viernes, 31 de julio de 2009

Bueno, me largo. El Camino de Santiago, el camino más importante de mi vida


Bueno, me largo
Hape Kerkeling
Suma de letras, 2009
416 pp.

Hape Kerkeling es un cómico de los pies a la cabeza y no puede evitar una mirada irónica a la machada de recorrer casi mil kilómetros a pie y a su propia persona, preparada para cualquier cosa menos para estos menesteres...



Hape Kerkeling
Suma de letras, 2009
416 pp.






Parece que el Camino de Santiago genera adicción y que quienes lo emprenden obtienen de él experiencias profundas. Será la historia que acumula, será la influencia de la vía láctea, será la espiritualidad que lo acompaña y el reto de llegar a pie a Santiago, será una predisposición propia de los peregrinos o será la suma de todo ello.

La cuestión es que paralelamente al Camino, dicen que se abre paso en el caminante una conmoción que tiene algo de iluminación del espíritu. En la conversación de los peregrinos surge cada poco el comentario sobre algún hecho extraordinario, siempre pequeño pero que denota que el Camino es lugar proclive a los prodigios y que a los caminantes se les abre el corazón para reconocerlos.

Sé que el párrafo anterior destila un claro escepticismo. Y deseo señalar que el ´culpable´ de este tono descreído es Hape Kerkeling, el autor de Bueno, me largo. No es que Hape Kerkeling tenga un prejuicio contra el Camino de Santiago que le haga hablar de él con desapego. Al contrario. Lo emprendió por voluntad propia y lo inició sin reservas desde la primera etapa en Saint Jean Pied de Port, una de cuyas características es que exige superar un desnivel de más de mil metros, mochila a cuestas, en una sola jornada.

Lo que ocurre es que Hape Kerkeling es un cómico de los pies a la cabeza y no puede evitar una mirada irónica a la machada de recorrer casi mil kilómetros a pie y a su propia persona, preparada para cualquier cosa menos para estos menesteres. Hape Kerkeling, alemán, como su nombre deja suponer, posee un programa de televisión de éxito en su país y es un personaje famoso. Pero también es un hombre curioso, al que le gusta viajar y despegarse de la rutina y al que le seduce la perspectiva de moverse de incógnito, lejos de los focos y del plató, en solitario, por un país –España- del que conoce el idioma y en una ruta por la que siente atracción.

Hape Kerkeling, como buen humorista, juega con el espíritu humano cuyos recovecos domina y se atreve con la heterodoxia de reconocer que el Camino es un suplicio. Lo hace con exageración y con humor. Lo suyo es una caricatura. Pero sabe bien de lo que habla y no escatima quejas ni lamentos que el lector reconoce como ciertos. No hay poesía en el alma del peregrino sino congoja por su torturado cuerpo:

"... casi no puedo moverme. Anoche casi no me pude dormir de tanto que me dolía todo. Esta mañana, a las nueve, intento levantarme, pero ambas piernas, desde la planta del pie hasta el muslo, están agarrotadas y casi rígidas. me duele todo: las plantas de los pies, los tobillos, las rodillas, las tibias, los músculos."

Hape Kerkeling es un vitalista y entiende que no hay gloria en pasar apuros. Al menos, quiere expresarlo así, de forma clara, con todos los detalles y transgrediendo la norma no escrita de la discreción en las propias penas. Quiere quejarse en público, alto y claro. Y pone en la picota también otro de los mitos del Camino, el de los albergues. Aglomeración, incomodidad, ruidos y ronquidos, sordidez... Una descripción de lo menos favorable acompaña a esos albergues que para tantos caminantes son la sal del camino, el punto de encuentro y el lugar donde unos se comunican con otros y se revive un ritual de descanso y de final de etapa que viene desde siglos atrás.

Sin cortarse un pelo y con todo el desparpajo Hape Kerkeling clama "¡Los albergues! Los albergues son para gente que no tiene dinero. Nada de dinero... ¡Basta! de ahora en adelante volveré a dormir en hoteles. ¿Por qué los demás peregrinos -muchos de ellos no son precisamente pobres- se someten a estos sórdidos hospedajes en los que además suelen tratarte mal?"

Y no es que, libre ya para quejarse, renuncie a los alberques, renuncia también a caminar cuando se ve derrotado y se permite descansar un día entero en cualquier fin de etapa. Y se concede el lujo -máxima transgresión a las normas- de tomar un transporte público alguna vez para ahorrase el suplicio innecesario de ir andando.

Jocoso, condescendiente con los límites propios de la condición humana y favorable a que la vida sea grata y sonriente, lo cierto es que entre bromas y veras se deja también seducir por el Camino. El subtítulo del libro lo deja claro: "el camino más importante de mi vida". Y pequeños comentarios que entre divertidos lamentos se permite lo muestran al lector. Descubre Hape Kerkeling que sumido en agujetas y calores se produce en él una transformación provechosa que le hace gozar del momento, del paisaje y de las gentes. Entre bromas ácidas se sorprende de que el camino se llene de mariposas y que, en medio de tierra yerma, esté sembrado de amapolas. Le divierte practicar el español y no encuentra para ello mejor método que ir a misa. Y acaba por encariñarse con algunos de sus compañeros de viajes, no sin antes haber aprovechado para deslizar algunas notas picantes a propósito de sus encuentros femeninos e incluso de algunos masculinos.

El Camino de Santiago de Hape Kerkeling es un camino laico y fuera de lo convencional. Pero es también el Camino de Santiago. Nace de una mirada distinta, distante e irónica. Liberada de lo políticamente correcto y abierta a la expresión del cascarrabias que el autor lleva dentro. Visto que en este mismo blog se ha hecho referencia a algún otro libro dedicado al Camino de Santiago, Bueno, me largo es el justo contrapeso para dar a este tema una visión más comprensiva y una dimensión más divertida.

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