martes, 22 de enero de 2013

La historia de mi gente

La historia de mi gente

Edoardo Nesi
Salamandra, 2012
160 pp.

...parece sorprendente que La historia de mi gente no sea un libro que el lector termine con ganas de salir a la calle a quemar bancos...


Edoardo Nesi
Salamandra, 2012
160 pp.






Sólo al cabo de un par o tres de capítulos La historia de mi gente parece entrar en materia. Empieza desplegando un relato personal, hablando de los años de juventud del autor, de la experiencia de aquella época, de lo que podría ser el recuerdo nostálgico de la entrada en la vida adulta de un joven de familia industriosa y además pudiente.

Y digo que parece, porque este principio de recuerdos personales sirve para poner en contexto la historia en la que un poco más adelante Nesi va a entrar. Porque hasta que no ha transcurrido un buen número de páginas no desvela el meollo de la cuestión, que es Italia. La Italia de hoy, no la de entonces, la Italia que resulta de la globalización y de las recetas de los gobiernos y los economistas liberales. Nesi, en realidad, habla de Italia desde el principio, de una Italia distinta de la que hoy vemos, mejor, más humana y cuya destrucción nos muestra con enorme pesar y con escándalo.

La Italia por la que empieza el libro se centra en Prato, una ciudad donde tradicionalmente ha florecido la industria textil, una industria de fábricas pequeñas pero eficaces, capaces de dar dinero y empleo y de sostener una vida donde el trabajo no excluye a la cultura ni tampoco al aparente derroche que significa vivir con cierta holgura.

El libro empieza con una Italia tan normal que no parece Italia. Pero no hay que esperar mucho para que todo se venga abajo y para que lleguemos al presente, a un Prato nuevo donde la industria entera ha tenido que cerrar porque la globalización ha sido en realidad una invasión de empresarios prepotentes que al frente de imperios económicos han arruinado a los viejos fabricantes, a los que tenían oficio, a los que habían ayudado a que la moda italiana ocupara un papel estelar en el mundo y a los que, puestos contra las cuerdas, han obligado a aceptar condiciones imposibles que terminaron con el despido de los trabajadores y el cierre de las fábricas de toda la ciudad.

Nesi, es, además de autor, un protagonista destacado de la historia. Nieto e hijo de fabricantes, fue él mismo director de la fábrica familiar, además de escritor por vocación. Vivió en primera persona todo que cuenta, ese relato centrado en su ciudad, Prato,  pero que en realidad muestra la decadencia dramática de su país.

De menos a más, de plácido y nostálgico a rabioso, de puramente literario a encendido y militante, así discurre La historia de mi gente. Así se desarrolla un libro que parece un cordero cuando empieza y se va transformando en lobo, en lobo fiero y descarnado, a medida que avanza hacia el final.

El capítulo que Nesi titula El sistema Italia, es demoledor. Y resulta escalofriante porque anuncia esa Italia del presente -¿sólo Italia?- que perdió los puntos de apoyo que se basaban en el trabajo productivo, y que vive ahora sobre un vacío sin soporte alguno y sin porvenir. ¿Y quienes son los culpables de la catástrofe? Ahí Nesi es ejemplar, porque resulta tan duro como prudente. La culpa está en todas partes, pero quienes debieron alertar del desastre, los mejor preparados, los políticos y los expertos que disponían de información y de conocimientos, quienes tenían la responsabilidad de mirar al futuro y tomar las decisiones acertadas, quienes hubieron debido negociar mejor en nombre de Italia se quedaron en las nubes y generaron un discurso confiado y optimista con el que engañaron a la población, con el que adormecieron al país entero.

Habrá tantas lecturas como sensibilidades tengan los lectores de este libro magnífico. A mi, después de narrar el desastre, de contar pormenorizadamente cómo pudo ser que ocurriera, de señalar a los responsables y de detallar los efectos dramáticos que tuvieron sus acciones, después de todo ello, me parece sorprendente que La historia de mi gente no sea un libro que uno termine con ganas de salir a la calle a quemar bancos o a derribar al gobierno. Y es que, siempre para mi, el lector llega al final del libro sin ánimo de venganza, con una enorme sensación de desamparo y, ante tamaño descalabro, con unas ganas mayores todavía de echar a llorar.

No hay comentarios: