miércoles, 26 de marzo de 2014

El héroe discreto

El héroe discreto

Mario Vargas Llosa
Alfaguara, 2013
392 pp.

Perú y una buena ración de excelente literatura se combinan en 'El héroe discreto' para placer del lector ...


Mario Vargas Llosa
Alfaguara, 2013
392 pp.





Si hay alguien que no necesita reseñas porque sus libros ocupan espacio en periódicos y revistas culturales incluso antes de llegar a las librerías es Vargas Llosa. Vaya pues por delante que no se trata aquí de dar noticia de un libro de sobras conocido y aireado por todos los medios de comunicación. Un libro, por lo demás, excelentemente escrito, con una trama que despierta interés desde el principio y que se sigue, con una lectura ágil, hasta el final.

Hay quien dice que el libro pierde intensidad a medida que avanza. Puede ser. Pero en mi opinión, la curiosidad por el desenlace sigue viva de principio a fin y, a lo largo de sus páginas, el libro ofrece al lector todo el placer que destila la buena literatura.

¿Por qué, pues, seguir hablando de este ‘héroe discreto’ cuando hace ya meses que apareció publicado? La respuesta, para un espacio dedicado a la literatura de viajes como es éste, es que resulta un magistral ejercicio ‘creación’ de un país -Perú en este caso- para introducir al lector en él y sumergirlo en su ambiente. No hace falta leer más que unas pocas páginas para que a través de las palabras se construya la sólida imagen de la vida tanto en una ciudad de provincias como en la capital peruana con la atmósfera cargada de matices que la rodea.

No estamos hablando del Perú en general. Hablamos de la vida de unos personajes a través de la cual descubrimos un Perú que da la impresión de ser el que ven y sienten los mismos peruanos. No hay una descripción del país. El país surge del día a día, de los accidentes y los incidentes, de las relaciones, de los contactos, de los encuentros, de los recuerdos que rodean a los personajes y que van dibujando tanto la trama como el escenario –Perú- por el que discurre la novela.

Pero la eficacia con la que Vargas Llosa introduce al lector en la atmósfera de su país da la impresión de que no es sólo un ejercicio de buena literatura sino además el resultado de una intención premeditada. Por supuesto el autor es un excelente observador y por ello mismo capaz de recrear la realidad que envuelve a sus personajes.

Pone nombre a restaurantes y a comidas. Cuenta del ambiente de la calle, de los almacenes que bordean las aceras, del discurrir en la comisaría de policía, de los tenderetes callejeros con sus platos de tamales y su Inka Kola. Descubre Vargas Llosa el interior de las tiendas modestas de los barrios humildes a los que el viajero nunca llegará. Repara en las telarañas, en las estanterías ‘añosas’, en las bolsitas de hierbas para vender a los clientes, en los cachivaches y las vírgenes que componen el precario abanico de mercancías que se ofrecen al comprador. Aquí y allá, con apuntes de la realidad de la calle o de la vida, va asentando un paisaje que cobra fuerza casi inmediatamente.

Pero que se apoya, sobre todo, en el recurso a palabras que inmediatamente agitan la imaginación del lector. Vargas Llosa juega con ello porque su hablar no es el de un escritor a secas, es el de un peruano. Los nombres que elige para sus personajes son para el lector pura esencia de Perú: Felícito, Tiburcio, Lituma, Rigoberto, Edilberto, Lucindo, Floralisa… Y los lugares de los que habla vuelven a remitir a las raíces del país andino con nombres del estilo de la Cruz de Chalpón, Las Huaringas, Huancabamba, Jirón de Carabaya, Pucusama, Catacaos o el río Zanjón.

Vargas Llosa no ahorra recursos a la hora de emplear el lenguaje para construir su escena utilizando ese habla peruana que tan determinante resulta. Palabras que sorprenden a cada poco al lector español, que necesita un instante de reflexión para comprenderlas: farrearse, chambear, churre, lisura, descachalandrada, yanacón, chulucano… Ni tampoco elude el uso de esos diminutivos tan ajenos al duro castellano peninsular y que hacen del español un idioma suave y que entiende de afectos: lluviecita, fiestecitas, blanquito, hembrita.

Vargas Llosa es un maestro del lenguaje y en este caso también de la construcción de la intriga. Una intriga provinciana, de trazos más groseros o quizás más humildes, que corre en paralelo con otra intriga, de ambiente capitalino, centrado en familias pudientes y cultas, que parecen desarrollarse como novelas distintas y casi extremas en esa línea que une los polos de una sociedad por naturaleza desigual. La intriga es lo que mueve la novela del mismo modo que la dignidad y la rectitud de los personajes ponen los límites a su desarrollo para convertir el libro entero en una especie de cuento moral con el que Vargas Llosa se permite la licencia de aleccionar, través de la literatura, amparado en la autoridad que dan la madurez y las canas.

No hay que perderse este ‘héroe discreto’, ni la oportunidad de disfrutar de la escritura de un maestro y de unas aventuras que tendrán al lector en vilo a lo largo de todas las páginas del libro.

