martes, 7 de diciembre de 2010

La tragedia del Congo


La tragedia del Congo
G.W. Williams, Roger Casement, A. Conan Doyle y Mark Twain
Ediciones del Viento, 2010
419 pp

La última novela de Vargas Llosa, El sueño del celta, ha puesto de actualidad el asunto del Congo y ha desvelado a los lectores de hoy una catástrofe olvidada y de enorme magnitud...


G.W. Williams, Roger Casement, A. Conan Doyle y Mark Twain
Ediciones del Viento, 2010
419 pp.






La última novela de Vargas Llosa, El sueño del celta, ha puesto de actualidad el asunto del Congo y ha desvelado a los lectores de hoy una catástrofe olvidada y de enorme magnitud. Y por ello mismo ha dado fuelle a este libro, La tragedia del Congo, que documenta de manera precisa una parte sustancial de lo que el reciente Nobel cuenta desde la óptica mucho más libre del novelista.

Los aficionados a la literatura de viajes sabíamos de ese Congo del s.XIX por la impronta que dejó en nuestra imaginación El corazón de las tinieblas, un alegato extremadamente duro. Tan duro e incomprensible que se instalaba en el terreno de la irrealidad, de los mundos de ficción ante tanta crueldad y opresión como destilaba el texto.

El libro del que ahora hablamos es todo lo contrario en cuanto a sensaciones, aunque no en lo que se refiere a la realidad de la que habla. Es todo "luz y taquígrafos", porque los autores, salvo Mark Twain, actúan de notarios y elevan informes en los que buscan claridad. Quieren detener el horror, juntar pruebas y denunciar del modo más eficaz posible un atentado contra la humanidad que exige testigos solventes y claridad en las explicaciones. Las evidencias del desafuero son abrumadoras y el sufrimiento de la población negra inmenso.

En diez años, de 1893 a 1903 la población de Botumu paso de 500 a 80 habitantes, la de Ngombe de 500 a 40, la de Irebu de 3.000 a 60, la de Boboko de 300 a 35, la de Nwebe de 700 a 75... y así hasta agotar el nombre de pueblos y ciudades. ¿Y donde están las personas que faltan? Murieron o desaparecieron como consecuencia de la colonización.

¿Estamos ante un libro curioso sobre la rebelión de algunos intelectuales frente a un hecho que pasó a la historia? No, La tragedia del Congo es mucho más que eso. Habla de una catástrofe cuyos efectos se prolongaron a lo largo del tiempo. Se refiere a un viejo acontecimiento que presenta una viva actualidad para el lector. Cuenta cómo fue la colonización. Cómo era la vida en los países africanos cuando llegó el hombre blanco. Habla de países y de gentes de los que nos separan solo cien años. Habla, tanto como de historia, de la más pura actualidad. Escarba en las raíces que dan sentido a ese lamento o a ese reproche que afirma que "de aquellos polvos estos lodos".

Cuatro autores se reúnen en este libro para componer un sólido abanico de denuncias. Cada cual con su estilo y todos ellos de interés. El primero es G.W. Williams, militar norteamericano, negro y universitario -toda una excepción en la época- que escribe al rey Leopoldo de Bélgica después de haber visitado la colonia. Escribe a la máxima autoridad, que es al mismo tiempo el máximo instigador del atropello, su primer responsable. Lo hace sin pasión, ciñéndose a los hechos, con el respeto debido a un superior, y sin concesión alguna al apaciguamiento. Es la objetividad en estado puro y la denuncia fría y literal.

Casement, el segundo de los autores, es el protagonista de la novela de Vargas Llosa. Pero en el libro que nos ocupa es un personaje bien real. Cónsul de la Gran Bretaña escribe un extenso informe oficial sobre los desafueros de la colonización belga. Pretende acopiar datos para una intervención de su gobierno y para una movilización internacional. Destaca los horrores, habla con la gente, cita nombres, transcribe conversaciones, detalla atropellos terribles -torturas, mutilaciones, secuestros y encarcelamientos, quemas de pueblos enteros, robos- y toda clase de calamidades…

Conan Doyle vuelve sobre el tema. Pero no es una repetición de lo anterior lo que cuenta. No es una denuncia al rey causante de los estragos, ni un informe al gobierno para que intervenga. Elabora los hechos, y saca a la luz lo que ahora definiríamos como causas estructurales de este episodio de la colonización tan exageradamente perverso. Como nota curiosa, habla con respeto de quien fue la mano derecha del nefasto rey Leopoldo, el famoso explorador Stanley que entró en la nómina de colonizador para negociar con los indígenas contratos que eran en realidad expolios, dejándose sorprender, según Conan Doyle, en su buena fe.

Y por último, el libro recoge un texto de Mark Twain, que en tono de ficción recrea un soliloquio de Leopoldo, enloquecido y consternado por lo que ocurre y por la magnitud de lo que le reprochan como dueño de esa colonia -en realidad, posesión personal - que era el Congo.

Casi todo el mundo conoce la época dorada de la colonización europea de África. Pero han sido muy pocas las noticias concretas sobre cómo se desarrolló y aun menos las que documentan la magnitud de la tragedia que supuso. El caso del Congo ha pasado a la historia por ser de una crueldad extrema. Pero es el espejo que con matices refleja también la historia de una buena parte de África. A pesar de su dureza, La tragedia del Congo es un libro ameno y con el atractivo de descubrir una realidad que no nos es nada ajena. Su lectura está llena de interés y es más que recomendable.

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