Khaled al Khamissi
Almuzara, 2014
357 pp
Khaled al Khamissi practica lo que podríamos llamar la narración especular, es decir la que elige distintos reflejos para componer, a través de todos ellos, la imagen que desea mostrar. Se estrenó, al menos en España, con Taxi, ese recorrido por El Cairo en compañía y en diálogo con el taxista que día tras otro le iba tocando en suerte a nuestro autor camino al trabajo.
Ahora, con un horizonte màs amplio porque se sale de El Cairo e incluso de Egipto, vuelve a tratar con diversos personajes, egipcios todos y además jóvenes, para trazar una imagen del país a base de las experiencias de cada uno, de sus aspiraciones y de sus afanes y también de sus ilusiones.
Pero no es de un reportaje, aunque fuera ficticio, de lo que estamos hablando. Estamos ante una novela y ante unos personajes de creación propia, que no por inventados dejan de representar la realidad del Egipto de hoy. ¿Nos enfrentamos a una historia de frustración y de sufrimiento? ¿A la historia de una generación joven que desborda las fronteras de lo que el país ofrece y desea romper por donde sea el espacio estrecho en el que vive después de ver por la televisión que existen otros mundos? Pues sí. Es una historia de sufrimiento pero de una juventud que no se deja vencer por él y sobre todo contada con humor y desparpajo admirables.
El Arca de Noé de la que hablamos, que no es más que la comunidad de ese grupo de jóvenes, salidos cada cual de su padre y de su madre, cogidos a lazo para armar el relato, y braceando para mantenerse a flote y terminar indemnes a pesar del diluvio.
Khaled al Khamissi es directo y familiar en el lenguaje, porque es directo también expresando sus ideas sin tapujos. Tiene la frescura de quien conoce la calle y la sabiduría práctica de quien se ha pateado el bazar. Seguramente por ello, lo que cuenta –sobre todo en la primera de las historias- tiene resonancias de Las mil y una noches. Su historia es una fantasía tan pegada a tierra que se convierte en la realidad. La realidad de su país y de su gente. De un país absurdo que tropieza consigo mismo en cuantos pasos da, y de una gente amarrada a ese país y a esa cultura convertidos, país y cultura, en pasión y cárcel al mismo tiempo.
Ahmad, el personaje con el que arranca la novela de Khaled al Khamissi es como Aladino, inocente por un lado, pero lo suficientemente sabio para desentenderse de la escuela porque, quien ve mucho más allá, no está para perder el tiempo acudiendo a clase. Bajo el lema de sobrevivir y de prosperar hay que hacer piruetas para mantener los principios. Fidelidades, si, pero las justas, porque empezando por el propio país todo es un disparate.
“Si tuviera hijos en el extranjero ¿volvería a Egipto para que se educaran aquí? –se pregunta Ahmed-. Ni de coña. Como mucho vendría de visita pero no más” –se responde él mismo y responde también Khaled al Khamissi para orientar al lector de por donde van los tiros.
Ahmed primero y luego en mayor o menor medida el resto de los personajes sufren el síndrome de Cándido. Son de natural almas bondadosas en un mundo de lobos, incapaces muchas veces de conjugar sus principios con la realidad del mundo que les ha tocado vivir. Y por ello no hay más remedio que tomarse las cosas con un cierto humor y con todo el cinismo. “La economía sumergida es la base de este país. Si nos ajustáramos a la legalidad habríamos muerto todos de hambre”
Crítico, comprensivo y agudo Khaled al Khamissi vuelve a traernos un Egipto lleno de vida con el distinto color que le da cada uno de los personajes que crea. Un Egipto que habla de la calle y de los jóvenes, de las esperanzas y de los obstáculos que se interponen en el camino. En definitiva, habla del presente que dibuja con trazos magistrales para que el lector llegue más allá de lo que le cuentan los periódicos y además tenga la ocasión de pasar un buen rato con la lectura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario