lunes, 5 de julio de 2010

India


India
V. S. Naipaul
Debolsillo / Random House Mondadori, 2007
733 pp.

"Dios no existe en absoluto. Quien inventó a Dios es un imbécil. El que difunde a Dios es un canalla." Y, sin embargo, si hay un país donde Dios está presente en todas partes, es la India...



V. S. Naipaul
Debolsillo / Random House Mondadori, 2007
733 pp.





"Dios no existe en absoluto. Quien inventó a Dios es un imbécil. El que difunde a Dios es un canalla."

Si hay un país donde Dios está presente en todas partes, es la India. Las piedras, los animales, las plantas, los caminos, las personas… todo parece remitir a Dios, o a los dioses, y en todas partes, una mancha de pintura, un color, una guirnalda, un dibujo hecho de harina en el suelo, un hilo de algodón teñido, un pequeño monolito, una charca, la acción de barrer un escalón… son indicios de la presencia de Dios que los devotos veneran discretamente y a través de rituales antiquísimos.

El viajero dispone de algunas claves sobre la India que le permiten interpretar lo que ve y penetrar en un mundo en muchos aspectos totalmente distinto al suyo, cargado de exotismo y de sorpresas. ¿Pero es eso realmente la India?¿Cabe ese subcontinente de mil millones de habitantes, con tantas minorías religiosas y étnicas, con enormes regiones que hablan idiomas incomprensibles para las demás, atravesada por estas castas que no han dejado todavía de existir, cabe esta complicadísima mezcla en esa idea que tenemos los extranjeros y esas claves con que pretendemos descifrarla?

Naipaul escribió en 1990 un libro al que constantes reediciones ponen una y otra vez de actualidad. Es India, un libro de longitud casi enciclopédica que le permite abordar el conocimiento del país desde mil ángulos distintos y dar una visión del mismo extraordinariamente amplia.

Naipaul nació en Trinidad, en el Caribe, en el seno de una familia de emigrantes india. En su formación confluyeron las dos corrientes culturales, la de su país de nacimiento y la de las tradiciones familiares, vivas en alguna forma dentro de su ambiente doméstico. Con los años, Naipaul visita la India. Y lo hace en diversas ocasiones. Su mirada es casi la del extranjero. Extranjero porque desconoce el presente, porque desconfía de lo que ve y quiere llegar más al fondo. Y extranjero porque reconociendo sus raíces y recordando escenas familiares de sabores indios, necesita ahora penetrar en la India real para conectar esos recuerdos y esas raíces con todo aquello con lo que se encuentra.

No hay ficción en el libro de Naipaul ni tampoco un torrente de información elaborada. Lo que hay, y lo que lo hace tan atractivo, es un sin fin de encuentros con personas, casi de entrevistas, a través de las cuales va abriendo ventanas sobre partes de la realidad. A veces Naipaul deja el texto en manos de quien habla y transcribe sus respuestas y comentarios de modo literal. Deja que su personaje se exprese sin intermediarios y deja así que afloren matices y sentimientos que de otro modo se perderían. A veces él mismo cuenta lo que le cuentan o comenta la reflexión que el traductor hace de la respuesta de la persona que habla. Según y como, se trata de un libro de entrevistas. Pero al modo indio, sin prisas, a lo largo de encuentros mantenidos en varios días, para dar tiempo al tiempo y para dar la oportunidad de que aflore el fondo además del dato. Muchas veces es el mismo Naipaul quien reflexiona, pero en voz baja, para introducir los temas o perfilar el contexto que envuelve la conversación.

Quienes hablan no solo dejan sentir su voz. Naipaul describe el escenario del discurso, la casa –si es una casa donde tiene lugar el encuentro-, las personas que asisten a la entrevista o que inesperadamente pasan por allí, el ambiente, el barrio a donde ha tenido que desplazarse para hallar a su personaje, las características y las condiciones de vida de los vecinos… Y sobre todo Naipaul dirige sus preguntas para sacar a la luz las mismas raíces de su interlocutor, para conocer su biografía, para destacar su trayectoria personal, cómo era su familia, cómo fue su educación, qué fueron de sus trabajos, cuáles sus aspiraciones…

De esta forma nada convencional Naipaul despliega un abanico donde aparecen aspectos y niveles de la realidad totalmente distintos y una imagen de la India que poco tiene que ver con la que la mayoría de viajeros tiene.

La frase "Yo desprecio a Ghandi… Detesto la idea de la no violencia" expresada por un político de relieve o la que encabeza esta reseña con un arrebato antirreligioso radical son también la India y ayudan a entender la enorme complejidad que para muchos es una amenaza a modo de olla a presión que bien pudiera terminar explotando.

Dirigentes del partido nacionalista indio radical, jainistas, mafiosos, sacerdotes, guionistas de cine, oficinistas convertidos en hombres santos, políticos relevantes de los que no sabemos nada, antiguos militantes de organizaciones extremistas, editores, trabajadores de la industria cinematográfica, comerciantes musulmanes, funcionarios sij y muchos otros personajes hablan de sus vidas, sus trabajos, sus familias y sus creencias y dan, de la mano de Naipaul, una visión de la India, si no completa, al menos muy amplia.

No sé si es excesivo decir que la India de Naipaul es un libro de obligada lectura para quienes deseen conocer el país. Muchos otros libros hablan de la India y muchos de ellos son magníficos. Pero insisto en recomendar esta India en la seguridad de que dará a quien la lea información abundante, diversa y extraordinariamente interesante sobre el país, le permitirá acercarse al mundo de la calle o si se quiere de muchas de las calles que componen la India y le asegurará un rato prolongado de lectura que estimulará su curiosidad y le ayudará a estar más cerca de comprender este lío formidable al que se ha dado la categoría de subcontinente.

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