Charles Darwin – Herman Melville
Círculo de Tiza, 2015
195 pp.
Para el mundo de la cultura, el descubrimiento de las Galápagos supuso el encuentro con un paraíso que no tenía parecido en el planeta. Fue, para la ciencia y la literatura, motivo de fascinación.
Las versiones de dos viajeros contemporáneos se reúnen ahora en un solo libro que recoge el Cuaderno de bitácora de Charles Darwin a las islas Galápagos junto al relato del aventurero Herman Melville sobre esas mismas islas a las que llamó Las Encantadas.
Darwin es un aprendiz de naturalista cuando inicia este viaje, pero muy poco de lo que vino después habría sucedido de no haber participado en él. Hubo que esperar al cénit de sus capacidades como científico para que cuajara su famosa tesis sobre el origen de las especies.
En su cuaderno de viaje va enumerando sus encuentros con la fauna y con la flora que descubre:
“El día en el que visité los pequeños cráteres hacía un calor asfixiante, y me era difícil y fatigoso abrirme paso por la superficie áspera y rugosa, y entre la maraña de matojos, pero me di por bien pagado al contemplar una escena ciclópea: en mi camino hallé dos tortugas gigantes cada una de las cuales debía de pesar al menos 90 kilos. Una comía un trozo de cactus, y al acercarme, me miró y luego se alejó tranquilamente, la otra soltó un silbido penetrante y escondió la cabeza.”
“Había abundancia entre las rocas de grandes lagartos negros, de entre metro y metro y medio de largo; y en las colinas, otra especie en igual número. Vimos varios ejemplares de esta última, los había que se alejaban torpemente de nosotros. Otros reptaban al abrigo de sus agujeros. Describiré a su debido tiempo con mayor detalle los hábitos de ambas especies de reptiles."
Y junto al texto de Darwin, está también el relato de Melville, como dos caras de una misma moneda. Porque a diferencia de Darwin, Herman Melville tenía la mirada puesta en la trascendencia y su relato de Las Encantadas está saturado de signos de la naturaleza que presentan, por ejemplo, a las tortugas y las ballenas como animales poseídos por una rara razón, como seres de otro mundo.
“Aquella noche, mientras yacía en mi hamaca, puede escuchar los pasos cansinos de los tres pesados huéspedes por la atestada cubierta del buque. Tan grande era la estupidez o la obstinación de aquellas criaturas que jamás se desviaban ante ningún obstáculo. Una de ellas dejó de moverse justo antes de la guardia de medianoche. Al alba la encontré empotrada como un ariete en la base firme del palo mayor, luchando encarnizadamente para abrirse un paso imposible. La creencia de que estas tortugas son víctimas de una condena, o de un hechizo maligno, o tal vez de un encantamiento diabólico, parece sustentarse en ese caprichoso afán que con tanta frecuencia las domina.”
Charles Darwin, por su parte, se asoma a la naturaleza con la mirada desprejuiciada que le permite acercar los animales al ser humano, incluso los de formas más extravagantes. Una mirada que acabó por demostrar nuestro común e incuestionable parentesco con ellos.
Otra diferencia entre ambos relatos es que las Galápagos cambian de nombre. Melville las llama Las Encantadas, como las conocían los navegantes españoles, pues todo en ellas parece obra de un encantamiento. En la descripción inicial del archipiélago parece estar hablando de un paisaje lunar, una erupción de gibas surgidas de un mar de ceniza, algo cercano al averno.
Darwin, con una sensibilidad distinta, desmitifica las islas con la concepción del hombre de ciencia. Pero esa concepción, basada en el análisis y el estudio, no le impide expresar su asombro ante una naturaleza intacta, incontaminada por el hombre. El relato de Darwin demuestra por encima de todas las cosas que hubo una Edad de Oro de la tierra. Él la llamó la “Mansedumbre de los pájaros”.
Una edición extremadamente cuidada combina ahora los dos textos clásicos y ofrece una mirada nueva al lector de hoy. Una mirada que devuelve al presente la fascinación de quienes tiempo atrás contemplaron ese "archipiélago encantado" y que se complementa, en esta edición, con una bella serie de ilustraciones de la época sobre algunas de las especies, vistas en el lugar por primera vez por el hombre, y que van a resultar el mejor acompañamiento para la lectura.
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