Yasmina Khadra
Alianza, 2017
274 pp.
No debe ser habitual que las traducciones superen a las versiones originales de los libros, pero en esta ocasión es muy probable que sea así porque el traductor, cubano, introduce ese modo de hablar tan propio de la isla del Caribe a la novela, escrita originalmente en francés, y centrada en la Habana.
Cuba es la protagonista de la historia, que nos cuenta Yasmina Khadra, y por la que no fluye nada más que la vida misma, que no es poco.
Una vida cuyos aderezos resultan cien por cien cubanos y que son, con todas las licencias de la ficción, un espejo de ese mundo tan particular como es el de Cuba en el presente.
La música, cómo no, aparece en primer plano de la mano de un artista, digamos que de segunda división, pero de éxito y que vive para ella. El curso de los acontecimientos sigue el ritmo de un país donde la burocracia se tiñe de política y de influencias marcadas por los afectos y las frustraciones. La vida cotidiana se las apaña con las penalidades de un progreso encallado en el fracaso. Una vida donde la miseria ronda por todas partes y la gente se refugia en su mecedora a la espera de verla pasar. Y el amor, ese amor caribeño, desbordante que es la luz de la vida y que contiene también sus desgarros no vaya a ser que la felicidad arruine la sombra de desconsuelo que a todo lo cubre.
Yasmina Khadra, procedente él mismo de un país castigado por la deriva del presente -Argelia- y dominado también por un partido, sino único, casi único, ha sabido captar las entrañas de esta Cuba terminal cuya población se empeña en vivir y en buscar la felicidad que sigue colándose por estrechos resquicios. Y de esta Cuba donde el ‘oficialismo’ marca las pautas del día a día sin demasiadas sorpresas porque lo más que puede esperarse de su empeño es que todo siga igual.
Son pocos los mimbres que sostienen el curso de la historia que nos cuenta el autor. Y sin embargo la intriga despega con la potente imagen de ese músico mediocre e incombustible al mismo tiempo. Yasmina Khadra juega con habilidad y demuestra que no hacen falta esos golpes de efecto a que nos tienen acostumbrados las series televisivas para armar un relato que atraiga. Suavemente, paso a paso construye una novela que se lee de un tirón, con la cabeza del lector puesta en el qué pasará y con el sabor de ese ambiente cubano que resuena al compás de su música.
Una Cuba construida sobre la ficción y centrada en el microcosmos del personaje principal de la trama compone una novela ligera y fluida. Y se convierte en un balcón desde el que asomarse a un pequeño mundo donde afloran las miserias y también las grandezas de este país extraordinario que es Cuba.
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