lunes, 14 de noviembre de 2011

Los días contados

Los días contados

Miklós Banffy
Libros del Asteroide, 2011
668 pp.

Cinco ediciones en menos de tres años dan motivos para hablar de Los días contados, el primer volumen de la trilogía de Miklós Bánffy que dedica a su tierra, Hungría...



Miklós Banffy
Libros del Asteroide, 2011
668 pp.





Cinco ediciones en menos de tres años dan motivos para hablar de Los días contados, el primer volumen de la trilogía de Miklós Bánffy que dedica a su tierra, Hungría y que se centra en los primeros años del siglo XX.

Pero además de este éxito editorial, que no hace más que confirmar que se trata de una novela extraordinaria, justifica el que se hable de ella el hecho de que trata de una región crucial en Europa, cuyo pasado se siente todavía hoy, cuando se viaja por por sus capitales.

Ni por asomo estamos ante nada parecido a un libro de viajes, tal y como se observa enseguida. Es un novelón que desgrana lentamente la vida y el paso de los días de unos personajes que componen la alta sociedad que se mueve entre la alejada Transilvania, en lo que hoy es Rumanía, Budapest y Viena y que retratan un mundo y una época. Un mundo y una época pasados -hablamos de muy a principios de siglo XX- y sin embargo no tanto como para haberse borrado del todo.

La complejidad de este conglomerado de países que compusieron el Imperio Austrohúngaro, requiere, para quienes vivimos alejados de centroeuropa, una explicación a través del detalle de la cotidianidad. De una cotidianidad que, en el libro que nos ocupa, mira a la nobleza y al entorno que la rodea de ricos propietarios, políticos, negociantes, jugadores de cartas, bellas damas que viven en palacios, en castillos y en grandes mansiones y que deja tras ella ese legado opulento que marca todavía el carácter de tantas ciudades.

Palacios, casinos, grandes fiestas, pasiones, intrigas y maldades son los elementos visibles de una trama, llena de emociones y a ratos de fuerte tensión, que anuncia también el abismo hacia el que los distintos países del imperio se dirigen de forma inexorable. La política está presente en la novela y marca con sus continuas crisis el suelo inestable sobre el que se mueven los personajes y que amenaza al mundo en que viven.
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Gloria y declive, fuerza para construir las capitales más espléndidas y desorientación para caer en la parálisis, inconsciencia sobre todo lo que va más allá del horizonte doméstico cimentan la escena y alimentan la hoguera que iba a hacer al imperio entero víctima de su propia historia y de la historia de una Europa que rodaba en una dirección distinta, a la que no se supo adaptar.

Un magnífico prólogo de Mercedes Monmany centra la novela, la situación histórica que envuelve el escenario donde se desarrolla y la vida del autor, un personaje, más que singular, sobresaliente. Miklós Banffy, noble transilvano, fue pintor, dramaturgo, músico, escenógrafo, diplomático y político. Y destacó en todas las áreas. Fue ministro de Asuntos Exteriores de Hungría y como escritor tuvo enorme éxito hasta que durante el período de dominación comunista sus obras fueron censuradas.

Copio las primeras líneas del prólogo de Mercedes Monmany porque ella introduce mejor que nadie el libro:
“Con una alta dosis de ironía y con la melancolía propia de los que contemplan con lucidez el fin de una época y de los que embriagados de alegría y fiesta incesante la vieron escurrirse como brillantes y eternos granos de arena entre sus torpes dedos, el gran escritor, político y aristócrata húngaro Mimlós Banffy(…), notario o escriba de una clase decadente que se asomaba sin saberlo a su propio abismo, decribirá a la aristocracia húngara entre la que había crecido con el solo fin, probablemente, de salvar su alma de la quema y dejar testimonio de ello.”

Estamos ante una novela de personajes complejos, de pasiones, de situaciones que muestran a esa sociedad de aristócratas y de notables, luminosa pero al mismo tiempo en declive, dominada por sus propios demonios y apesadumbrada por la contrariedad y por los lastres que arrastra. Resuenan, en la melancolía del relato y de sus personajes, escenas de El gatopardo y, en la falta de futuro, esa tragedia, no consumada todavía en los momentos que viven los personajes, que fue para Hungría la desmembración de su territorio repartido tras la primera guerra mundial entre los países vecinos.

Una novela excepcional aguarda al lector y ayuda, a través del complejo mundo que desvela, a comprender aspectos del presente, en los que se refleja todavía y con nitidez, el brillante y evocador pasado del que nos habla Los días contados.

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