viernes, 20 de febrero de 2009

Begiz Begi. Miradas a cámara


Alberto Iñurrategi
Fundación Bilbao Bizkaia Kutxa, 2009
258 pp.






Publicado por Pablo Strubell


Por fortuna, no es sólo una portada. Pues hay libros de fotografía que se quedan solamente en eso, en la fotografía de portada. Libros en los que el contenido está vacío de calidad, de emoción y de interés.

Éste podría haber sido uno de ellos sino es porque Alberto Iñurrategi demuestra tener una sensibilidad especial, hacia las montañas (que es de lo que trata este libro fotográfico) y hacia las gentes (que rodean esas montañas). El libro del que hoy hablamos es Beguiz Begui, Miradas a cámara.

Lo bueno de ser montañero es que esta afición ofrece una buena excusa para visitar casi cualquier país. Basta una colina o una pared vertical para justificar la presencia allí donde se hallen. Por eso, este libro no sólo trata del Himalaya sino que nos acerca también a países en los que ni siquiera pensamos cuando hablamos de alpinismo: Mali, el Sahara o Nueva Zelanda, por ejemplo.

Muchos y variados son los protagonistas y los enfoques en que se detiene el libro. Vemos en él fotografías de alta montaña, pero también específicamente de escalada. Vemos a escaladores, a grandes deportistas, y casi me atrevería a decir a héroes, que vencen con su esfuerzo la dificultad que acompaña a la altura, al frío y a la superación de imponentes desniveles…

Me hubiera gustado, vista la calidad de las fotos, que lo social, las gentes, las religiones, hubieran tenido mayor protagonismo. Pero se trata de un libro de montañas: un elogio a la naturaleza. Aún con ello, pequeñas fotos se insertan entre enormes instantáneas de glaciares, ascensiones, cumbres nevadas y nos acercan al lado más humano. Aparte de las bellas y apabullantes imágenes que sitúan al hombre en su verdadera dimensión (insignificante frente a las moles de piedra o ante enormes aludes de nieve) me gustaron especialmente las fotografías de detalle: un primer plano de la mano de un hombre que come arroz; unos pies hinchados tras un duro día de ascensiones; o la divertida imagen de portada: el retrato de un porteador con sus redondas y divertidas gafas… Fotos, todas ellas, en las que se observa que, además de escalar, Alberto ha tenido tiempo para observar.

Son interesantes también (es reseñable la intención de no quedarse en un mero libro de gran formato) las reflexiones que el autor hace a raíz de sus viajes. Frases como “nuestros méritos deportivos están en función de la publicidad que se les haga”, o “la montaña es nuestro viaje en el tiempo, nuestro retorno a lo lejano oscuro y peligroso” o haciendo referencia a países subdesarrollados “enemigos potenciales ayer, sumisos tercermundistas hoy”, dan color y matices al texto a la vez que buscan la complicidad del lector.

Rematan el libro una buena y moderna maquetación (que permite valorar cada fotografía en su justa medida), una excelente impresión y una sabia elección del formato (porque es enorme y ayuda a acercarnos a cada detalle), a todo lo cual ha contribuido la Fundación de un banco, el BBK, que se ha hecho cargo de la edición en una iniciativa poco habitual en el mundo del libro y que es de agradecer.

El resultado es pues una obra excelente sobre la que hay que advertir que, si bien no es barata, vale, sin lugar a dudas, esos setenta y seis euros que marca el precio de venta en librerías.

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