lunes, 11 de julio de 2016

La guerra en Sudáfrica

La guerra en Sudáfrica

Arthur Conan Doyle
Espuela de plata 2015
250 pp.

'La guerra en Sudáfrica' es un libro curioso e interesante a la vez. En sus páginas, Conan Doyle analiza un tiempo de conflictos y de fuerte complejidad y abre las puertas a una mejor comprensión del presente de un país tan singular como es Sudáfrica.


Arthur Conan Doyle
Espuela de plata 2015
250 pp.





El reparto colonial que las potencias europeas hicieron en África ha marcado profundamente al continente y explica, después de más de un siglo de haberse producido, una buena parte de la situación y del carácter actuales de casi todos los países africanos.

Sudáfrica no es una excepción, aunque sí tiene mucho de especial la presencia holandesa y la británica que chocaron en lo que podía parecer una guerra europea -o al menos entre europeos- en el confín del continente negro. Entender Sudáfrica hoy pasa también por entender esa vieja guerra que fue la de los boers, que conmocionó tanto a Europa como a los EE.UU. y que puso los mimbres para el siguiente gran conflicto que fue el de la población blanca frente a la población autóctona que llevó al apratheid y cuyas huellas son bien visibles todavía hoy.

Pero no avancemos tanto en la historia porque el libro del que tratamos se circunscribe a la guerra de los boers, a la situación y las circunstancias que la precedieron y al modo como se desarrolló. Aclaremos que el libro merece la pena, a pesar de su portada que remite a un relato de aventuras, y a pesar del autor, Sir Arthur Conan Doyle, del que podríamos esperar una fantasía de intriga antes que un texto documentado, analítico y altamente reflexivo.

¿Qué hay detrás de esta guerra que tanto impactó a la opinión pública en su momento y qué hay detrás de la pulsión o de la estrategia colonizadora de la Inglaterra victoriana? Quizás la mayor parte del interés del libro esté ahí, en la respuesta a esta pregunta. La primera idea que viene a la mente es la del 'interés' que la potencia colonial podía tener en apoderarse de los recursos del país colonizado. Pero quedarse en ella es tanto como aceptar que la política es una cosa simple, que los intereses se mueven en una sola dirección y que esta dirección es clara y compartida por todos. Nada más incierto y más aún tratándose de la Gran Bretaña con un parlamento complejo, con intereses en todo el planeta que hay que saber conjugar y con un coste para mantener su imperio que exige cuidadosos ajustes para no encallar en accidentes imprevistos -dos guerras perdidas en Afganistán, a pesar de su colosal superioridad- que habían demostrado que no hay enemigo pequeño.

La guerra en Sudáfrica es un profundo análisis de lo que sucedió. Y al mismo tiempo es un exhaustivo ejercicio de propaganda política en defensa de los argumentos británicos para justificar la intervención del ejército de Su Majestad en una guerra tan alejada y contra un país independiente como era la república del Transval. Conan Doyle conoce el territorio sudafricano y  sus peripecias políticas y enfrentado tanto a una poderosa corriente de prensa internacional favorable a los boers como al sentimiento de disgusto en algunos países por el teóricamente desigual enfrentamiento entre el ejército inglés y un ejército de campesinos en defensa de su hogar, se apresta a poner en claro el fondo de la cuestión y darle la vuelta a la propaganda antibritánica.

El de Conan Doyle es un libro apasionado. Lo escribe en diez días y lo pone al servicio de la propaganda para que se traduzca a un buen número de idiomas y se distribuya masivamente por el mundo -España incluida. Pero el hecho de tomar parte a favor de Inglaterra no quita interés a las palabras del autor. Quiere Conan Doyle convencer. Y sabe que para ello tiene que aparecer neutral frente a sus lectores. Convencido como él está de los argumentos ingleses en favor de la intervención en la guerra, no tiene inconveniente en conceder la razón a los boers allí donde considera que la tienen para exponer a continuación lo insostenible de su postura y defender la necesidad de terminar con una situación de injusticia flagrante.

Las distintas etapas de la configuración de Sudáfrica, con la creación de varios estados independientes cuando los colonos penetran en el interior del continente, los enfrentamientos entre estos estados y dentro de ellos entre los primeros pobladores y los recién llegados, los conflictos éticos relativos a la desigualdad de derechos entre ciudadanos y extranjeros, el enriquecimiento  y la corrupción que siguen  al descubrimiento y la explotación de las minas de oro y de diamantes y muchos otros temas se mezclan con la sutil argumentación política en defensa de posiciones tan difíciles de conciliar como el derecho de conquista y al mismo tiempo la generosidad con la que compartir con otros que no participaron en ella  ese derecho, la igualdad de todos los hombres y a la vez el trato diferencial con los pobladores originales, la fidelidad a unos valores y también la exigencia pragmática a prescindir de ellos.

El lector de hoy reconocerá la parcialidad del enfoque de Conan Doyle y condicionará su lectura del libro a la opinión que actualmente prevalece sobre la aventura colonial. Pero, asimismo, tendrá ocasión de atender de primera mano a la argumentación de quien vivió, inmerso en ese momento, el complejo fenómeno de la expansión colonial y los graves problemas que se derivaron de ella. Y hallará una excelente explicación, cuidadosamente elaborada y  llena de matices, para justificar la política fuera de sus fronteras de la gran potencia del momento como era la Inglaterra imperial. La guerra en Sudáfrica es un libro curioso e interesante a la vez. Un libro que deja ver un tiempo pasado, de fuerte complejidad, y que abre las puertas a una mejor comprensión del presente en un país tan singular como es Sudáfrica.

1 comentario:

Unknown dijo...

Quien se imaginaría que el autor de la saga de Sherlock Holmes, escribiera al respecto de este tema que es parte del infinito mosaico de la experiencia humana, paradógicamente encuadrada dentro de un tiempo finito que no alcanzamos a vislumbrar en nuestra pequeñez.