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viernes, 7 de marzo de 2014

La venganza de la geografía

La venganza de la geografía

Robert Kaplan
RBA, 2013
478 pp.

Hay algunos hilos que tiran de la realidad y conducen su desarrollo. ¿Qué les parecería un libro de instrucciones que ayudara a verlos? ¿Cómo verían que alguien les diera las claves para interpretar, cuando viajan, la vida de la gente y de los países que recorren?...



Robert Kaplan
RBA, 2013
478 pp.





El presente, a pesar de lo abrumador y permanente que puede parecer, es fugaz. Pero se sostiene sobre unas líneas de fuerza de las que no somos conscientes pero lo condicionan y le dan una continuidad que suele ser difícil de doblegar. Esas líneas explican muchas cosas y alguien debiera contarnos dónde están y cómo actúan.

Vistas así las cosas, dispuestos a reconocer que hay algunos hilos que tiran de la realidad y conducen su desarrollo ¿qué les parecería un libro de instrucciones que ayudara a verlos, que sirviera para conocer, mirando desde las bambalinas, el mundo tal como es? ¿Cómo verían que alguien les diera las claves para interpretar cuando viajan la vida de la gente y de los países que recorren?

La venganza de la geografía es de lo más revelador para el lector que no ejerce de estratega o de diplomático sino de viajero, de amante de los viajes y de los países que visita.

Para aclararnos, La venganza de la geografía no es que sea un libro de instrucciones al uso. Es un profunda reflexión y un análisis de las diferencias entre pueblos y países a lo largo del tiempo y en el amplio y variado solar que es el planeta tierra. Es casi un libro de teoría. Pero acaba por aguzar la sensibilidad del lector y por darle los argumentos para comprender el dónde y el porqué de las fronteras. Para explicar las diferencias que han hecho distinta la historia de unos lugares y de otros y que son la expresión de unos genes cuyo ADN reside en la geografía, en las montañas, los ríos, las llanuras y clima que envuelve a la tierra.

Kaplan, además de viajero o de escritor, es un experto en estrategia. La cobertura que ha hecho como periodista de lugares en conflicto muestra -y ha desarrollado también- su interés por la geopolítica y por la búsqueda de las raíces que sustentan el presente y están condicionando el futuro. "Aunque seamos capaces de enviar un satélite más allá del sistema solar, el Hindu Kush sigue siendo una barrera formidable" , nos advierte, y de esta y otras barreras debemos aprender para saber cómo es el mundo hoy y cuáles son los caminos por donde evolucionará mañana.

Porque, asegura Kaplan, el olvido de una geografía que levanta barreras y dibuja caminos ha sido reciente. Se produjo en época cercana cuando la tecnología dio la impresión que podía superar cualquier condicionante y sobre todo con la caída del Muro de Berlín, cuando pareció que el fin de las fronteras había llegado y se iniciaba una era donde países y pueblos iban a poder avanzar sin los lastres del pasado. Incluso los expertos habían caído en el error de no distinguir entre fronteras naturales y artificiales, entre barreras provisionales que construyó el hombre y grandes barreras históricas que estableció la geografía.

La venganza de la geografía es tanto un libro de historia como de prospectiva basado en grandes tendencias. Pero no es un libro fácil, porque está lleno de contradicciones. El pentagrama que representa la geografía y que sujeta los trazos de escritura de la historia se ve continuamente forzado por la acción de los hombres y los pueblos. Uno y otros compiten juegan con el curso de los acontecimientos. Y por ello es tan difícil deducir la fuerza resultante que determinará el futuro.

Kaplan plantea la realidad de Europa considerando un arco de tiempo que va desde las invasiones bárbaras hasta el futuro al que nos asomamos, con objeto de entender lo que es hoy el pequeño continente europeo, dónde está su centro de gravedad y dónde estuvo, cuáles son regiones consolidadas y cuáles regiones de constitución más fluida... Habla de Rusia, de China, de Irán, de los países del Próximo Oriente por los que se extendió el imperio otomano, de India y de México, para tener ocasión de hacer una referencia detallada a América.

¿Y qué tiene que ver todo esto con los viajeros? Tiene mucho que ver porque construye el contexto que ayuda a comprender las diferencias profundas que distinguen a unos países de otros y que no están claramente a la vista. Pero, además, para el viajero representa una importante llamada de atención. La sensación de que el mundo es cada vez más igual, que desaparecen las fronteras y que las mismas tiendas de las mismas marcas están lo mismo en Shanghai, que en París o en Buenos Aires puede haber creado el mismo espejismo que creó en los expertos la caída del Muro de Berlín. Kaplan nos avisa que no, que por debajo de las apariencias, los países siguen siendo distintos y que hay que saberlos mirar para seguir viendo en ellos el carácter diferencial y un presente y un futuro que los distingue de los demás. Una lección detallada, y al mismo tiempo apasionante, que merece la pena aprovechar.

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