David Ponce
La Fábrica de Libros, 2014
174 pp.
Cada foto, una sorpresa. Cada página del libro, una nueva sensación de irrealidad. Cada paisaje, un espacio para el asombro. ¿Así es el Cantábrico?¿Así de bello?¿Así de desconocido?
Quien nos abre los ojos a una realidad, a la vez tan próxima y tan lejana, es David Ponce. Fotógrafo de profesión, es sobre todo un hombre con el don de ver. De ver -en lo que parece una naturaleza primigenia, desnuda de todo signo de vida y huérfana- la belleza sublime de lo elemental, de lo estricto y sin embargo rico, porque en la composición de sus imágenes hay un mundo complejo de armonías donde nada sobra, donde no hay retórica alguna.
Blanco y negro e infinitos tonos de gris en las sombras, en las veladuras que producen las nieblas, en los cielos matizados por el leve degradado de las nubes o en el agua del mar tamizada por el continuo movimiento de las olas del que extrae un aspecto fantasmal, forman la paleta rigurosa y sin embargo rica con la que se expresa David Ponce.
El blanco y el negro, con contrastes que parecen naturales, dan protagonismo sobre todo a un universo rocoso. El Cántabrico, al que se dedica el libro, aparece como un litoral hecho de acantilados y peñascos en contacto todo el tiempo con un mar indefinido, convertido en bruma que contrasta con las precisas aristas de la piedra y con la sucesión de grises que delata cambios de color y de matices en las tierras que las forman.
No es fácil, para quien haya recorrido la costa cantábrica hacerse la idea de la belleza extraordinaria de esa tierra sin orilla que se desploma súbitamente en el mar ofreciendo fachadas verticales que se dirían de otros países o de otras tierras. Ni tampoco es fácil encontrar todas esas filigranas rocosas de formas insólitas que pelean con las mismas olas que les ha dado forma y que las han convertido es arcos esbeltos, o que las han taladrado, o que las han dispuesto componiendo geometrías imposibles.
David Ponce llega a ello porque al contrario del viajero, tiene un espíritu sedentario y paciente. Las fotografías que nos acercan a esos paraísos norteños son el producto de la espera. De vivir el presente como si fuera a ser el final del camino y hubiera que agotarlo hasta captar todo lo que nos ofrece. El abanico de fotografías que nos regala David es el de un fotógrafo que viaja a pie y que se maravilla ante cada nueva perspectiva sobre el paisaje que va descubriendo en su andadura.
Galicia, Asturias, Santander, Cantabria y el País Vasco son los escenarios naturales que nutren y ordenan esta extraordinaria colección de fotografías y este afortunado libro, simplísimo en apariencia, mínimo en diseño y en los textos que lo acompañan, al que merece la pena prestar toda la atención.
No hay comentarios:
Publicar un comentario