domingo, 21 de septiembre de 2008

La jungla polaca


Ryszard Kapuscinski
Anagrama, 2008
208 pp.





Como un regalo tardío aparece en castellano La jungla polaca, un nuevo libro de Ryszard Kapuscinski, escritor que cuenta con una verdadera legión de fieles seguidores, de la que forma parte con entusiasmo. Este fue su primer libro, publicado en 1962 cuando el escritor tenía 30 años, y tanto los lectores como los críticos admiraron entonces su manera personal de escribir reportajes que tienen todo el sabor de la mejor literatura.

La edición recoge veintidós textos, cada uno con su propia forma y sonido, en los que los protagonistas son las personas: mujeres que se matan a trabajar, jornaleros que deambulan en busca de trabajo, habitantes de los inmensos bloques levantados en Varsovia, mendigos, deportistas que entrenan en solitario, campesinas que buscan novio...

En algunos textos se percibe el uso de recursos literarios que más tarde desaparecieron en una forma más límpida y aparentemente fácil. Otros capítulos, en cambio, son más escuetos y directos, más depurados, y en ellos está ya la escritura exacta y precisa que la excelente traducción de Agata Orzeszek nos permite disfrutar.

Y en todos está la mirada que identifica al autor, su profunda empatía y atención a lo que cada persona tiene que decir, su interés por sus vidas individuales. Recorre palmo a palmo su país, se mantiene en un sutilísimo segundo plano y despliega para nosotros los sueños, esfuerzos y fracasos de sus compatriotas. La creciente pasión por el consumo, la distancia entre las aldeas remotas y las ciudades, que se agranda rápidamente, las vidas arrasadas por la guerra, el poder de la iglesia, los atestados bloques de viviendas... asuntos todos muy cercanos para quienes vivieron esos mismos años en España.

El primer texto, ejercicios de la memoria, es de fecha más reciente y en él revive sus recuerdos de la guerra. Las pequeñas cosas que reseña son demoledoras y transmiten con viveza la tragedia, como el sudor frío de su abuelo paralítico, tumbado sobre un carro, que no puede buscar refugio durante los bombardeos. Pero Kapuscinski no es sólo un cronista, y aquí el narrdor aparece con voz propia y aplomo. Los recuerdos se enriquecen con reflexiones del autor sobre la guerra y sus secuelas que le emparentan con otros corazones grandes como Primo Levi.

Kapuscinski ha sido capaz, a lo largo de sus libros, de hablar con la voz del sentido común y acercarnos a países y personas lejanos. En este libro nos lleva al país que mejor conoce: Polonia. Y no solo por el tema del libro, sino porque esto es lo que se escribía y leía allí en 1962.

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