miércoles, 10 de noviembre de 2010

El día del juicio


El día del juicio
Salvatore Satta
Anagrama, 2010
303 pp.

La isla de Cerdeña reclama su presencia con "El día del juicio" y es casi imposible no recordar a Lampedusa o a Villalonga cuando se entra en las páginas del libro ...

Salvatore Satta
Anagrama, 2010
303 pp.






Sicilia tiene sus libros, algunos soberbios. También Creta, Corfú, Mallorca… han sido propensas a la literatura. Y lo han sido porque han guardado unos mundos propios, profundos y llenos de carácter que han favorecido, al amparo de su fuerte personalidad, que florecieran magníficas novelas.

En este entorno mediterráneo, Cerdeña reclama su presencia con El día del juicio y es casi imposible no recordar a Lampedusa o a Villalonga cuando se entra en las páginas del libro. Gente adusta, aislada, tierra dura y un largo pasado, que cambia sin embargo con el tiempo y que muestra el lento discurrir de la vida, son los mimbres con los que se teje la historia que nos ocupa.

Salvatore Satta, el autor, es jurista y quizás por ello es tan meticuloso. No es que entre en materia, es que la recrea llevando los cimientos de la novela casi a los orígenes de la vida. Porque de ello se trata, de ahondar en el alma de las personas, de las familias, de los pueblos y de la esencia misma de la isla siguiendo cualquier hilo y aprovechándolo para que por él se desenvuelva la novela con parsimonia y hasta el final.

No hay prisa en el relato. Como si el tiempo no contara, como si viviéramos en esa Cerdeña rural, anclada en el pasado, donde el ritmo de la vida es el de las estaciones, los asuntos se desgranan con lentitud y cualquier cosa sirve para construir la escena. La mirada de Satta, actúa como la sombra que siguiendo el curso del sol, cubre los objetos y las personas despaciosamente sin que escape nada a su camino. Avanza y en su recorrido compone poco a poco un mundo que se va haciendo a la vez extenso y profundo donde los personajes acaban perfilados con la rotundidad de lo que arranca de la tierra.

Juan Luis de Juan, en Babelia, hace una excelente reseña del libro. Dice:

"Crónica de la disolución insular, novela de la vida meridional, El día del juicio es un libro que dejará huella en quien lo lea. (...) Salvatore Satta (Nuoro, 1902-1975) dejó en esa novela el testamento de un isleño. Las menciones al siciliano Lampedusa o, en el caso mallorquín, a Villalonga, dicen poco. Satta era sardo y su obra tiene una dimensión trágica y espiritual que no tienen las de los otros dos, y sin embargo se trata de primos carnales, gente del mismo charco. Como forma novelística e intención de recrear un mundo sin límites, nos recuerda al Macondo de García Márquez, de ahí que Steiner hable en el prólogo de esta edición de rescate, de mil años de soledad. Pero aquí todo es real, lo único mágico son las telarañas de los sueños. Y no hay concesiones ni apenas alegrías, el placer está excluido: ¿qué placer, por muy intenso que haya sido, puede tener cabida en el día del juicio? Satta era jurista y dedicó su vida profesional a escrutar el sebo de la ley, por eso nunca se desvía de su trayectoria, de lo esencial, de la poderosa nimiedad de los hechos. ¿Qué nos cuenta, en fin? Nos cuenta Nuoro con la autoridad y la transparencia de los registros, llámense civiles o de la propiedad. Nos cuenta el río sin fin de una familia, los Sanna, desde múltiples ángulos, el de las mujeres y el de los hombres, el de los hijos y las bestias y los campos. Nos cuenta la historia sarda de antes y después de la Primera Guerra Mundial y la infección del fascismo. Nos cuenta el café Tettamanzi, la rabia crepuscular de Vicenza y la sabiduría inútil del ziu Poddanzu frente a la laboriosidad fúnebre del notario don Sebastiano. Nos cuenta, en una palabra, el cementerio. ¿Puede caber una empresa más ambiciosa? Y todo eso con una prosa flexible, sacra, determinista. Con una compasión que se contiene en el umbral de la nostalgia, y una lucidez de asceta ("la humanidad es el demonio que Dios no consigue destruir"). Con un punto de vista integral, a la vez subjetivo y ecuménico, el de un juez sin origen, o el de "un dios ridículo". ¿Humor? El que la existencia desprende casi sin querer, como el rumor del viento en los matorrales de tomillo del altiplano sardo. "Si no se muere, se vive", escribe Satta, y entonces el día del juicio es cualquier día de estos en Nuoro."

(Leer en Babelia)

No hay comentarios: