadir, 2012
167 pp.

Tanto como un libro de viajes, que lo es, La Toscana en un tren de vapor es una curiosidad. Es, como el subtítulo del libro indica, "Una novela-guía humorística"...



Carlo Collodi
Gadir, 2012
167 pp.





Tanto como un libro de viajes, que lo es, La Toscana en tren de vapor es una curiosidad. El subtítulo del libro, Una novela-guía humorística, indica ya que no es un libro al uso y que sus intenciones van más allá de contar lo que se ve y lo que se siente viajando por la mítica región italiana.

Estamos ante un libro de no demasiadas páginas, 164, hecho así con intención. Para el autor, que escribía hace más de cien años, debía servir de entretenimiento a los lectores durante el viaje desde Florencia a Liborno –o al revés- en un trayecto que, a pesar de que no se efectuaba en un tren de alta velocidad, tampoco daba para una lectura demasiado extensa.

A mediados de siglo, del siglo XIX, por supuesto, se construyó la línea de ferrocarril que unía las dos grandes ciudades de la Toscana. Florencia era la capital de la cultura, pero era una ciudad de interior con lo que ello supone a la hora de relacionarse con el mundo y de estar a la vanguardia de la modernidad. Liborno en cambio, era la vitalidad hecha ciudad, con su puerto importante, su rápido progreso y sus gentes más orientadas a la industria que a la conversación. La línea de tren, conocida como La Leopolda era un prodigio de la ingeniería en los tiempos que corrían y una obra que había costado un montón de dinero. Era un auténtico acontecimiento que había revolucionado la región.

Un librito que entretuviera a los viajeros y les contara sobre el tren, sobre los lugares que pasaba y sobre los demás viajeros resultaba un negocio al que un impresor avispado no podía renunciar. Y un escritor con desparpajo para hacer entretenida la lectura resultaba imprescindible. Debía ser un escritor ocurrente, pero tampoco tan famoso como para que su aportación costara un ojo de la cara.

Carlo Collodi fue el elegido y nadie mejor que él porque ocurrente lo era, irónico también, culto lo parecía y famoso todavía no. Famoso lo sería después de haber escrito el más célebre de los cuentos italianos: Pinocho.

La Toscana en tren de vapor es un libro irregular porque toca todos los palos y los organiza de modo que el lector –el lector de la época- más que un relato, tuviera un entretenimiento entre las manos y no estuviera obligado a mantener durante mucho rato la atención. En algún momento el libro finge ser una guía, pasando muy deprisa sobre los monumentos o los lugares más relevantes de las ciudades y pueblos por los que pasaba el ferrocarril. En otras ocasiones dirige su atención a las características del tren, a las locomotoras, a los ingenieros que lo proyectaron, a las estaciones que hubo que construir. Pero con lo que Collodi se divierte y se propone divertir al lector es hablando de la gente, de los viajeros y de los tipos humanos que viven en la región. Ahí es donde el libro juega a la parodia y con la excusa del tren se atreve a criticar a la sociedad entera y a las manías y las modas del momento.

Como diversión, arremete contra el progreso y amplifica sus malévolos efectos. Afirma con sorna que la sociedad es un campo de batalla y que la modernidad ha llevado a la gente a pertenecer o a la clase de los acreedores o a la de los deudores y que todos son presa de una fiebre universal que es la de la ganancia inmediata. En consonancia con lo moderno ensalza la máquina y lamenta la miserable costumbre de caminar: “no conozco en la faz de la tierra un ser más decaído que el Hombre-peatón”. Con humor hace al mismo tiempo una elegía al progreso y una advertencia sobre sus graves amenazas. Reclama los derechos de la tradición sobre lo que ahora llamaríamos las ‘tendencias’ y se ríe de que a lo bello, los más modernos del momento lo llamen lo ‘chic’ y que lo antes debía ser majestuoso quede reducido a lo ‘confortable’ y que la música, en lugar de ser armónica, discurra a base de chirridos para ir con el signo de los tiempos.

