lunes, 14 de marzo de 2011

El infierno de los jemeres rojos. Testimonio de una superviviente


El infierno de los jemeres rojos
Denise Affonço
Libros del Asteroide, 2010
249 pp.

¿Cómo pudo ocurrir?¿Y cómo pudimos no enterarnos? Son dos preguntas que surgen ante el drama de Camboya que desvela la lectura de El infierno de los jemeres rojos ...



Denise Affonço
Libros del Asteroide, 2010
249 pp.





¿Cómo pudo ocurrir?¿Y cómo pudimos no enterarnos? Son dos preguntas cruciales ante una situación dramática, de una dimensión enorme, que ocurrió en este mundo que consideramos pequeño, cada vez más parecido en todas partes, y donde las noticias circulan al instante e informan en cualquier punto de lo que ocurre en cualquier otro lugar.

¿Cómo fue que no nos enteramos? La pregunta suena con fuerza porque estamos hablando de Camboya en 1975 y de la instalación en el país de un régimen sanguinario que en el curso de poco menos de cuatro años produjo millones de muertos como consecuencia de una alocada política refundación radical del país, alimentada por el mito del maoísmo y convertida en locura colectiva.

Millones de muertos, desplazamientos masivos de la población, institucionalización de relaciones de sospecha y de sometimiento entre los adictos al régimen y los calificados de podridos por el hecho de haber vivido en las ciudades, de no pertenecer al linaje puro de los campesinos de las zonas ‘liberadas’ o de no formar parte de la guerrilla que desde regiones remotas consiguió hacerse con el poder con ayuda de China y de la inestabilidad que vivió todo el Sudeste Asiático en el conflicto que mantuvo Occidente con el mundo socialista. Todo eso y mucho más es lo que cuenta Denise Affonço en un relato espeluznante y al mismo tiempo tremendamente humano.

Denise Affonço, de nacionalidad francesa, afincada en Camboya, con un marido de origen chino, ella misma hija de madre vietnamita, empleada por el gobierno francés queda atrapada en la capital Phnom Pehn cuando entran victoriosas las guerrillas de Pol Pot en la ciudad y alumbran la esperanza de que la inestabilidad del país va, por fin, a terminarse bajo la batuta de un régimen comunista nuevo y fuerte. Pero nada más falso que este ilusorio fin de la pesadilla de la guerra, porque la paz se iba a cobrar muchos más muertos que las batallas entre los guerrilleros y los militares que apoyaban al gobierno derrotado.

La nueva Camboya de los jemeres rojos se iba a convertir en un campo de concentración con millones de esclavos que morirían en los arrozales, en huertos y bosques simplemente de hambre porque la creación de un nuevo país obligaba a destruir todo lo antiguo –ciudades, casas, propiedades, el dinero incluso- para crear una sociedad libre de la corrupción del pasado bajo la iluminada dirección de una guerrilla sanguinaria que no conocía límites en el proyecto de hacer tabla rasa y de vengar los pecados del pasado. Víctimas y verdugos convivieron durante cuatro años con penalidades infinitas de las que sorprende que no tuviéramos noticias.

Denise Affonço las cuenta al detalle porque las escribió en un cuaderno a petición de las autoridades vietnamitas cuando el ejército de este país decidió terminar con el genocidio y con el régimen de Pol Pot. Su escrito tuvo por objeto formar parte de la acusación ante un tribunal internacional para juzgar los crímenes del régimen jemer. Pero la historia fue olvidada por la propia Denise, ocupada en dejar atrás la muerte de su marido en un campo de reeducación y la de su hija en sus propios brazos por desnutrición. Dedicada también en rehacer su vida y la del hijo adolescente con el que pudo salir del país y condicionada por seguir el consejo de quienes le indicaron que no debía echar la vista atrás para revolver en los asuntos procelosos de la política.

El libro de Denise Affonço nace de la pregunta de cómo fue que no nos enteramos cuando en su nueva vida en Francia un periodista desmiente su testimonio porque sostiene que es más el fruto de los prejuicios y de la propaganda anticomunista que de la realidad. Y aquí es cuando la autora decide rescatar el viejo cuaderno que escribió bajo la iniciativa de los vietnamitas y sirvió de alegato ante el tribunal internacional de justicia para hacérnoslo llegar en forma de libro y sacar a la luz lo que fue la conocida como república de Kampuchea durante esos cuatro años en que dejó de llamarse Camboya.

El infierno de los jemeres rojos es un libro estremecedor. Es tremendamente humano y es, sobre todo, conmovedor ante tanto sufrimiento que llega al lector por la precisión con que la autora describe las terribles condiciones de vida que le tocaron sufrir a ella y a todos cuantos compartieron con ella, día a día, una existencia de esclavitud y de desesperación, al límite de la muerte.

Emocionante, además del dolor, es el agradecimiento que expresa Denise Affonço a los vietnamitas que trataron a las víctimas camboyanas con humanidad y a los amigos, viejos y nuevos, que la ayudaron generosamente a poder alcanzar con su hijo territorio francés y rehacer su vida.

Cuando la administración norteamericana bajo la presidencia de George Bush anunció la creación de una agencia de noticias al servicio de su política exterior destinada a propagar información no cierta que favoreciera los intereses los Estados Unidos estaba dando el reconocimiento oficial a la peligrosa práctica de que los estados democráticos ocultaran la verdad cuando estimaran oportuno y la tergiversaran. El genocidio en Camboya pudo mantenerse a lo largo de tanto tiempo porque permaneció oculto -activamente oculto- y no se supo de él con claridad suficiente.

Camboya es hoy heredera de esta experiencia traumática que marca aún su presente y está en la experiencia de una buena parte de su población. En el año 2010 se dictaron todavía condenas para los responsables de hechos tan dramáticos. Por ello El infierno de los jemeres rojos es un libro de actualidad y seguramente es un relato que habrá que tener siempre presente porque la historia muestra una incorregible tendencia a repetir acontecimientos terribles que las sociedades parecen incapaces de evitar para siempre.

No hay comentarios: