martes, 7 de junio de 2011

Testamento mortal


Testamento mortal
Donna Leon
Seix Barral, 2011
318 pp.

Le toca a Venecia bajar al nivel más plano de la cotidianidad para entrar, de la mano de Donna Leon, en el género de la novela negra....

Donna Leon
Seix Barral, 2011
318 pp.





Venecia está presente desde todos los ángulos en la literatura de viajes. La fascinación por la ciudad se muestra en los escritores románticos, en los viajeros clásicos y en los modernos que no pudieron resistir la tentación de destacar su personalidad única, sus encantos y sus muchas particularidades -no siempre merecedoras de elogio.

Le toca ahora a Venecia bajar al nivel más plano de la cotidianidad para entrar, de la mano de Donna Leon, en el género de la novela negra. Donna Leon es una experta en el tema. Su comisario Burnetti protagoniza una larga serie de novelas ambientadas en la ciudad y que rezuman sabor a Italia, país que la autora –norteamericana- conoce bien. Y con el que se identifica. Su gusto por lo italiano recuerda esa afición de los anglosajones por el exotismo mediterráneo y se refleja en las palabras. El texto entero está salpicado por términos en italiano que pretenden situar al lector en primera fila frente al escenario y por vía del lenguaje acercarlo a la realidad. La novela negra es justamente lo que pide. Necesita que se pueda escuchar la respiración de los personajes y transmitir la atmósfera de la calle o del bar donde transcurre la vida. Y esto es lo que hace Donna Leon hablando de Venecia.

Venecia baja aquí del pedestal de lo sublime porque para lo que se presta es para sostener una historia de delincuencia sorda poco en línea con la gloria que envuelve a la ciudad.

Donna Leon habla de las calles, de los vaporettos, de las plazas… con la naturalidad con que los ven los venecianos, dedicados a sus menesteres diarios. Y aunque, según dictan los cánones del género negro, todo debiera discurrir en los términos de desgana que acompañan a la rutina –la rutina del trabajo, la rutina de la familia, la rutina de la relación con los compañeros- la realidad es que Donna Leon no resiste, de vez en cuando, a caer en el elogio que el extranjero no puede reprimir ante tanta belleza como acumula la ciudad y que delata al admirador.

Estaríamos ante una novela negra contenida en cuanto a negrura y respetuosa con el escenario y con sus habitantes que, como buenos latinos, están cerca de la vida y muestran una sabiduría natural admirable.

Es verdad que Venecia representa sólo el decorado. Que presta nombres de calles y de lugares que podían haber sido los de cualquier otra ciudad de Italia. Pero el solo hecho de que el lector sabe que es en ella donde ocurre la trama da a la historia un color especial y nos lleva a la Venecia de hoy, más humana y real que la que nos viene a la memoria idealizada cuando sólo mira a iglesias, museos y palacios.

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