Un entremés de tipos humanos, de chismorreos, de temas de lo más diversos, de costumbres y manías, de historia y de historias, y de pequeñas pullas lanzadas aquí y allá ameniza el libro y el supuesto viaje de aquellos a los que iba dirigido. Hoy la lectura sigue siendo entretenida y ofrece la ocasión de asomarse a una Toscana de finales del XIX, mucho más provinciana de lo que es ahora y cuyos reflejos se encuentran solo en esta literatura curiosa sin pretensiones pero fresca y divertida.

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domingo, 19 de agosto de 2012

Elogio de Bruselas

Elogio de Bruselas

Rui Vaz de Cunha
Carena, 2012
246 pp.

Resulta que hemos vivido engañados por una imagen injusta y que Bruselas no es la ciudad seria y aburrida que se supone ...



Rui Vaz de Cunha
Carena, 2012
246 pp.





Solamente empezar, el lector descubre que Rui Vaz de Cunha es socarrón y que esa Bruselas de la que va a hablar no es la ciudad seria y aburrida que se supone. Resulta que hemos vivido engañados por una imagen injusta, difundida por quienes no han sabido ver la ciudad y por la historia, discreta y poco airosa, para lo que debiera ser una capital europea.

Elogio de Bruselas mira todo el tiempo tangencialmente y consigue así una visión de la ciudad nada habitual y en buena medida sorprendente. Bruselas no se ha sabido vender y quienes se pusieron a ello, como los franceses, lo hicieron cargados de prejuicios. Francia siempre vio a los belgas como la gente torpe y propicia a quedar en ridículo en los chistes más tontos. No vio a Bélgica como un país llano sino como un país plano.

Por eso hace falta un portugués, Rui Vaz, para rescatar el buen nombre de la ciudad y llenarla de las virtudes que los forasteros no han sabido ver. El problema no es que a Bruselas le falten méritos, el problema, como el de sus escritores, que también los ha habido, es de ‘distribución’, es decir, de marketing. Y de ese clima gris y poco propicio que agobia a los funcionarios internacionales y a la gente de paso que se queda únicamente en los detalles.

Bruselas es una ciudad rara, para Rui Vaz de Cunha, porque siendo una capital, lo es a la inversa del resto de capitales. Con ironía, pero con buen ojo histórico, advierte que mientras los distintos países se las arreglaron para crear sus propias capitales, Bruselas lo hizo al revés. No fue capital hasta el siglo XIX, porque Bélgica no existía como país. Parece que las potencias europeas crearon Bélgica para darle a Bruselas un papel, de modo que la ciudad se convirtió en capital cuando estaba acostumbrada a vivir a su aire.

El aroma portugués del autor recorre el libro y el lector descubre enseguida que es un artificio. Es un artificio que permite jugar con el compadreo de los países pequeños que se sienten hermanados por su falta de importancia y por ser el resultado de los empujones de los grandes. El pequeño puede jugar por libre y, como hace nuestro autor, entretenerse en contar grandes y pequeñas historias sobre la ciudad que pasarían desapercibidas a un escritor más serio.
Pero es que Rui Vaz de Cunha, es él mismo una ficción en la que se amparan con humor los verdaderos autores, que son dos, uno Ignacio Vázquez Molini, funcionario europeo, y  otro Jaime-Axel Ruiz Vaudrihaye, madrileño y bruselense, según cuentan ellos mismos.

Elogio de Bruselas es un homenaje desenfadado a esa ciudad maltratada por su imagen roma y un homenaje también a sus habitantes, gentes con ironía y amables que han sabido descubrir el ‘difícil y equilibrado arte de vivir que parece la característica principal del alma de Bruselas’.  Las calles, la vida de los bruselense y de los funcionarios, algún que otro restaurante, alguna iglesia, retales de historia, la mano de la masonería, viejos oficios y nuevos edificios, escritores, pintores e intelectuales, los comics, los valones y los flamencos desfilan por las páginas del libro en una especie de conversación suelta con la apariencia de un chismorreo pero fundada en un conocimiento exhaustivo y en un declarado amor a la ciudad.

