Ariel, 2016
378 pp.
Rusia ya no es lo que era, ¿o sí? Para el viajero, la sombra del estado soviético sigue pesando tanto que le cuesta todavía ver el país sin pensar en el viejo régimen y en las herencias del sistema que organizó la vida de los rusos durante la mayor parte del siglo XX.
La arquitectura en las grandes ciudades de la época de Stalin, de dimensiones mastodónticas, sigue ahí y conserva una imagen que occidente lleva grabada en la memoria y ve como algo inquietante y ajeno. Pero no es sólo la arquitectura y otros residuos del comunismo que aún pueden verse en la calle. A través de la prensa o la televisión,l visitante vuelve a tener la imagen de confrontación que prevaleció durante la época de la guerra fría. Las noticias de Ucrania y de Crimea, las veladas referencias a los países del Báltico y la guerra en Siria suscitan de nuevo recuerdos del pasado.
¿Hubo verdadera ruptura y hasta dónde? ¿Qué hay detrás de la Rusia que el visitante observa y de los recelos que su nueva trayectoria generan?
Hélène Carrère es una autoridad en el conocimiento de los temas que hacen referencia a la Unión Soviética y a lo que ha quedado de ella desde su disolución en el inicio del siglo actual. Y cierra con este libro el paréntesis que abrió John Reed con aquel 'Diez días que estremecieron al mundo' donde contaba el arranque de la revolución del año diecisiete en Rusia, que iba a cambiar de arriba a abajo el país y las relaciones entre países en todo el mundo.
Hélène Carrère, con un título que hace un expresivo guiño al libro de Reed, se ocupa del final de este ciclo. Y lo hace de forma detallada, exhaustiva, contando paso a paso el complicado proceso que desmontó no sólo el complejo entramado del estado soviético sino la visión del mundo que estuvo detrás de los principales artífices del cambio y la nueva mirada que para el país entero alumbró un proceso tan inesperado como difícil.
La Rusia de hoy es el resultado de los seis años de arriesgadas iniciativas y frenéticos cambios que Hélène Carrère analiza y que pusieron fin a casi todo lo que había sido el imperio soviético.
Los diversos y complicados frentes que irremediablemente se abrieron en la lucha por abandonar el callejón sin salida donde se encontraba la URSS da pie a un relato que desvela problemas y asuntos muy diversos y que tiene nombres y apellidos -Gorbachov, Yelstin...- que han llegado hasta nosotros coloreados por la visión parcial de la prensa y por la mirada centrada en el estrecho escenario conformado por cada incidente o por cada momento.
¿Estaba la Unión Soviética realmente en un callejón sin salida? Por supuesto, nadie lo anunció en el propio país ni nadie estaba seguro de ello en occidente. Pero las élites soviéticas comprendieron que habían llegado al borde del derrumbe y el presidente Reagan algo debía sospechar cuando pisó el acelerador de la 'guerra de las galaxias' que forzó a los rusos a reconocer que no tenían recursos para sostener el pulso de la carrera de las armas. Había que dar un golpe de timón si quería evitarse una guerra civil más o menos próxima.
Gorbachov ocupa los primeros capítulos del libro con una trayectoria de luces, muy especialmente en los asuntos de política internacional, y de sombras, en el complicadísimo manejo para poner en marcha la famosa glanost y la perestroika sin que la política, los políticos, las instituciones, las repúblicas y naciones englobadas bajo el paraguas de la URSS y la sociedad entera se fueran de sus manos. Su labor gigantesca sólo podía terminar quemándolo en el curso de un proyecto de consecuencias tan enormes y dando paso a su oponente más acérrimo Boris Yelstin.
Contradiciendo la imagen más extendida en occidente, Hélène Carrère sitúa a Yelstin entre los grandes y reconoce en él al continuador de la misma política de Gorbachov, más atrevido aún, menos condicionado por el pasado, empeñado en la disolución del estado soviético y, sobre todo, en evitar que, en la nueva democracia que se estaba poniendo en marcha, el partido comunista pudiera regresar al poder y dañar los frágiles cimientos del edificio todavía en construcción.
Hélène Carrère, lo mismo que a Pedro el Grande, considera a Gorbachov y a Yelstin a la altura de los más grandes reformadores que han marcado la extensa historia de Rusia. A ellos y a algunos brillantes políticos que los acompañaron en medio de una inmensa incertidumbre se debe el florecimiento de un nuevo país que ha sabido romper con el pasado. Un país que el visitante debe aprender también a ver con nuevos ojos y a entenderlo fuera del largo paréntesis que supuso la vigencia del régimen que implantó Lenin y al que dio forma Stalin.
Seis años que cambiaron el mundo da al lector las claves para ello, basadas en un formidable esfuerzo de la autora por iluminar, desde la distancia de los años transcurridos, el acontecimiento que mayor trascendencia ha tenido en la historia reciente.
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