Ramón Vilaró
Penísula, 2017
268 pp.
Filipinas fue la colonia menos española de las que España tuvo y la más alejada. Situada en el extremo oriente, nunca tuvo para España la proximidad emocional ni la importancia que tuvo Hispanoamérica. El famoso galeón de Manila era el cordón umbilical que, con un viaje al año, la mantenía en contacto con la Península, al menos hasta la apertura del Canal de Suez. Con él se ahorró el largo recorrido que suponía rodear el continente africano y se redujo drásticamente el tiempo del viaje.
Pero cuando ello ocurrió ya era tarde. La población española asentada en Filipinas era muy pequeña comparada con la que emigró a América. Vivía aislada en la ciudad vieja de Manila o recluida en los conventos de las órdenes religiosas. El español nunca se impuso sobre el tagalo. Y el final de la colonia se resolvió con una 'ocupación' norteamericana que trabajó para dejar en el olvido la débil huella que había impreso España al otro lado del mundo.
Ramón Vilaró conoce bien Filipinas. Como periodista y como corresponsal de televisión viajó repetidamente al país para cubrir acontecimientos importantes de su historia reciente y a través de sus contactos y de su experiencia se familiarizó también con su historia pasada, con su presente y con sus gentes.
El autor regresa ahora libre de obligaciones y con el ánimo que impulsa al viajero. Un viajero sin más equipaje que una mochila para sentirse libre de ir de un lugar a otro sin más restricciones que las que dicta su interés por conocer lugares nuevos y personas a las que preguntar y con las que compartir conversaciones. Porque a pesar de todo, a Vilaró no le ha abandonado su vocación de periodista y la de andar detrás de las apariencias para rebuscar algo más en el fondo. Un abanico de personajes importantes -el dueño de un pequeño hotel, el responsable de un museo, un descendiente de españoles- le sirven a Vilaró para tocar tierra en sus distintas paradas y pulsar el ambiente local.
El fondo del que hablamos es por supuesto, la presencia española. Una presencia que, con trescientos años, resulta que sí ha dejado rastros y sí mantiene una actualidad que el relato pone de relieve. Sin anotar fechas ni anunciarlo explícitamente Mabuhay es en realidad un diario de viajes. Es el relato detallado de lo que Vilaró apunta en su cuaderno a lo largo de su periplo: el transporte, los encuentros, la comida, los paisajes... además de esa historia, con España al fondo, que pone en contexto a las Filipinas de hoy.
De una ciudad a otra, de un pueblo a otro y más allá, Ramón Vilaró va descubriendo al lector un país que de lejano se va convirtiendo, a medida que pasan las páginas en próximo. Y le va despertando el interés por visitar lo que acaba por resultar un mundo más cercano de lo espèrado, tan variado y atractivo como interesante.
El viaje, que Ramón Vilaró comparte con el lector, está lleno de sugerencias y es seguramente el que a cualquiera le apetecería hacer: sin prisa, descubriendo todos los días cosas nuevas y disfrutando de cada etapa. En definitiva abriendo los ojos a un país lejano y distinto donde resuenan ecos que se reconocen como propios. Dicen que Filipinas se está poniendo de moda entre los viajeros. Si es así, Mabuhay será el libro que están esperando tanto quienes tienen el propósito de viajar al país como quienes buscan destinos nuevos que añadir a su lista de lugares a visitar.
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