domingo, 20 de septiembre de 2009

A cien millas de Manhattan


A cien millas de Manhattan
Guillermo Fesser
Punto de lectura, 2009
495 pp.

Estados Unidos forma hasta tal punto parte de nuestra vida que hablar de lo que pasa en el país suena parecido a hablar de lo que nos pasa a nosotros. Pero de vez en cuando salta la sorpresa...



Guillermo Fesser
Punto de lectura, 2009
495 pp.





Estados Unidos forma hasta tal punto parte de nuestra vida que hablar de lo que pasa en el país suena parecido a hablar de lo que nos pasa a nosotros. Son tantas las escenas de películas, o de episodios que aparecen en revistas y periódicos que suceden en los EEUU que no puede uno evitar la sensación de tener información de sobra sobre el tema y que pocas novedades puede aportar un libro más para que la lectura no sea un ‘dejà vu’.

Pero de vez en cuando, salta la sorpresa y éste es el caso de A cien millas de Manhattan. Una sorpresa que tiene que ver con lo que el libro cuenta y que nace de quien lo cuenta: Guillermo Fesser.

Guillermo Fesser –lo cuenta muy bien en el prólogo- formó parte de Gomaespuma y durante años no paró de hablar, con humor, de todo lo que se le ponía por delante para mantener su exitoso programa de radio. Hasta que dijo: basta de hablar. Se propuso cerrar la boca y pasar al otro lado del flujo de la comunicación para escuchar. Cogió el portante y se marchó al norte de la ciudad de Nueva York a vivir un año y a ejercer de oyente de cuanto sucedía a su alrededor.

El resultado es, por supuesto, este A cien millas de Manhattan, inteligente, vivo, informado, sagaz y recomendable en todos los sentidos para quienes tengan el propósito de conocer algo mejor la vida cotidiana de los americanos, para quienes deseen tener unas cuantas de esas claves que no cuenta nunca nadie de un país por obvias y que con frecuencia pasan desapercibidas al forastero o simplemente para quien quiere tener un buen rato de entretenidísima lectura con un montón de historias y anécdotas todas interesantes, bien escritas y a menudo divertidas.

Guillermo Fesser es hábil en la escritura y rápido. Cuenta con facilidad y con fluidez sus experiencias. Y en esa simplicidad que impregna el relato ni siquiera se complica en organizar su narración por temas. Los capítulos del libro se llaman como los meses y en cada uno de ellos aparecen tanto los hitos más convencionales que marcan la vida del pueblo donde vive –las celebraciones, las fiestas, el paso de las estaciones- como las historias sorprendentes que aprende de personajes que por vecindad o por casualidad pegan la hebra con él y le cuentan sus vidas, sus trabajos o sus teorías.

No hay duda de que Fesser resulta tan buen comunicador cuando habla como cuando escucha. Sorprende lo bien que escucha, lo bien que entiende y –claro está- lo bien que cuenta luego todo aquello de lo que ha sido receptor.

Sin tratar de abarcar todo el libro y por picotear solamente el los primeros capítulos, la explicación que hace sobre las zapatillas de deporte y sobre la preparación de los atletas es soberbia y merece por si sola la lectura del libro. La lección de historia sobre la adquisición a Francia de la Luisiana por parte de los EEUU, con tratados de por medio que afectaban a España, es esclarecedora y un ejercicio ejemplar de síntesis. La explicación sobre esos escapes de vapor que en las películas expresan la decrepitud y el misterio de Nueva York la agradecemos todos los que nunca supimos a ciencia cierta de donde venían ni a dónde iban esas nubes que escapaban del asfalto. Y el interrogatorio a que es sometido por la camarera cualquier comensal al que se le ocurra pedir una hamburguesa sobre el punto de cocción, el tipo de pan, la salsa, la ensalada que acompaña la salsa, las patatas que se sirven con la ensalada y demás accesorios que componen al supuestamente inocente plato de hamburguesa, es un despliegue inteligente y magistral de humor.

Lo dicho. ¿Un libro divertido, ameno, descubridor de América incluso para quienes la tienen de sobras descubierta?: A cien millas de Manhattan. Entretenimiento asegurado, pero también conocimiento sobre un montón de asuntos, contados muchas veces –y para sorpresa de lector- con la precisión de un técnico y siempre con la soltura de un excelente escritor.

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