sábado, 8 de agosto de 2009

Vida veneciana


Vida veneciana
William Dean Howells
Páginas de espuma, 2009
415 pp.

Hay ciudades que solo tienen sentido cuando se habla de ellas desde el presente. Otras, en cambio, parece que piden mirar al pasado para desvelar su esencia ...



William Dean Howells
Páginas de espuma, 2009
415 pp.





Hay ciudades que solo tienen sentido cuando se habla de ellas desde el presente. Otras, en cambio, parece que piden mirar al pasado para desvelar su esencia y mostrar, a través de cómo fueron hace tiempo, lo que son hoy.

Este es el caso de Venecia y éste el sentimiento que tiene el lector al asomarse a la ciudad desde el libro de Howels que edita ahora Páginas de espuma.

Howels, viajero, escritor y diplomático norteamericano no quiere hacer con Vida veneciana un libro más, parecido los que pueden haber escrito sobre Venecia otros viajeros. “Estoy decidido –dice- a tratar todo lo que, en mi opinión, apenas mencionan los libros de viaje, es decir, la más amplia información sobre la vida cotidiana de un pueblo cuyas costumbres son tan distintas a las nuestras”.

El título –Vida veneciana- indica el contenido y la orientación del libro y pone de relieve que Howells no es un viajero cualquiera. Porque la realidad es que los años que pasa en la ciudad en calidad de cónsul de los EEUU añaden a su condición de extranjero la de residente estable y con ella la de buen conocedor de los rincones de la ciudad, de las gentes, de sus costumbres y de la historia.

Sorprende comprobar que Howells ocupa su cargo con sólo veinticuatro años, que está en posesión de una sólida cultura en materia de historia y que como escritor es excelente, tal y como se encarga de expresar Henry James en el prólogo del libro.

El relato que hace Howells de Venecia tiene el atractivo de la distancia y de la mirada teñida de admiración y crítica al mismo tiempo. Nada trasluce su oficio de diplomático. Pero la agudeza a la hora de diseccionar aspectos de la vida y de las inclinaciones de los venecianos hacen pensar en un singular informe, rico, matizado y preciso para alguna instancia del gobierno interesada en conocer los resortes que mueven a esta singular ciudad situada bajo el dominio austríaco en ese momento, durante la inestable etapa de consolidación de la unidad italiana y ante la perspectiva del movimiento de fronteras en Europa que no va a terminar hasta finalizada la Primera Guerra Mundial.

Howells es agudo y tiene sentido del humor cuando habla de los venecianos a los que no ahorra críticas. Se refiere a ellos –y, por supuesto a Venecia- con la excusa de los temas más diversos. La ciudad en invierno, la llegada de la primavera, el teatro y la ópera, las iglesias, las islas vecinas, los judíos, el comercio, las fiestas y muchos otros asuntos forman los distintos capítulos del libro que le dan a su vez pie para entrar en muchos otros aspectos curiosos, llenos de gracia en muchas ocasiones e interesantes en todas.

Pero Vida veneciana es un libro deliberadamente ambiguo. Consciente del fervor que despierta Venecia en los extranjeros, Howells parece curarse en salud y evita que lo seduzca la ciudad. Es crítico con ella y al serlo refleja tanto su condición de americano y de hombre joven como la voluntad literaria de no rendirse sin pelea a los encantos deslumbrantes de la ciudad.

Howells procede de otro mundo distinto del de Venecia, del de Italia y del del Mediterráneo –a pesar de que habla español y de que cita en varias ocasiones El Quijote que parece conocer bien. No es que sea americano. Él mismo es América y su juventud lo asocia todavía más al mundo optimista, vital y emprendedor del que procede. Y por eso se muestra tan sensible a la decrepitud de Venecia y sobre todo de sus gentes.

Entiende y comparte con otros viajeros el encanto de lo antiguo, incluso de lo decadente con el halo romántico que acompaña a la ruina. Lo que no acepta es el estado de naufragio, asociado a la miseria, que no ha visto en la sociedad americana ni centroeuropea y que le parece tan disparatado como pintoresco.

No hay que decir que la Venecia de la que nos habla, la de la segunda mitad del siglo XIX, es un caos donde los reflejos del pasado esplendor se pierden en un paisaje de pobreza y de miseria al que poco ayuda la ficción de los venecianos que mantienen todavía, de cara a los demás, algunos aires de grandeza.

Lo más excelso del genio del espíritu ha derivado en la Venecia que conoce Howels en una mezcla de mezquindad, resignación y pérdida de energía que sofoca a la ciudad, viva todavía pero agotada. Pero en el certero diagnóstico de Howells y en su mirada irónica y a pesar de todo amistosa, hay también lo que ahora llamaríamos la dificultad del norte por comprender el sur. Hay un juicio y un reproche que nace de un hombre que entiende que el futuro debe ser también progreso. Venecia, para él, se ha dejado arrastrar por el camino equivocado. Ha renunciado a confiar el presente en sus propias fuerzas. Ha elegido para vivir el ingenio del pícaro y no el del trabajo. Y por ello ni Venecia ni los venecianos son del todo inocentes.

El mal aspecto de muchos lugareños se mezcla con su escasa afición por el trabajo y va de la mano de una holgazanería tan extendida que non deja más opción que concluir que media ciudad se dedica a lo que llama el ‘ocio profesional’. Los sabañones que tanto afectaron a la salud de todos los países del Mediterráneo le parecen un signo de negligencia y sólo los explica por la falta de impulso de los venecianos a calentarse y a calentar sus casas tal y como hacen las poblaciones más laboriosas y razonables de los países del norte.

Le sorprende el frío en las casas, lo mal que funcionan las estufas y lo tolerantes que son los venecianos con el humo que despiden y que hace irrespirable el aire de las habitaciones. Y comprende, de este modo, que el resultado de tanto dar la espalda a cualquier acción orientada a mejorar las condiciones de vida sólo conduce a afianzar al atraso y el surco de miseria donde está instalada la ciudad.

El punto de vista crítico de Howells, sin embargo, no cede al lamento y se presta a pasajes llenos de chispa. Y, con ser llamativo, el tono de reproche no es ni mucho menos lo que predomina en el libro. Venecia y los venecianos aparecen retratados desde numerosos ángulos y en las más diversas escenas. Lugares, tradiciones, costumbres, personajes, retazos de historia más o menos próxima desfilan por el libro y dan una amplia visión de la ciudad. No hay que perderse el último capítulo dedicado a la sociedad veneciana lleno de anécdotas con los contenidos más sabrosos.

Decía al principio que hay ciudades que invitan a hablar de ellas desde el pasado para verlas mejor hoy. Venecia es una de ellas y Vida veneciana es una excelente introducción a la ciudad, tanto por lo que cuenta como por la calidad literaria del cómo lo cuenta.

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