martes, 1 de mayo de 2012

Los días de Birmania

Los días de Birmania

George Orwell
Ediciones del Viento, 2005
322 pp.

Orwell conoce Birmania cuando es destinado al país como miembro de las fuerzas del orden del imperio británico. Allí tiene ocasión de ver de cerca uno de los lugares más exóticos de Asia....



George Orwell
Ediciones del Viento, 2005
322 pp.





La vida de Orwell fue variada y agitada al mismo tiempo. De familia modesta, consiguió estudiar en la exclusiva escuela de Eton, para enrolarse luego en la policía militar, alistarse en las Brigadas Internacionales que apoyaron al bando republicano en la guerra civil española, pasar hambre en París, ser profesor y convertirse en escritor reconocido.

Sus libros más famosos –Homenaje a Cataluña, Rebelión en la granja, 1984…- reflejan esta vida y su trayectoria política, crítica en todos los casos. Entre ellos no se encuentra Los días de Birmania, que quedó medio olvidado como un eslabón al principio de la cadena de escritos que lo consagrarían como un autor de relieve en la literatura del siglo XX.

Orwell conoce Birmania justamente cuando es destinado al país como miembro de las fuerzas del orden del imperio británico. Allí tiene ocasión de ver de cerca uno de los lugares más exóticos de Asia. Y lo hace desde el papel de funcionario del gobierno y, por consiguiente, desde el espacio reservado a los blancos que ocupaban una posición de autoridad y que asumían el gobierno del país. Los días de Birmania reflejan esta posición en forma de novela y cuentan tanto o más del mundo cerrado y exclusivo de la colonia británica que de Birmania, que aparece en buena medida como telón de fondo en el escenario sobre el que desarrollan su vida los exquisitos ingleses.

¿Pasa Orwell de puntillas sobre el país al que se refiere en el título del libro? No, lo que ocurre es que Birmania, tanto como un país, es una colonia. Y Orwell se ha convertido en un convencido crítico del sistema colonial y quiere poner el acento justamente en esta condición de colonia, que entraña vicios y perversiones.

Orwell se refiere en realidad a una Birmania que ya no existe, a un mundo desaparecido. Pero su relato tiene interés porque tampoco hace tanto tiempo desde que la mitad de Asia estaba bajo la tutela de países extranjeros. Escribe en 1934, en pleno siglo XX cuando sigue para algunos viva la idea de que el imperio ha puesto orden, ha dado cultura y ha provisto de riqueza a aquellos países cubiertos por su extenso manto. Y, sin embargo, ese mismo imperio resulta para otros un sistema decrépito, ineficaz y orientado al expolio de las riquezas codiciadas por Inglaterra.

Una extraña historia de amor, o de amores, está en el fondo de la novela. Una historia que remueve las aguas de la colonia británica en una ficticia población, en Kyauktada, perdida en el norte del país. Blancos, británicos, con cargos importantes, pero todos ellos incompetentes, ridículos, inmorales y borrachos son los principales personajes que mueven la acción. Sobre todo borrachos porque la bebida es el único esparcimiento que comparten todos desde el desayuno hasta la hora de dormir. Y racistas, declaradamente racistas, porque su relación con el entorno está construida sobre el binomio mando/obediencia que parte del principio de que el indígena no tiene más valor que el de servir al blanco en los trabajos y en los caprichos.

Birmania aparece en la novela a través de los criados, a través de los animales, de los paisajes y del calor agobiante que desde la mañana extenúa a todos mientras se espera que lleguen las primeras lluvias del monzón. Pero aparece también mostrando su peor aspecto en forma de corrupción y de ejercicio perverso del poder. Una mezcla que nace de la maldad y de la ambición humanas, que anida en el corazón de algunos personajes y que la administración de la colonia cultiva en su irresponsable ejercicio de sus obligaciones.

Si la India ha sido el escenario de muchos libros que recogen las esencias del imperio británico, Orwell ha elegido Birmania para novelar su experiencia y sacarle los colores a la sociedad inglesa. Pero también para llevar hasta Europa la imagen de un país, casi desconocido, lleno de exotismo y opaco para el exterior, que permite soñar en esa Asia lejana que con tanto misterio se muestra a la imaginación del lector.

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