Bruselas merecía alguien que la reivindicara y la sacara del universo frío de las ‘directivas’, las comisiones, las fotografías y los discursos que proyectan hoy su imagen menos grata. Rui Vaz de Cunha, ese portugués de ocasión que oficia de autor de este libro, lo hace con gracia y con amplitud de miras, cuenta una y otra historia, unas veces importante y otras de pura anécdota, y ofrece al lector la ocasión de entretenerse un buen rato y de abrir los ojos a una capital que, sin que nos diéramos cuenta, resulta que está llena de encantos.

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lunes, 6 de agosto de 2012

El zorro ártico

El zorro ártico

Sjón
Nórdica Libros, 2008
131 pp.

El zorro ártico es un libro sorprendente en la forma y en el contenido, como sorprendente es también la afirmación de que se trata de la obra más importante de la literatura islandesa actual...



Sjón
Nórdica Libros, 2008
131 pp.






Si es usted un lector convencional, verá seguramente con aprensión este librito que supera por no mucho las cien páginas y que en su principio parece construido a pequeñas raciones más parecidas por su forma a unos poemas que a los párrafos que componen una novela o un cuento escrito en prosa.

El zorro ártico es un libro sorprendente en la forma y en el contenido, como sorprendente es también la afirmación de que se trata de la obra más importante de la literatura islandesa actual. No se dice eso de un libro a menos que sea realmente singular.

El zorro ártico se lee de un tirón. Y consigue crear emoción en el lector a base de elementos sumamente escasos. Tan escasos como los que proporciona esta Islandia cubierta de hielo y nieve, hecha un desierto blanco que rompe solamente el negro de alguna roca y el hilo de la vida del cazador y del zorro, solos en un universo donde no parece existir nadie más. Es Islandia. No hace falta contar más. Sabemos que la escena ocurre al final del XIX. Pero los elementos que aparecen en ella son pura sustancia y el discurrir de los acontecimientos intemporal.

La extrema dureza del entorno pone en situación al lector y describe un país donde se impone con fuerza la naturaleza. Pero al contrario de lo que podría parecer se trata de una naturaleza amiga, a pesar de su rigor. Deja espacio para la alegría, para sentir en la nieve y el frío la atmósfera cálida del hogar, de un mundo conocido y familiar.

En la descripción que hace Sjón todo es mínimo. Lo es la diferencia de los colores, lo son los movimientos, lo es la calculada reacción del cazador y de la presa. Y lo son los medios con los que se expresa el autor. Se diría que estamos ante algún tipo de expresión poética si la poesía consiste en aplicar las palabras justas. Nada sobra en el relato que muestra un lugar donde nada sobra. Ni el calor, ni la luz, ni la compañía de otros seres.

Como si se tratara de cuentos alejados unos de otros, la narración de Sjón cambia de situación y dibuja algún escenario y algún personaje nuevo, siempre en un ambiente físicamente gélido y anímicamente contenido. La vida es estricta, los demás aparecen desdibujados como a través de la ventisca y las relaciones entre unos y otros suspendidas en el aire y distantes como corresponde a gentes que aprendieron a vivir en soledad.

La literatura islandesa bebe de tradiciones mágicas, de personajes que viven en las entrañas de la tierra, de animales con atributos extraños, de árboles y de rocas encantados. En El zorro del ártico la condición mágica de la vida asoma también porque la tierra islandesa hace casi inevitable que la naturaleza hable y se exprese en términos sobrenaturales. La misma calidez con que la nieve acoge a la vida, anima a la naturaleza que se mezcla en el destino de los hombres y juega con ellos caprichosamente.

Las más hondas esencias de Islandia emergen en esta narración extraordinaria que mezcla la aventura, el recuerdo, los afectos, la descripción de la tierra … y cuya fuerza mantiene al lector atento, como embrujado también, por esa magia invisible que rodea a todas las cosas.

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