lunes, 22 de febrero de 2016

Un otoño romano

Un otoño romano

Javier Reverte
Plaza y Janés, 2014
320 pp.

Pocas cosas escapan a Javier Reverte y a su extraordinaria erudición en este 'otoño romano' con el que nos lleva a pasear por la capital de los papas de la manera más estimulante y gozosa ....



Javier Reverte
Plaza y Janés, 2014
320 pp.





Hablar de Roma parece un ejercicio de éxito asegurado. La ciudad es tan extraordinaria, tan excesiva en tantas cosas, tan llena de historia y de anécdotas que nunca llega a agotarse el repertorio de asuntos que atraen la atención del lector y que convierten la lectura en una fiesta. Digamos que Roma es única y además jugosa. Y es este jugo dulce y lleno de vida el que la hace tan seductora.

Por supuesto, no todo el mundo vale y quien se atreva a hablar sobre ella cuenta. Hace falta un buen entendimiento entre la ciudad y quien toma la palabra para que el relato se haga corto y apetezca seguir adelante en la lectura buscando conocer más, otras noticias, nuevos puntos de vista, historias aún no contadas, anécdotas que resultan nuevas, guiños que desvelan el brillo de la ciudad apagado a veces por la cantidad de siglos que lleva a sus espaldas.

En materia de guiños, Javier Reverte es un maestro. Comparte con Roma un profundo sabor mediterráneo y ese compartir lo hace especialmente agudo a la hora de acercarse a esta ciudad que llaman eterna y que resulta tan abundante en sabores y en atractivos de todas clases. Atractivos a ojos vista y que llaman la atención a veces y que hay que rebuscar para descubrirlos en otras ocasiones porque están ocultos a una mirada demasiado superficial.

Con tanta riqueza, a Roma hay que conocerla bien si no se quiere que pasen desapercibidos tantos encantos como posee. Encantos en los que Reverte, con la sensibilidad que da a mitades el conocimiento y el enamoramiento, resulta un experto.

La lectura de Un otoño romano es en realidad un paseo por Roma. No hace falta gran concentración para que el espíritu del lector vuele a la capital de Italia y se sumerja en el paisaje que se abre en cualquiera de los recorridos que Reverte emprende por la ciudad. De hecho, el libro es un diario que discurre al hilo de un ramillete de visitas que ocupan el tiempo que el autor disfruta en la ciudad.

Pero lo del diario se pierde enseguida de vista porque no es más que una excusa para organizar el contenido del libro. A Reverte, lo mismo que a los romanos, el orden no es lo que más le preocupa. Su imaginación desborda el hilo del tiempo y sus paseos se convierten en un manantial de ocurrencias que tienen atrapado al lector. Ocurrencias no en el sentido de arbitrariedades sino de un fluir constante de ideas que permiten en una sola página pasar del oficio de farmacéutico a los platos de alcachofa y a la relación de Mussolini con los judíos.

Pocas cosas escapan a Reverte y a su extraordinaria erudición, entendida en el mejor de los sentidos. Nada suena a discurso profesoral aunque aparezcan Goethe o Stendhal entre líneas porque lo que prima en el relato es un escribir campechano que deja asomar la vida más que la aglomeración de saberes y de citas.

Roma es excesiva. Lo anuncia el autor al principio del libro. En ella desborda lo insólito, lo que en cualquier otra ciudad sería inconcebible y que aquí ocurre como si tal cosa. Y el exceso tampoco es algo que se improvise. El imperio romano, los papas, los personajes de una talla enorme que moldearon la ciudad, la extraordinaria exaltación de la belleza y las perversiones más sublimes han hecho de Roma una ciudad desbordante se mire por donde se mire. Reverte sabe descubrir todos estos registros que configuran la esencia de la capital de Italia y la convierten en única. Y, en un tono campechano, sabe llevar de la mano al lector en una visita de lujo por la ciudad, entretenida en todo momento y estimulante en cualquiera de los temas donde se detiene.

Quienes hayan visitado Roma y quienes no, quienes tengan en proyecto ir por primera vez o regresar a ella o quienes no se hayan parado nunca en pensar en la ciudad de los papas se dejarán atrapar por este Otoño romano, tan rico en conocimientos, tan sugerente y vital.

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