jueves, 6 de noviembre de 2008

Historias secretas de Birmania. A la sombra de George Orwell


Emma Larkin
Altair, 2008
260 pp.





Publicado por Vanesa García Cazorla

“¡Ah, el profeta!” De estar en un país musulmán, no nos extrañaría semejante exclamación. Pero estamos en Birmania y quien lo dice es un budista para referirse, no ya siquiera a Buda -que es más maestro que profeta-, sino a un escritor: al inglés George Orwell. Porque, según los birmanos, Orwell no escribió un libro sobre Myanmar (su primera novela, Los días de Birmania), sino una trilogía que se abre con éste, sigue con Rebelión en la Granja y se cierra con 1984.

Y es que, un lector dado a las ensoñaciones literarias, podría esperarse que tras el título de este libro, Historias secretas de Birmania: A la sombra de George Orwell, la autora se limitara a hacer un recorrido turístico-literario por los espacios que habitó el escritor en la Birmania de los veinte durante los cinco años que estuvo al servicio de la Policía Imperial británica. Pero no. El libro va más allá. La autora no sólo va a los lugares de Orwell, sino que indaga en los acontecimientos recientes de este país del Sudeste Asiático a través de las historias e intrahistorias de sus habitantes. Unos habitantes condenados al silencio y al secretismo por miedo a un régimen militar que en su empeño por borrar la memoria colectiva de su pueblo rebautiza calles y ciudades. En Birmania las cosas no suceden, sino que, como por arte de magia, se des-suceden en la propaganda emitida por ese prestidigitador dictatorial que es la Junta Militar.

Así, que recorrer Birmania a la sombra de Orwell no es para Emma Larkin un mero recurso literario: esa excusa tan manida en la literatura de viajes que consiste en seguir los pasos de un gran escritor o viajero de otra época para regocijarse de un cierto fetichismo literario tiznado de exotismo. Lo que justifica que sea Orwell y no cualquier otro personaje el que nos guía en este periplo es el contenido de su obra, esa especie de presagio literario sobre la historia de Birmania que conforman las tres novelas antes citadas.

Orwell profetizó con una clarividencia espeluznante la historia del país: si de los días del Imperio Británico da muestra su primera novela, Los días de Birmania, Rebelión en la granja sería una especie de trasunto del camino birmano hacia el socialismo y 1984 sería la pesadilla escalofriante -por lo que tiene de real- de la omnímoda mano que todo lo controla y del ojo “omnividente” del gran hermano que es el régimen de la Junta Militar.

El libro de Emma Larkin se puede contar entre la mejor literatura de viajes. La autora le recuerda a uno a esos grandes viajeros del XIX, como Richard Burton (Mi peregrinación a Medina y La Meca, Laertes) o como el menos conocido Edward Granville Browne (Un año entre los persas, El Cobre), ambos grandes eruditos, conscientes de la importancia de hablar la lengua local para integrarse en el entorno que les rodeaba y para comprender así, no sólo la manera de pensar de un pueblo sino, sobre todo, las historias oídas de “primera boca” que surgían de las conversaciones con sus gentes.

Así, si Burton aprendió el árabe y se disfrazó de mahometano para entrar en La Meca y Browne aprendió concienzudamente el persa antes de su viaje a Irán, Emma Larkin se embarcó en el estudio de la lengua birmana en la prestigiosa universidad de Londres antes de ponerse rumbo a Birmania.

Con ese conocimiento del idioma, la autora recoge historias que escucha de los birmanos con quienes se encuentra. El escenario no puede ser más simple: a menudo alrededor de una tetera en una de esas típicas casas de té al aire libre, que bajo la vegetación exultante de los árboles milenarios que jalonan las aceras de Rangún y Mandalay y con banquetas y mesas que no superan la altura de la rodilla, se convierten en un lugar de encuentro y en un centro social donde se discute de casi todo.

Historias secretas de Birmania no sólo resulta ameno y divertido, sino interesante y didáctico. Porque el acierto de la autora está en haber entrelazado magistralmente elementos típicos de la literatura de viajes (el viaje en sí, las descripciones de los lugares) con un análisis sociopolítico en profundidad del país.

Es de agradecer que Emma Larkin se haya despojado de ese insidioso paternalismo etnocéntrico que aqueja a tantos relatos de viajes y de esa latosa superficialidad que da lugar a tantos malentendidos culturales. Y también hay que celebrar que la autora-viajera no se presente ante sus lectores como la heroína de su libro: no hace ostentación de ser una avezada viajera que se arriesga en un país sometido a una terrorífica dictadura, con todos los peligros imaginarios o reales que eso pueda entrañar. En un ejercicio de humildad y sensatez, Larkin cede el paso al verdadero protagonista de su libro: el pueblo birmano. Y quizás sea esto lo mejor del relato, ese diálogo coral articulado a partir de las voces de los diversos personajes autóctonos que pululan por sus páginas. Emma Larkin no nos cuenta historias: nos permite a sus lectores escucharlas directamente de sus protagonistas.

A estas bondades hay que sumar el tino con el que la autora ha seleccionado las citas de las obras de Orwell que salpican aquí y allá las páginas del libro, con lo que los amantes de la literatura quedarán más que satisfechos.

En resumen: aventuras, geografía, historia, literatura y la voz viva de un pueblo son los ingredientes que hacen de este Historias secretas de Birmania un plato suculento para los amantes de la buena literatura de viajes.

2 comentarios:

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Unknown dijo...

Hola guapa,
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Besos