Ella Maillart
La línea del horizonte, 2015
226 pp.
No hay dos viajes iguales, del mismo modo que tampoco ha y dos libros de viajes iguales, aunque el recorrido sea el mismo y sean escritores de talento y experimentados quienes hablen de él.
El autor, o en este caso la autora, es especialmente relevante porque su relato mezcla a la persona con el viaje y es esta combinación 'esencial' la que añade profundidad al libro, le da sentido y le da también su carácter extraordinario. Es decir la que lo convierte en un relato único.
Hablemos un momento de la autora, porque 'El camino cruel' se enmarca en esta literatura escrita por viajeros ingleses y centroeuropeos que se asoman al mundo cuando todavía eran pocos los que viajaban, cuando podíamos hablar de una aristocracia viajera compuesta por escritores cultos, pero sobre todo, personalidades singulares que miran casi siempre a Oriente tratando de alcanzar el mito o el misterio de algo que Europa perdió en su carrera hacia el progreso o que nunca tuvo, porque su cultura resulta menos sabía de lo que imaginábamos.
Ella Maillart forma parte del selecto grupo de estas personalidades únicas. Nace en Suiza a principios del siglo XX y muy pronto se va a vivir a Francia, a Inglaterra y a Alemania. Se dedica al deporte, en una época en que pocos hombres y menos mujeres aún lo hacían, y participa en los Juegos Olímpicos de 1924. Viaja, todavía joven, por este mundo cerrado que era la Unión Soviética y abre con ello la puerta a una serie de viajes extraordinarios que efectuará por Asia.
¿Por qué un camino cruel? Porque el viaje por Asia del que nos habla la autora no va a ser un camino fácil a pesar de la ilusión con que lo emprende. El objetivo, llegar a Hindu Kush desde Suiza en un flamante Ford para investigar una tribu perdida entre montañas, resulta embriagador. Una aventura apasionante, llena de retos, de incertidumbres y de promesas, se abre ante una viajera que ya no es tan joven a pesar de su espíritu atrevido.
Pero la intensa emoción del viaje encierra el profundo desasosiego de una huída, de dejar atrás una Europa amenazada por el inicio inminente de la Segunda Guerra Mundial. Una guerra que se siente tan próxima que empieza a vivirse ya y enturbia la ilusión de cualquier proyecto. Y aún hay más: la autora viaja con su amiga y amante, depresiva e inestable para quien el viaje es también una huida y una promesa de recuperación como si de un bálsamo se tratara.
El viaje de Ella Maillart es un viaje profundo y en su relato aflora toda su inteligencia y su desbordante sensibilidad. No es sólo la historia personal que lleva a cuestas lo que condiciona y da vida a su relato. Es además la larga y extraordinaria historia que encierra el camino que recorre -Turquía, Persia y Afganistán- lo que añade nuevas dimensiones a todo lo que cuenta.
No es la primera vez que Maillart hace este viaje. Lo ha hecho antes a la sombra de su dedicación a la etnología y de misiones arqueológicas que le han permitido conocer a fondo la historia, la cultura y las gentes de este viejo crisol de civilizaciones que es la ruta entre Europa y Asia, en el que dejaron huella los más diversos pueblos.
Ahora Maillart vuelve cuenta su experiencia con la intensidad de quien vive cada momento y con la admiración de quien se sabe en la cresta de una aventura como es la de dos mujeres solas en coche por caminos donde todo es azaroso y donde la suerte y la picardía intervienen en el día a día para seguir camino adelante.
Ella Maillart se mueve por países y por ambientes que en buena medida son hoy diferentes aunque hayan heredado muchos de los rasgos que ella descubrió. Impresiona el modo como cuenta la atmósfera turbadora que la desborda en el mausoleo del Imán Reza en la ciudad santa de Mashad. Una abrumadora expresión de religiosidad que la envuelve, cargada de misterio y de amenazas, sofocante pero al mismo tiempo que desvela la profundidad de un islam que el extranjero nunca alcanza a comprender porque parte de raíces distintas a las suyas y no tiene los medios para introducirse en él.
Impresiona también su arrebato ante el aparentemente sencillo dibujo de los azulejos persas en los que ve un destello de perfección que refleja, lo mismo que la armonía en la música o el rigor de la lógica, la fascinante complejidad de la arquitectura de la inteligencia humana.
E impresiona su embelesamiento ante el carácter de los afganos, salvaje e íntegro como en ningún otro lugar puede hallarse, y que hace de Afganistán un país tan excepcional en el entorno de Asia como lo es Suiza en el de Europa.
Reflexiones profundas, consistentes y siempre oportunas discurren y al lado de las incidencias prácticas -que son muchas- a lo largo del viaje. El paso de las fronteras, el hacer de los funcionarios, el alojamiento tantas veces precario, la gente... y el encuentro con paisajes poderosos y con monumentos -los malogrados budas de Bamián- que ya eran míticos entonces, componen, junto a tantas reflexiones, el relato de esta experiencia apasionante. Una experiencia, como resalta la autora, también cruel porque las dificultades de la vida y todas sus contradicciones asoman a lo largo de todo el relato y muestran la torturada complejidad de la inteligencia humana.
Apasionante el viaje de Ella Maillart y su relato. Oportunísima la reedición del libro ahora, cuando dábamos por leídos a los clásicos y habíamos casi olvidado su gran atractivo. Y especialmente interesante el regreso a los años cuarenta en países como Afganistán, Irán y Turquía que hoy son el centro de atención por tantos motivos.
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