Javier Moro
Seix Barral, 2015
496 pp
Una película de buenos. Esto es lo que nos trae Javier Moro con esta flor de piel que da título al libro y que nos habla del terrorífico mal de la viruela cuando no había remedio para curarla y del extraordinario viaje que hizo falta emprender para llevar hasta América la milagrosa vacuna que consiguió vencer la enfermedad.
A flor de piel es en primer lugar un viaje en el tiempo. Un viaje bondadoso porque la distancia y también el dramatismo de las situaciones obligan, a toro pasado, a buscar un relato sereno con el que acercarse a los hechos. El lector actual lo necesita para no dejarse arrastrar, él mismo, por ese terror hacia la enfermedad sembrada de forma arbitraria y sin forma de escapar de ella. Y el narrador también se ha sentido cómodo en esa serenidad para buscar un equilibrio en el relato y no apostar solamente por la tragedia de sentir el desamparo abrumador y la condena sin remedio ante una muerte que rondando casa por casa lo impregnaba todo.
En ese viaje en el tiempo Javier Moro nos lleva a la Galicia rural del siglo XIX, una tierra mísera e inhóspita donde el hambre era el pan de todos los días. Nada jugaba a favor de quienes nada tenían, en una sociedad sobre la que el autor no quiere cargar las tintas. Los más pobres entregan a sus hijas a quienes las puedan alimentar, cualquiera que sea el precio. El cura se compadece de sus parroquianos y ejerce una precaria caridad con ellos para echarles una mano. Incluso los señores, que también los hay, se muestran generosos para hacer un poco más humano un mundo que no lo es. Menos la muerte por la viruela y la miseria, todo parece humano en el relato de Javier Moro y todo parece mostrar una sociedad que con los siglos y en medio de la desgracia ha ido buscando una forma de acomodo para que la vida siga.
Pero no todo es la pobre Galicia, rural y lluviosa, aislada en un rincón atlántico. El relato novelado de Javier Moro nos lleva también al Mediterráneo, nos habla de los militares, del interés por la ciencia, de las guerras y de esa otra España de la que nos hemos olvidado y que era la de las colonias americanas. Unas tierras próximas y lejanas al mismo tiempo, que extienden la percepción del territorio nacional a lugares de los que llegan noticias contradictorias pero que son hermanos.
Para la península, América es una suerte de anticipo de la globalización. Es el motivo para extender un puente sobre el Atlántico y sobre el Pacífico hasta Filipinas y es el motor de este proyecto enorme para la época que es llevar la vacuna contra la viruela de un continente a otro.
La precariedad de las comunicaciones, su lentitud y la dificultad de alcanzar los lugares remotos convierten, a esta expedición de niños, médicos, marinos en un barco fletado expresamente, cargado con material de laboratorio y con todas las bendiciones de la Corona e incluso del Papa, en una hazaña extraordinaria.
El viaje real, que es el que hace la vacuna a cuyo servicio están niños, médicos, marinos, autoridades, obispos y curas... está lleno de incertidumbres. Nunca antes se había planteado una vacunación masiva de esas proporciones y nunca se había intentado con una fórmula tan inestable y tan difícil de mantener activa a lo largo de tanto tiempo y a pesar de distancias tan enormes.
Por supuesto, no hay película de buenos sin que aparezca algún malo en escena y sin que los contratiempos no sirvan para darle emoción a la trama. Las buenas intenciones chocan, con frecuencia, con la realidad, tienen sus sinsabores, generan incomprensión y envidias. Sin echar una mirada a las dificultades, la epopeya de la vacuna hubiera quedado corta y la imagen del mundo en que se desenvolvió hubiera perdido consistencia.
El relato de Javier Moro sostiene su pulso a lo largo de las páginas y mantiene viva la atención del lector. En su transcurso, va presentando episodios novelados, unos, y verdaderos, otros, de un pasado que quien lee sentirá unas veces familiar y otras veces lejano y olvidado. Y al mismo tiempo Javier Moro devuelve a la actualidad un acontecimiento casi desconocido que ayudó a cambiar el mundo y que hoy debería despertar la mayor admiración.
Quien quiera dejarse arrastrar por una aventura singular y por un hecho, aunque desconocido, de dimensiones históricas, tiene con A flor de piel la ocasión de hacerlo y de disfrutar de una buena lectura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario