viernes, 9 de enero de 2015

Cixí, la emperatriz. La concubina que creó la China moderna

Cixí, la emperatriz

Jung Chang
Taurus, 2014
594 pp.

Jung Chang ha destapado el tarro donde se guardaba una parte de la historia de China que había quedado oculta y olvidada. Leer 'Cixi, la emperatriz' será un paso más para comprender ese apasionante fenómeno que es la China de hoy.


Jung Chang
Taurus, 2014
594 pp.







Dicen que la historia la escriben los vencedores y será por eso, o porque es demasiado compleja para alcanzar todos los ángulos, que siempre es parcial y siempre también deja espacio a que alguien la reescriba con una mirada nueva.

En el caso de China, de la China moderna -la de principios del XX y la inmediatamente anterior-, nos ha llegado la imagen de un país encerrado en sí mismo, preso en sus tradiciones e incapaz de evolucionar.  Los ingleses, los que indujeron la guerra del opio, los franceses que tuvieron también su guerra particular con China, y media Europa, además de Japón y los Estados Unidos que intervinieron contra la rebelión de los Boxers, todos mostraron la imagen de un país incapaz de afrontar a los retos del futuro y de adaptarse a las oportunidades y a las exigencias de los nuevos tiempos.

Los propios chinos, los republicanos que se revolvieron contra el emperador, y los revolucionarios que tomaron la antorcha de la modernidad, no fueron más amables que los extranjeros a la hora de hablar del pasado reciente de China donde no vieron más que estancamiento y una pobreza secular que contrastaba con los oros y los complejos rituales que rodeaban a la corte de un imperio fundado hacía miles de años.

Una investigación reciente y posible después de que se abrieran archivos enormes de la época imperial a los que no había habido posibilidad de acceso hasta ahora ha dado lugar a un relato distinto de la realidad China y de la última etapa del imperio de la dinastía Quin. Tras la muerte del emperador Xianfeng, Cixí, la madre del heredero al trono, concubina del emperador, consigue alzarse con el poder y con él maniobrar en el complicado sistema marcado por el respeto a las tradiciones y creencias en las que se sustentaba el gobierno. Su objetivo es salir del atraso y para ello abrirse a occidente y establecer unas relaciones con otros países que habían estado proscritas, como si de un sacrilegio se tratara, hasta el momento.

La China encerrada en sí misma, convencida de su suprema superioridad frente al resto del mundo, autista en un entorno donde las potencias buscaban extenderse colonizando cualquier territorio débil o que no se pliegue a sus intereses, empieza a despertar bajo la mano hábil y firme de Cixí, la emperatriz viuda que debe hacer frente a las amenazas exteriores e interiores y que comprende que su imperio no alcanzará el poder de las potencias occidentales ni su riqueza si no sale de un invierno que ha dejado al país paralizado durante siglos y no aprende de los países que han tomado la delantera.

Cixí, la emperatriz se lee casi como una novela histórica, aunque es mucho más que eso. La portada del libro induce a pensar más en un relato novelado que en un libro de historia. Y la realidad es que como libro de historia resulta particular. Seguramente es demasiado didáctico y, junto a los hechos y aconteceres, busca alimentar las sensaciones del lector construyendo las situaciones y desvelando intenciones y sentimientos de los personajes. Hay en el relato de Jung Chang el empeño por dar vida a una narración compleja y profusa donde elige huir del dato y desvelar los intereses y las intrigas de cortesanos y diplomáticos, el sabor de la ansiedad frente al riesgo de avanzar demasiado aprisa, el temor de encontrar barreras infranqueables, el cálculo y la astucia para aprovechar el momento y buscar los mejores apoyos.

Como en tantas otras ocasiones, también en China la revolución cuya mecha encendió la emperatriz Cixí terminó quemando a quien la había iniciado. Acabó por desbordar los cauces demasiado estrechos que debían contener la marea de unos cambios de dimensión histórica y barrió los restos de la dinastía Quing que había reinado durante más de 250 años. Pero ¿quién recuerda que fue la emperatriz quien se puso al frente de la aventura de abrir el camino de China hacia la modernidad? ¿Quién es capaz de ver ahora que la China actual es hija también de un imperio que supo ver que era preciso mirar hacia adelante y para ello romper con el pasado? Jung Chang ha destapado el tarro donde se guardaba una parte de la historia que había quedado oculta y olvidada. Conocerla, a través de una lectura interesante y entretenida al mismo tiempo, será un paso más para comprender ese apasionante fenómeno que es la China de hoy.

No hay comentarios: