Mario Vargas Llosa
Alfaguara, 2016
272 pp.
En la cresta de la ola, Vargas Llosa publica su nueva novela, acompañada de un potente marketing editorial. Por supuesto, es un éxito y es que, marketing aparte, el maestro escribe de maravilla y tiene oficio para trabar una historia de ficción, que se apega a la realidad, y que mantiene al lector entretenido.
¿Una novela más? Tal vez, pero por lo que a viajes concierne tenía un aliciente: entre intrigas, idas y venidas, como dice la presentación del libro, la novela se convierte en una especie de 'mural de la sociedad peruana en los últimos meses o semanas de la dictadura de Fujimori y Montesinos'. 'Me gustó la idea -dice Vargas Llosa- de que la historia se llamase Cinco esquinas como un barrio que, de alguna manera, es emblemático de Lima, de Perú y también de la época en que está situada la historia'.
Lima, la Lima de cielos grises y de barrios apartados como si de ciudades distintas se tratara queda retratada en el libro a través de una rocambolesca trama donde aparecen políticos, periodistas, policías y gente 'bien': los ricos, encumbrados en la sociedad, con la mirada puesta en escapadas a Miami, en el confort de una vida lujosa y en el riesgo de un entorno donde los secuestros y la inseguridad son el pan nuestro de cada día.
Cinco esquinas no es una novela negra ni propiamente un thriller, aunque haya acción y su dosis de intriga. Es muy especialmente un reflejo de sentimientos básicos, de pasiones e intenciones, de principios morales, de reflexiones políticas, de afectos, de fidelidades e infidelidades que afectan al ser humano y más concretamente a una parte de la sociedad peruana. No estamos en Shakespeare con sus dramáticas incursiones en el alma humana. La disección de Vargas Llosa es más mundana. Tampoco sus personajes son reyes ni grandes señores. En Cinco esquinas volamos a ras de tierra, en medio de una sociedad desencajada y llena de turbulencias, aunque como ocurre en la realidad a algunos les va mejor que a otros. Unos nadan en la abundancia y otros en la puñetera miseria.
Recuerda mucho el planteamiento de Cinco esquinas, e incluso su tono, a El héroe discreto, novela de la que hemos hablado aquí. Vargas llosa desciende a lo más inmediato, a los diálogos entre los personajes, al tono de las palabras, al trato de los unos con los otros, a los afectos, a los engaños y a los miedos. Se diría que El héroe discreto y Cinco esquinas son retablos contiguos de un mismo díptico -por el momento- que retrata a la sociedad peruana en el curso de episodios que tienen en común algunas situaciones excepcionales, que ponen a prueba a las personas y que se resuelven en un tono positivo, esperanzador.
Pero he hablado de situaciones excepcionales y por ahí es por donde Vargas Llosa quiere enviar un mensaje. No son excepcionales. O mejor, no fueron excepcionales porque lo que Vargas Llosa saca a la luz es una violencia anclada en la sociedad, atizada por la guerrilla, el narcotráfico y las altas esferas del estado que han destrozado la convivencia y han corrompido la vida del país para hacerlo casi inhabitable.
Como señala el autor, Cinco esquinas se centra en un período de la historia reciente de Perú que afortunadamente pasó. Es un pasaje de una obra -la historia de un país- mucho más extensa que se va escribiendo con el paso de los años. Pero este pasaje, de dureza singular, pone a prueba a la sociedad. Marca las reglas de un juego tenso y peligroso, donde el día a día se desarrolla con la normalidad que afecta a lo cotidiano. Con esa normalidad que quienes la viven acaban por confundir con la vida misma y a la que acaban por rendirse.
Vargas Llosa nos da un paseo por Perú y lo cuenta en un tono que nos parece conocido, con sus matices y con sus sorpresas bien administradas para el entretenimiento del lector. Sea por tratarse de la última obra del Nobel más famoso, sea por seguirle la ola al marketing editorial, la lectura de Cinco esquinas parece obligada para quien no quiera quedarse fuera de onda.
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